Capítulo 25

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Olivia rio, metiéndole un pedazo de dona de chocolate en la boca

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Olivia rio, metiéndole un pedazo de dona de chocolate en la boca. William apenas pudo tomarla y terminó perdiendo el equilibrio, cayendo con los labios embarrados del dulce y risas de por medio. Olly se colocó encima de sus caderas, riendo. Se recompuso con velocidad, alzándose de su posición con ella a horcadas.

Con una sonrisita en los labios limpió su rostro, cuidadosa, con una de las servilletas que habían preparado para ellos.

—No había probado donas antes —masculló, limpiando con la punta de la lengua las comisuras de sus labios. Ella volvió a reír, embelesándolo con el gesto; adoraba ver los dientes de conejito y los ojos cerrándose, hasta que los volvía a abrir para aletear adorablemente las largas pestañas; toda la acción era de lo más bonita y tierna, obligándolo a resguardar en su mente cada mínimo detalle y disfrutarlo como si fuese a ser el último.

—Te llevaré a hacer cosas que de seguro aún no has hecho —susurró, besándole la mejilla —de compras al supermercado, a ir a algún bar de mala muerte y a que bebas hasta terminar inconsciente en un lugar que no conozcas —contó, fascinándolo. Por supuesto que quería hacer todo aquello, pero con ella —a que camines descalzo por la hierba de una plaza, a que bailes por la lluvia, a que veas las estrellas en una vieja manta por la noche fría y a ver una película al cine —siguió —; incluso, te puedo llevar a comprar juguetes a una sex shop —susurró coqueta, mordiéndole el lóbulo de la oreja. Sabía que aquello lo ponía un montó.

—Eso suena bastante tentador —farfulló, acariciando el rostro femenino —si quieres, de vuelta al castillo podemos hacer una primera parada —dijo, tomándole el trasero con descaro. Soltó un leve gritito sorpresivo, antes de echarse a reír.

—Compórtate; estamos en público, pervertido —alegó divertida, vivaracha y jovial —hay niños también por allí con padres que te demandarán por pervertir y traumar a sus hijos —agregó, juguetona.

— ¿Esto no se hace entonces en un picnic? —Inquirió fingiendo confusión, apretando los muslos carnosos y fuertes de Olly, quien comenzaba a sonrojarse y avergonzarse de cometer aquello en público. Rio en respuesta y negó; pretendió apartarse, tratando de controlar el momento, sin embargo, la sostuvo desde la cintura, negándole cualquier movimiento.

—William, tendré que darte clases de picnic en el Gran Salón —canturreó, haciéndole reír. El silencio se formuló entre ambos, con miradas cargadas en ternura, en amor puro y desinteresado, real y eterno —te amo mucho, Will —dijo, sin titubeos, mirándole a los orbes azules, que se achinaron al sonreír.

—Yo te amo mucho más, Olly. Demasiado —susurró, seguro, recibiendo las tontas sonrisas timoratas de la castaña entre sus brazos —; aún me pregunto... si te hubiera podido conocer de ser las cosas diferentes —contó, sonrojado, un tanto apenado de ello. Sentía un terrible bochorno al pensar así, pero era una de las tantas incógnitas que tenía creando ternura en ella; sí ella no estuviese con él, ¿Quién sería el afortunado de llamarla <<novia>>?

Desastre RealWhere stories live. Discover now