Cuando William Crown entromete en su vida a Olivia Cumberbatch, sus ideas van más allá de un simple coqueteo dulce, sino, que necesita de su ayuda para poder obtener aquello que por derecho posee desde nacimiento: la corona.
De esa forma, Olly no so...
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El reinado de Richard Crown prometía muchas cosas, demasiadas en realidad, sin embargo, cada una de ellas en lugar de brindar positivismo, pero todas ellas solamente otorgaban temor y falta de esperanza. Reino Unido tendría la época más oscura que nunca se hubiera visto con Richard y Dalila como sus reyes.
Por otro lado, Olivia había pasado a ser princesa de Gales en cuestión de días después de la coronación. No le sorprendía demasiado que las cosas cambiaran de esa forma; era de esperarse a final de cuentas.
El Palacio de Buckingham pasó de ser su hogar a ser simplemente un lugar turístico para ella. Windsor de nuevo abría sus puertas para Olly y no había ningún solo lugar que le cayera mejor que aquel, donde tendría a la familia Crown haciéndole compañía y podrían quizá ayudarla a sentirse mejor en su luto.
Suspiró pesado mirando el cielo azul que se abría paso desde el balcón. El suave movimiento de las cortinas le llamó la atención y le hizo dibujar una diminuta sonrisa; el simple mover le causó una pequeña sensación de paz y tranquilidad, una que desde hace demasiado tiempo no sentía.
La puerta pronto se abrió en un gran estruendo. Sophia y Margaret ingresaban veloces y corrían al interior del armario, diciendo cosas con gran velocidad que no entendía nada. Se levantó de su posición, amarrándose el albornoz azul marino que le gustaba a Will y usaba para recordarlo, antes de encontrarse con los guardias, que aunque estaban apenados, parecían firmes a una sola cosa: cumplir órdenes.
— ¿Qué está ocurriendo? —Cuestionó confundida, observando cómo Sophia y Margaret contenían el llanto mientras continuaban empacando cosas con una increíble rapidez.
—Por órdenes del rey Richard y la reina Dalila, se le retira a la señora Olivia Crown cualquier título otorgado, se solicita su pronta partida del Castillo de Windsor y se le prohíbe la entrada a cualquier otra de las casas reales.
— ¿Qué? —Apenas alcanzó a decir, incrédula, admirando como el par de damas corría veloz al tocador y metían veloces algunas cuantas pertenencias, continuando por llevar sus maletas a la puerta y sacar un simple conjunto de jeans, camisa, poncho y zapatillas deportivas, apenas para que pudiese sobrevivir al mundo exterior.
—Lo sentimos, señora Olivia, pero por órdenes de nuestros reyes tenemos que sacarla de la casa real —explicó con calma y lastima uno de ellos, a lo que solo asintió, comprendiendo a que iba todo aquello.
No dijo nada y sin chistar tomó las prendas antes de encerrarse en el cuarto de baño. Contuvo el llanto entre sus labios y ojos, solo pensando, solo rememorando a Will y que aquel lugar era donde le gustaba estar solo por los recuerdos que yacían entre esas paredes; después de ese día, ya no sería así.
Se coló entre las prendas mientras miraba el cepillo dental junto al suyo en el vasito. Sonrió con tristeza y aunque no sabía si infringiría alguna ley, tomó aquello y lo escondió entre sus prendas, así como la loción masculina, solo como recuerdo de que William fue real, que compartió su vida con ella y que su sueño se había cumplido: había tenido el privilegio de haberse enamorado, casado y amado a William Crown y eso nadie se lo podría quitar.