Capítulo 15

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Nunca había subido al tercer piso, tal como lo había dicho William desde el primer día, sin embargo, tampoco era como si le llamase la atención, no había nada que quisiera conocer allí, salvo la habitación de Will, a donde él mismo la llevaba

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Nunca había subido al tercer piso, tal como lo había dicho William desde el primer día, sin embargo, tampoco era como si le llamase la atención, no había nada que quisiera conocer allí, salvo la habitación de Will, a donde él mismo la llevaba.

Con los dedos enlazados a la mitad de la oscuridad caminaron juntos por el pasillo. Mentiría si decía que estaba relajada; la castaña iba hecha un manojo de nervios, deseosa de ingresar al pequeño mundo que él poseía en el interior del Castillo de Windsor.

—No es mucho a decir verdad —susurró, ingresando a la alcoba. El interior se hallaba sumergido en penumbra, aunque apenas encendió las luces, el amplio lugar se abrió luminosos y esplendoroso —ninguna chica ha entrado aquí —confesó timorato —a menos que cuenten mamá y Georgina —bromeó, aunque apenas podía escuchar Olivia.

El lugar olía a la colonia de William, un aroma viril, un almizcle de su testosterona y fragancia para caballero. Los muros estaban pintados en un tono verde azulado oscuro, la cama tenía un gran tamaño, apostaba a que diez personas cabrían ahí y el dosel de madera pulida y oscura en cada esquina decoraba con masculinidad el acolchado.

Poseía un espacio para un librero gigante, repleto de libros, casi en su totalidad y frente al balcón, había un escritorio repleto de papeles, folders y el ordenador de Will. Las mesitas de noche tenían elegantes lámparas, aunque cada uno de los muebles había sido fina y delicadamente tallado, dándole ese porte regio y elegante, digno de un príncipe como William Crown.

—Me gusta —susurró, pasando los dedos por los lomos del tocador, donde había solo un cepillo para el cabello, un frasquito de perfume, un reloj de oro y una fotografía de la familia —es muy tú —agregó maravillada, mirándolo desde el espejo. Él sonrió, abrazándola por la espalda, deleitándose con el dulzón aroma de su cabellera.

—Dulce fragancia del ámbar —masculló contra su cabello, respirando de ella —, oh, espera —dijo, caminando hasta el equipo de sonido que se encontraba a sus espaldas. Una suave melodía resonó en el lugar, embelesándola y tímida, se ocultó entre sus cabellos, mientras Will la sujetaba de las manos y la conducía al medio del cuarto.

Juntos bailaron con calma, con la bonita música ambientando la escena. Dejó descansar su cabeza contra su pecho, con el rítmico palpitar arrullándola, enamorándola en su totalidad. Todo en él era de lo más perfecto, lo que ella necesitaba; estaba en casa.

Acunó su rostro con delicadeza, conduciendo sus bellas facciones a besarlo. Saboreó de ella, de los pliegues de sus labios, de la tersidad de su piel y del perfume de su anatomía, una combinación de vainilla y frutilla. Todo era maravilloso en ella.

Sintió como su cuerpo tembló. Sostuvo con cuidado su cintura, con sus pequeñas manos sobre sus hombros. Esparció pequeños besos por su mandíbula, escuchando su respiración entrecortada, los pequeños jadeos. Siguió bajando, creando un dulzón caminito hasta su cuello. Enredó sus dedos en su cabello, inclinando su cabeza, haciendo más espacio para continuar besando, allí en su yugular, en la curvatura de su cuello.

Desastre RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora