Cáncer & Tauro

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

—¡Maldición! —exclamó mientras era perseguida por un par de guardias que la seguían a corta distancia.

—¡Corre y no te detengas! —bramó su compañero durante la huida, girando en una esquina y adentrándose en un callejón oscuro.

Una vez ambos allí, se mantuvieron en silencio por el mayor tiempo posible, hasta que los guardias del museo pasaron a toda velocidad frente el callejón. Los dos jóvenes comenzaron a reírse luego de haber comprobado que habían logrado escaparse.

—Lo logramos, Cáncer —le sonrió el castaño, a pesar de que ella no pudiera verlo porque él llevaba su boca oculta tras un barbijo. Aún así, la nombrada rio irónica al mismo tiempo que ajustaba los cuadros para que no se le cayeran de sus brazos.

—¿Por qué te sorprendes? Nos salimos con la nuestra una vez más.

(...)

¿Cuánto dices que nos darán por esto? —preguntó la morena a su compañero, mientras admiraba uno de los cuadros recién robados.

—No lo sé, tal vez más de quince mil dólares —Tauro se encogió de hombros y su cómplice arrugó su nariz en señal de disgusto.

—¿Sólo quince mil? —cuestionó y volteó a ver al taurino, quien volvió a encogerse de hombros murmurando un «tal vez»—. ¿Acaso arriesgué mi vida sólo por quince mil verdes?

El moreno se reclinó en el respaldo de su silla y comenzó a balancearse, siendo indiferente con la histeria que estaba empezando a florecer en Cáncer.

—Dije "tal vez". Uno de mis contactos me recomendó a alguien que paga muy bien.

—Que bien, has lo que quieras —mencionó ya molesta la canceriana y se levantó de la precaria silla en la que estaba sentada.

Ella siempre era la que arriesagaba el pellejo por salir ambos con vida después de los robos y jamás obtenía la mejor parte del botín. Era muy injusto.

—Uy, que humor —murmuró Tauro y terminó de fumar su cigarrillo antes de levantarse e irse dispuesto a reunirse con el falsificador recomendado.

Cuando Cáncer escuchó el sonido que produjo su compañero al cerrar la puerta, salió de su habitación azotando el viejo tablón que usaba como una puerta improvisada y arrastró sus pies descalzos sobre el suelo, provocándole una friolenta sensación.

Buscó con su mirada a su amigo para comprobar que se había ido y como no lo encontró a simple vista, se dirigió hacia la nevera para sacar de allí una lata de soda. Necesitaba algo dulce para saciar el mal sabor que le había producido el "discutir" con Tauro.

—Ese maldito desgraciado que no sabe negociar, apuesto que ni siquiera tiene contactos y el muy imbécil volvió a mentirme —cada vez que Cáncer se quedaba sola en el departamento hacía lo mismo; se desquitaba sus molestias con la soledad del ambiente.

One shots zodiacales; [PEDIDOS CERRADOS]Where stories live. Discover now