Leo & Aries

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Aries tenía el día libre, por lo que decidió aprovecharlo para descansar en la comodidad que le proveía su hogar

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Aries tenía el día libre, por lo que decidió aprovecharlo para descansar en la comodidad que le proveía su hogar. Había esperado pacientemente a que las palomitas estuvieran hechas para sentarse en su sofá reclinable y así poder ver una maratón de su serie favorita durante tres horas, pero recibir visitas no estaba en su itinerario para ese día. Maldiciendo todo y a todos se acercó a la puerta y se sorprendió al ver quién estaba al otro lado.

—Creí que tenías una cita con Cáncer —musitó la joven ariana sin ocultar la sorpresa en su tono de voz al abrir la puerta de su casa. Tenía a su mejor amigo frente ella, con una mueca decaída, aunque no llegaba a ser completamente triste.

—¿Puedo pasar? —preguntó el rubio y la ojiazul se hizo a un lado, dejándolo entrar en su hogar.

Una vez que ambos estuvieron dentro, se dirigieron a la cocina, donde Leo se sentó en una de las sillas que estaban alrededor de la isla que se hallaba en el centro de la habitación. Él se mantuvo en silencio, mirando sus manos juntas sobre la mesa, bajo la expectante y confundida mirada de su amiga.

—¿Y bien? —preguntó Aries, un tanto impaciente al ver al chico en ese estado, ya que solía ser bastante risueño y ahora estaba serio, aunque no podría definir qué era lo que pasaba por su mente, ella sabía que algo andaba mal. Además, tenía una maratón que ver, era mejor si se daba prisa.

—Terminé con Cáncer —murmuró, levantando su mirada hasta conectarla con los ojos azules de la rubia. Aries estaba feliz, él por fin había dejado aquella relación que le hacía tanto mal, pero ocultó su sonrisa—. Tú tenías razón, sólo fui su juguete y jamás le importaron mis sentimientos... Estaba cegado y no me di cuenta de que tú siempre estuviste para mí.

Las manos de Leo sujetaron con delicadeza las de Aries y ella no dejaba de parpadear sorprendida.

La rubia no podía creer nada de lo que estaba pasando, no tenía ni siquiera palabras para hablar. Tan sólo quería un día sin que su corazón se alterara por tenerlo así de cerca.

—Estaba confundido, creí que saliendo con Cáncer podría dejar de sentir aquella confusión que sentía al verte.

—No entiendo, Leo —murmuró, intentando mantener a un ritmo normal sus latidos, pero le era imposible. El mencionado suspiró y sonrió.

—Te amo, Aries, me traes loco —confesó y la mencionada se quedó hecha de piedra. Debía estar soñando porque todo parecía demasiado perfecto para ser real, fue entonces que algo hizo clic en su cerebro recordando que, Leo solamente podría estar confundiendo su amistad con amor y que tal vez lo que él sentía era miedo a quedarse solo. Ella estaba segura de que no quería salir herida, ya había tenido suficiente con ver al chico que le gustaba con otra y ella no iba a ser el reemplazo de nadie, claro que no—. ¿Qué dices? ¿Quieres ser mi novia?

—No —respondió más fría de lo que le hubiera gustado sonar, causando que el rubio quitara su sonrisa para darle lugar a una mueca llena de evidente decepción, pero sobre todo, de dolor—. Leo, yo te quiero y no te das una idea cuánto pero, acabas de terminar una relación, todavía no sabes qué es lo que en verdad sientes y no quiero perder tu amistad por un malentendido. Lo lamento mucho.

Aries soltó sus manos, deshaciendo el contacto que ambos mantenían y se levantó de la silla, acercándose a la puerta para abrirla, echando a Leo de manera gestual. Él captó la indirecta y se dirigió hacia la puerta a duras penas; él había ido allí con todas las esperanzas de que pudiera salir de la zona de amigos con Aries, pero en lugar de eso, sólo le quedaba sentir la decepción que le causaron sus palabras.

Meses más tarde, la relación entre Aries y Leo se enfrió un poco, sólo porque Aries se alejó de él, creyendo que así podría ignorar sus sentimientos pero estaba tan equivocada, tanto que ella sabía que estaba haciendo mal.

Mientras tanto, Leo aprovechó el tiempo para aclarar y despejar sus pensamientos; fue a clases de dibujo y teatro pero aún así, su mejor amiga no salía de su mente y las preguntas empezaron a abundar en su subconsciente. Preguntas tales como: «¿a qué sabrán sus labios?», «¿me querrá de la misma manera que yo a ella?», y ahí entraron en juego otras preguntas. «¿Y si no me quiere y me vuelve a rechazar?», esa era la que más temor le causaba porque estaba seguro de que la perdería definitivamente y no podía permitir que semejante cosa ocurriera, distanciándolos para siempre... y eso era mucho tiempo.

Un día cualquiera, Leo salió a correr por la mañana, sabiendo que cruzaría a su amiga en algún punto del parque que estaba cerca de sus casas, sólo que no contó con que las agujetas de sus zapatillas deportivas se desataran y terminara cayendo de bruces al suelo. En efecto, Aries corría por ahí y vio a su amigo en tal estado que no pudo negarse a ayudarlo a ponerse en pie, luego de haberse reído, claro.

—Déjame ayudarte —mencionó la rubia y Leo no pudo evitar recorrer el cuerpo de su amiga con su mirada. Ella era digna de ser alagada por cualquier persona y ese pensamiento le impidió aceptar la ayuda de Aries; rechazando su mano.

—Olvidé que tú venías por aquí —dijo al estar en pie nuevamente. Ella lo observó con una ceja alzada, dado a que no le creía una sola palabra.

—Ajá, sí —murmuró Aries, mientras el de mirada café evitaba mirarle los ojos, haciendo un nudo a sus agujetas para evitar futuras caídas—. Que sigas bien, Leo.

Al ver que él no reaccionó, decidió continuar con su rutina; aún le quedaba media hora antes de tener que alistarse para ir a trabajar.

—¡Espera! —gritó el leonino, haciendo que Aries detuviera su andar, volteando a verlo. Leo se veía hecho una mezcla de emociones, o eso parecía intuir ella al ver las manos temblorosas de él.

—¿Ahora qué? —cuestionó la rubia y Leo se acercó a ella en tan sólo dos pasos largos, quedando a muy pocos centímetros de distancia.

—Todo este tiempo que... estuviste evitándome, lo use para comprender una cosa —murmuró, mirando los ojos azules de la ariana, quien no pudo evitar que su respiración se acelerara al ver que su amigo acercó su rostro de manera peligrosa, quitando los centímetros que lo separaban, aunque aún había una mínima distancia entre ambos—. Tú creíste que lo que sentía por ti no era amor, pero déjame decirte que no dejo de pensar en ti todo el día, además de que cada vez que te veo, algo dentro de mí empieza a saltar de alegría, aunque cuando me ignoras, es como si mi corazón se rompiese y si eso no es amor, no sé lo que será.

Aries conmovida por el discurso que acababa de darle su mejor amigo, acortó la distancia que los separaba y se fundieron en un beso cargado de emociones. Sus respiraciones estaban acompasadas y en segundo plano, ya que se concentraron solamente en disfrutar los labios del otro y pensar que no sentirían nada parecido junto a otra persona.

A veces el amor está más cerca de lo que uno cree. Tal vez sólo tengas que abrir bien tus ojos y mirar frente a ti.

One shots zodiacales; [PEDIDOS CERRADOS]Where stories live. Discover now