Capítulo 11

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—Relájate

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—Relájate. La tensión siempre se nota en la postura y déjame decirte, que estás súper tensa —masculló en su oído Georgina, sosteniendo la copa de vino entre sus dedos antes de darle un ligero sorbo.

— ¿Qué tal si hago algo estúpido, Georgia? —Replicó, asustada, bebiendo un largo trago del coñac.

—Primero que nada, debes dejar eso, si no echarás las cosas a perder —alegó la pelirroja, quitándoselo de las manos —solo se tú misma; te amarán, no hay nada de lo que debas preocuparte —farfulló alegre —y por cierto, este conjunto te sienta fantástico —comentó con una sonrisa, haciéndole responder con el mismo gesto.

Aquel día, Margaret y Sophia habían pensado que lo mejor era relucir la curvilínea figura con una ajustada falda negra con un top del mismo color, era atrevido sin pasar a lo vulgar, femenino y elegante.

—Gracias —susurró sincera, arrebatándole la copa de vino, del cual bebió un tanto inquieta, robándole risitas a la menor de los Crown.

Pronto, en el Gran Salón, la reina entraba charlando alegre con una mujer menudita y ligeramente más baja que ella; ambas parecían encantadas con su conversación, sin percatarse de la presencia de las muchachas, aunque pronto, Georgina caminó en su dirección, saludando a su tía.

Poco a poco comenzaron a ingresar sus invitados, personas que no conocía y de las que dudaba de su existencia. Suponía que se trataba de la familia de la reina Minerva, ya que, el rey Leonardo solo tenía un hermano y sus antecesores habían fallecido hace años.

Edward ingresó con una bonita joven del brazo; frunció el ceño, confundida. Hasta donde sabía, ya había salido con Audrey y por lo que su amiga había dicho, las cosas habían terminado bastante bien.

Y entonces, William, guapo como siempre, entró en compañía de su padre y su tío Richard, quienes portaban un semblante regio y galante. La imagen de los hermanos diferenciaba en su mayoría. Richard era el gemelo del rey, solo que había nacido dieciocho minutos más tarde; poseía un semblante coqueto y rudo, era un mujeriego de primera, mientras que Leonardo, era más serio, profesional y siempre había mantenido los ojos en su bella esposa.

—Hey —susurró con una sonrisa a Will, quien la abrazaba con recato junto a la mesa con golosinas.

—Hola —saludó, besándola efusivo, deseoso solo de tocar y desaparecer de allí, llevarla a cualquier habitación y desaparecer las prendas de ambos por algún lugar —; ¿Cómo te sientes? —Indagó, puesto que pronto Olivia suspiraba temerosa, mirando a todos lados.

—mareada y creo que con ganas de vomitar del pánico —respondió trémula, ocultándose en el ancho cuerpo de William, quien se echó a reír con gracia —no tiene nada de divertido; ¡estoy conociendo gente por montones en menos de una semana! ¡Me voy a volver loca!

—No te vas a volver loca, Olly, no seas dramática —jugueteó, ofendiéndola un poco —de acuerdo, lo siento. No hay nada de qué preocuparse...

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