Capítulo 50

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En una ocasión, junto a Audrey, hace tantos años que casi ni lo recordaba, se había puesto a bromear sobre lo que sería pasar su vida junto al príncipe William, una vida donde no solo tendría a su príncipe azul soñado de cuento, sino también una v...

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En una ocasión, junto a Audrey, hace tantos años que casi ni lo recordaba, se había puesto a bromear sobre lo que sería pasar su vida junto al príncipe William, una vida donde no solo tendría a su príncipe azul soñado de cuento, sino también una vida sencilla, plena y llena de ricas tartaletas y té costoso.

Nunca imaginó que la vida en la Casa Real sería más complicada, pero a decir verdad, aquello no le importaba cuando tenía junto a ella al hombre con el que había soñado desde su adolescencia, acompañándola en todo infortunio y toda adversidad.

Pero ahora, si a partir de ese entonces él no iba a volver, no iba a despedirse de ella ni a compartir un último momento juntos, ¿Cómo podría superarlo? Sabía que él estaría allí, de alguna manera espiritual o astral, pero no quitaba que lo necesitaría allí, allí.

Se abrazó a sí misma acomodándose entre el respaldar y el brazo del sofá, aguardando a por los demás que estaban instalados en las habitaciones restantes del palacio. Agotada y con el sueño de por medio, los ojos hinchados y el hambre rugiendo en su interior, trató de descansar, pero pronto las puertas se abrían en un gran estruendo, haciéndola brincar de su posición, asustada.

Todos estaban allí. Edward y Audrey (aunque ellos no vivían tan lejos en comparación con el resto de la familia) que llegaban desde el Palacio de Kensington, Minerva y Leonardo desde uno de sus viajes por el mundo y Georgina y Magnus que llegaban agotados desde La Habana. Podía notar el agotamiento en sus ojos y la empatía al sentimiento.

Los cálidos brazos de su mejor amiga la envolvieron con cariño. Pasó sus brazos por encima de sus hombros, mientras ella la rodeaba por cintura, alcanzando su espalda que acarició con dulzura, siseando una y otra vez con tal de ayudarla a sentirse mejor, con un éxito nulo en el intento.

—Están buscando los restos del jet. Creen que cabe la posibilidad de que hayan llegado por lo menos a alguna isla. Están registrando en cielo, mar y tierra —informó Edward mientras la abrazaba, tratando de mostrar apoyo.

El resto de la familia la estrechó de igual manera entre sus brazos, con una fuerza que necesitaba en esos instantes. Había demasiadas cosas que procesar. Era mucho que pensar. Aseguraba a que tendría que ir a terapia si continuaba así.

— ¿Dónde está Richard? —Indagó confundida al no verlo dentro del despacho junto con el resto de los Crown. Georgina se encogió de hombros, sorbiéndose con una arrugada servilleta la mucosidad que en su nariz residía. Estaba asustada, tanto o igual que Olivia; su hermano mayor estaba desaparecido y detestaba la idea de que no le dijeran con exactitud si en verdad estaba muerto o no.

—Solo sabemos que estaba con Dalila en el Palacio de Blenheim hace unos días antes de marcharse a Paris y después llegaron a América —masculló Audrey, acariciándole el brazo con afecto y una mueca entre los labios —por lo que escuché, están preparando maletas y la verdad es que no entiendo porque...

Desastre RealWhere stories live. Discover now