Cáncer & Piscis

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

¡Más alto, más alto! —pidió la muchacha mientras una sonrisa se asomaba por su rostro. Ella se balanceaba en un columpio, gracias a su novio.

Cáncer empujó el columpio una vez más, enviando a Piscis más alto, tal y como quería. Siempre hacía lo que ella quería.

Ese día, ellos eran los únicos en todo el parque, debido a que el cielo amenazaba con llover, aunque a ellos no les importaba demasiado.

Piscis era la persona más feliz en todo el mundo, o bueno, así se sentía cada vez que estaba junto a Cáncer. Él le mostraba la vida desde un punto de vista diferente al suyo y eso era una de las cosas que amaba.

Después de unos minutos más, decidieron abandonar el parque porque había empezado a llover y ninguno llevaba paraguas. Se refugiaron dentro de una tienda de ropa, donde se probaron varias prendas, tan solo para pasar el rato.

—Este me queda mejor —afirmó la rubia mientras giraba sobre su propio eje, enseñándole a Cáncer el vestido marrón que se había puesto—. ¿Verdad que me queda bien?

El pelinegro le sonrió y asintió, ocultando lo que de verdad pensaba acerca de aquel vestido. Piscis sonrió, a ella le encantaba cómo le quedaba, aunque no pensaba comprarlo, no tenía el suficiente dinero como para ello.

—¿Me tomas una foto? —preguntó, mirándose en el espejo y Cáncer no tardó mucho en hacer lo que le pidió. Él nunca salía de su casa sin la cámara fotográfica que le había regalado su abuela, era muy especial para él.
—Perfecta —murmuró, al acabar de tomarle la fotografía. La pisciana asintió y prosiguió a volver al probador para ponerse su ropa.

Cáncer dejo la fotografía en su lugar y se dirigió a la cocina del departamento, debía cocinar porque desde que no vivía con Piscis, tenía que hacer todo él.

Aunque, pensándolo bien, siempre lo hacía él; no era nada nuevo.

Con un suspiro, empezó a buscar los ingredientes con los cuales prepararse su cena.

Mientras metía papas al horno, sonó su celular. Se acercó a este y en la pantalla se podía ver la notificación emergente de una actualización de estado de uno de sus amigos. Deslizó la notificación hacia un lado y el fondo de pantalla quedó libre, sólo con una foto de Piscis y él, donde ella besaba su mejilla.

—Anda, una más, ¿sí? —Piscis hizo su mejor interpretación de perrito triste, cosa que funcionó, ya que Cáncer volvió a levantar su móvil para secarse otra selfie en la misma pose que en las últimas seis fotos.

El canceriano sonreía, aunque su sonrisa ya no parecía feliz, más bien era una sonrisa forzada, a pesar de que él no lo quisiera aceptar en ese momento. Piscis volvió a besar la mejilla de su novio, por lo que estaba parada en las puntas de sus pies, dado a que él era más alto que ella. De fondo tenían una gran fuente, pero no era cualquier fuente, allí se habían dado su primer beso.

—¿Feliz? —inquirió Cáncer, intentando no sonar harto pero le era imposible. De todas maneras, la rubia no captó su tono de voz sarcástico, nunca llegaba a diferenciarlo.
—Gracias, amor —ella le mostró una gran sonrisa, la cual denotaba su felicidad. Él besó la frente de Piscis, en un gesto cariñoso, y entrelazaron sus manos antes de caminar hacia el departamento que ambos compartían.

Cáncer sintió que sus mejillas estaban mojadas, pasó una mano por ellas y pudo palpar las lágrimas, de las cuales no se había percatado. Con el dorso de su mano, limpió su rostro; se había prometido no llorar por aquella chica que se llevó su corazón y lo dejo con un vacío intenso en su pecho.

El olor a comida quemada lo devolvió a la dura realidad y corrió a apagar el horno, que por casualidad no se había incendiado pero las papas se quemaron hasta ponerse negras. Debía volver a pedir comida rápida, ya no tenía ánimos suficientes como para cocinar.

Salió de la cocina, la cual estaba llena de humo por la comida quemada, y se dirigió hacia el living, en busca de su notebook y así poder comprar algo que pudiera cenar, ya sea comida china o una hamburguesa triple para ahogar su dolor. Aunque, fue mala idea encender su computadora porque en ella había otra foto de su difunta novia y de él. Esta se las había tomado un desconocido que iba caminando por el lugar donde ellos estaban.

—Gracias, señor —le dijo Piscis mientras veía como el desconocido le devolvía la cámara a su novio. El hombre les sonrió y prosiguió con su camino.

Por su parte, ellos avanzaron por el sendero hasta llegar a la playa, donde pasarían el resto del día, celebrando el último cumpleaños de la pisciana, a pesar de que ninguno de los dos lo supiera.

—Gracias por ser como eres —sonrió Cáncer y depositó un beso en la mano de su amada, quien se sentía afortunada de tener a una persona como él a su lado.
—¿Prometes nunca abandonarme?

Cáncer dejo unos jazmines frente la lápida de Piscis y se arrodilló junto a ella. Descartó la idea de cenar, por lo que se fue al cementerio donde yacía su amada desde hacía dos años. Y a pesar de que fuera de noche, le pagó al guardia para que pudiera escabullirse entre las almas que allí habitaban.

—Prometí nunca abandonarte, pero a pesar de que ambos sabíamos que era mentira, tú lo hiciste primero —sonrió con melancolía y suspiró, controlando las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos—. Te extraño, ¿sabes?

Silencio. Era obvio, ¿qué más podía esperar? ¿Que Piscis saliera de su cajón para poder besarlo una vez más? Pensándolo mejor, era muy morboso siquiera pensar esa situación, sintiéndola tan fría cuando ella era un rayo de luz, caliente, iluminando lo que estuviera a su alrededor.

—Nuestras fotografías no me dejan en paz, siempre me recuerdan tu sonrisa, como aquella que me regalaste aquel día en el que nos conocimos cuando nuestros caminos se tropezaron —con cada palabra dicha, Cáncer sentía que estaba más solo que antes de conocerla—. No es justo que la vida te haya quitado de mi camino.

Tragó saliva con fuerza, debido al nudo que se había formado en su garganta, gracias a las lágrimas contenidas en su interior. No quería gritar, ella no tenía la culpa, por supuesto que no. La culpa la tenía el mal nacido que la había atropellado y luego huyó.

—No te das una idea de cuánta falta me haces —murmuró, afirmándose en la lápida, dejando salir sus lágrimas.

A pesar de que sabía que él estaba solo, llorando, sintió una suave brisa acariciar su rostro, Piscis, tal vez.

—Supongo que me queda la esperanza de saber que nuestras almas se volverán a encontrar.

Cáncer se abrazó a sí mismo y terminó de limpiar sus lágrimas antes de levantarse y caminar fuera del cementerio. Podía decir que se sentía más liberado, quizás no más feliz pero, estaba seguro de que volvería a ver a Piscis. Muy pronto.

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N/A

¿Ya les había dicho que soy fan de las historias sad? :")

—Eve xx

One shots zodiacales; [PEDIDOS CERRADOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora