Piscis & Géminis

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—Dime que cambió para ti —pidió Piscis, mirando al rubio con los ojos brillantes por contener las lágrimas

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—Dime que cambió para ti —pidió Piscis, mirando al rubio con los ojos brillantes por contener las lágrimas.

Su amigo había estado distante durante los últimos días y eso a ella le dolía, ya que eran muy unidos desde la infancia. Él la evitaba donde fuera que la veía, ya sea en el transporte público o inclusive en un ascensor.

—Ya no podemos ser amigos, Piscis, lo siento —murmuró, apartando su mirada hasta posarla en sus pies que se movían de un lado a otro, sin ocultar sus nervios.

—Pero, ¿por qué? —pronunció confundida la menor entre ambos y Géminis selló sus labios, no queriendo responder a su pregunta.

Él se sentía cobarde por estar haciendo semejante drama, tan sólo por no querer aceptar sus sentimientos hacia su amiga; se le hacía imposible que ella lo viera como alguien más que un simple amigo.

—No sé lo que me pasa, ni entiendo lo que siento, pero, estoy seguro de que tú estarás mejor sin mí —Géminis después de decir esas palabras, quisó salir corriendo para quedar como el cobarde que se sentía, pero la mano de la muchacha, rodeando su muñeca lo detuvo.

—¡Deja de comportarte así! —El rubio alzó su mirada, pero sin hacer contacto visual con Piscis, sino, apartando su vista de donde ella no pudiera ver sus ojos cristalizados—. ¡Me confundes, joder! ¿Por qué me haces esto ahora?, siendo que prometiste pintar nuestra propia historia.

Piscis soltó su agarre y limpió con brusquedad una lágrima que caía por su mejilla. Géminis agachó su mirada hasta verla y la morena le sostuvo la mirada. Ambos tenían sus ojos levemente rojos, compartiendo el mismo sentimiento de confusión y dolor en su interior.

El rubio no recordaba haberle prometido una vida juntos, a menos que haya sido un sueño, le era imposible creerlo. Géminis no era de abrirse al mundo respecto a sus sentimientos, creía que era una manera de atacarlo fácilmente. En cambio, Piscis, ella repartía amor a quien fuera, aunque sabía a quién no darle su felicidad.

Ella movió su cabeza, asintiendo a algún pensamiento del que Géminis no estaba enterado. La morena apartó su mirada hasta buscar la cadenita que descansaba en su cuello.

El geminiano lo recordó. Tenían doce, tal vez catorce años como mucho, cuando él le había regalado aquella cadena con una G y una P, símbolo de su amistad. Pero era eso, sólo una amistad, acompañada de una promesa de niños inocentes, o así lo veía él.

—"Vamos a pintar flores como en primavera, para que nuestro amor reine en la guerra cuando no quede paz en la Tierra" —dijo Piscis, sosteniendo con fuerza aquel obsequio que hace varios años llevaba en su cuello, aquel que siempre admiró día y noche por sentirse especial.

—Éramos adolescentes, no sabía lo que decía. Además, le robé el poema a mi mamá —comentó avergonzado Géminis y logró hacer que Piscis lo mirara con un revoltijo de emociones en su interior, pero la principal emoción en ella era la decepción; jamás se esperó eso de quien llamaba «amigo».

—"Vamos a pintar de blanco nuestros ojos, para fingir que aún somos puros y que la sociedad no nos está afectando, como cuando estábamos en otoño" —la morena continuó recitando aquel bello poema que sabía de memoria, creyendo que aún había esperanza en Géminis.

—Ya... detente, por favor —gimoteó el rubio, queriendo irse hacia ninguna parte en específico, sólo deseando un lugar tranquilo para llorar por todo el mal que le estaba causando a la única persona a quien amó.

—"Vamos a pintar de rojo nuestras bocas, para demostrar cuánto nos amamos; mucho más que en los días de verano, donde éramos felices con tan sólo tomarnos de las manos" —la pisciana sonrió entre lágrimas silenciosas, teniendo aún como expectador a un Géminis masoquista.

—Lo lamento tanto —lloró con más fuerza el rubio, no siendo capaz de seguir allí, atormentándose con las palabras de Piscis, por lo que siguió a su cobarde mente, ignorando a su corazón, marchándose del lado de la morena, quien veía a su único amor dejarla en la oscuridad del mundo.

—"Vamos a pintar destellos en el lienzo, para simular las estrellas del firmamento, aquellas que fueron testigo de nuestro amor eterno en una noche de invierno" —finalizó Piscis, soltando un suspiro mientras se quitaba la joya. Sentía que ya no le pertenecía, jamás tuvo un verdadero significado para ambas partes, por lo que no tenía un real significado para ella entonces.

Lo que más le dolía a la morena era saber que Géminis se había encargado de cumplir cada palabra dicha en aquellos versos, haciéndola sentir como la persona más afortunada que podría habitar en todo el planeta.

Recordaba el otoño de hace diez años atrás, donde ellos eran unos jóvenes quinceañeros, explorando el mundo. Tan sólo recorrían su ciudad, pero a ninguno le importaba aquello, eran felices con tener al otro a su lado. Por ese entonces, no hablaban con nadie más que ellos, por lo que eran juzgados de antisociales y muchos desvaríos más. Aún así, siempre fueron ellos contra el mundo, por lo que no les importó demasiado.

Una suave brisa acarició las manos de Géminis, recordándole una noche fría en invierno del año pasado, aquella en donde sus sentimientos dieron un giro por completo. Él se había enfermado, pero eso no lo detuvo para ir a visitar a su amiga; la torrencial lluvia tampoco lo detuvo, pero sí, empeoró su gripe. Cuando llegó en la casa de Piscis, fue recibido con un regaño por su parte. Luego, ella lo condujo hasta dejarlo frente la chimenea para que pudiera entrar un poco en calor, le buscó ropa que él se había dejado allí por si casos así ocurrían y no tuvo mejor idea que cambiarse frente a ella. No le molestaba, ya lo habían hecho un sinfín de veces, pero esta vez, la morena se había excusado con que había olvidado la cena que estaba preparando. Al volver, él ya estaba vestido y le sonrió, agradeciéndole en silencio. El hecho es que, cenaron entre risas y bromas, pero, de un momento a otro, un trueno hizo que Géminis chillara y se acurrucara entre los brazos de la morena, sonrojándola ante tal inesperado suceso. Ambos estaban cómodos así, arropados con la misma manta, viendo la leña arder y sus sentimientos por el otro crecer. No pasó mucho más, simplemente, se dieron cuenta de que nada volvería a ser lo que antes, mientras se durmieron uno al lado del otro, disfrutando de su mutua compañía.

El recuerdo de la primavera de hace dos años llegó a la mente de Piscis, como si hubiese rebuscado en alguna gaveta escondida, hasta que lo halló. Habían hecho un día de campo, comieron sándwiches y bebieron zumo de naranja por varias horas. Rieron y jugaron en los juegos del parque. Le quitaron los columpios a unos niños y continuaron riendo. Después, hicieron caso a unos padres que estaban enfadados con ellos por no dejar a sus hijos divertirse, y se fueron a caminar otro rato por el parque. En su camino, Géminis recolectó varias flores que creía que le serían una linda decoración para el hogar de la morena. Ella, en cambio, le decía que no debía hacer aquello, que no era necesario. Géminis insistió, además de decirle que él no detendría la primavera por cortar unas cuantas flores. Él le hizo un lazo al pequeño ramo artesanal, con la cinta roja que Piscis llevaba en su cabello. Le entregó el improvisado ramo y ella le sonrió, sintiendo la vergüenza extenderse por su cuerpo.

Géminis sólo podía recordar momentos donde él sentía que estaba dejando su corazón en manos de la pisciana, y en cierta medida, así fue cuando juntaron sus manos en el verano pasado, simulando ser novios para que ninguna persona ajena a ellos pudiera coquetear con el otro. Sólo que aquel cosquilleo en Géminis, no le parecía buena idea. No quería sentirse atraído por su amiga, quería mantener las cosas tal y como estaban, pero de nuevo en otoño, tampoco quería hacerla sentir miserable.

Lo único de lo que Piscis estaba arrepentida, era de saber que Géminis no cumplió con aquel beso que pintaría sus bocas de rojo. Ahora sólo quedaban trozos de un amor que no había tenido la oportunidad de ser.

One shots zodiacales; [PEDIDOS CERRADOS]Where stories live. Discover now