Capítulo 56

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Al despertar esa mañana, le sorprendió no encontrar a Dalila por ninguna parte

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Al despertar esa mañana, le sorprendió no encontrar a Dalila por ninguna parte. Habitualmente la rubia revoloteaba por su alcoba sin control hasta que él abría los ojos; juntos tenían sexo matutino como a ella le gustaba y tomaban una larga ducha donde había más sexo.

Tenía que admitir que no le molestaba, pero le llevaba a considerar si acaso esa mujer era ninfómana o parecido, más nunca dijo nada. No reprocharía aquello.

Se duchó sin prisas y relajado vistió el traje negro que tanto le gustaba antes de encaminarse al salón real. Debía atender algunas audiencias y para ellas necesitaba también a la reina, por lo cual debía de encontrar cuanto antes a Dalila.

—Hey tú —llamó de mala forma a uno de los empleados que llevaba una charola de plata entre las manos con un plato medio vacío de panecillos y tartaletas junto con tazas de porcelanas sin ningún solo contenido. Miró con una ceja enarcada al hombre, amenazándolo, sin embargo, aquello no causó nada, cosa que le llamó la atención; ¿desde cuándo no funcionaba esa mirada que había perfeccionado en su reinado? — ¿Dónde se encuentra la reina Dalila?

—No lo sé —respondió, sin utilizar ningún solo término a modo de respeto a su cargo. Deseó golpearlo, pero tenía asuntos por hacer.

—Manda a todos a buscarla. La quiero en el gran salón en quince minutos —ordenó. El empleado blanqueó los ojos y con un gruñido aceleró su paso antes que continuar escuchando tonterías de parte de Richard.

Apretó los puños a los costados de su cuerpo, conteniendo la ira. Resguardaría en su cabeza el rostro de ese hombre para después enviarlo a prisión. Era solo una inmundicia a su alrededor que merecía ser castigado.

Frustrado caminó en dirección del salón, mirando a los guardias que paseaban por los pasillos y le miraban con curiosidad e incluso, en algunos notó una pizca de burla, hasta que escuchó una risita de uno de ellos. Suspiró pesado, conteniéndose. Ya tendría su merecido, él y todos aquellos que estaban osando a enfrentarlo.

Apenas llegó, los encargados a custodiar las puertas abrieron por él, quien se centró en su móvil cuando un mensaje llegó para él.

<<Estás en problemas, hermanito>> decía el texto por parte del imbécil de su hermano mayor Leonardo. Sí, claro. Él era el rey, ¿en qué clase de problemas podría meterse? Se preguntó mentalmente de forma cantarina. No había manera alguna de que él no pudiera tener lo que quisiera en la palma de su mano.

O al menos eso pensó en esos cinco segundos.

William y Olivia se encontraban sentados en los tronos al principio del salón, sonriéndose y charlando con naturalidad, hasta que pronto los ojos de ella se plantaron en él, con una brillosa mirada que no supo interpretar como algo bueno, sino como malo.

Demasiado malo.

—Richard Crown qué bueno que has llegado —vociferó con una sonrisa Will, a pesar de que había miles de cuchillos en sus orbes azules y la corona en su cabeza no le daba un aire demasiado informal.

Desastre RealWhere stories live. Discover now