Capítulo 40

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La celebración fue justo como Olivia lo imaginó

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La celebración fue justo como Olivia lo imaginó. Una velada bastante elegante y agradable donde aunque los invitados bailaron, no fueron más que piezas musicales sumamente finas y lentas, de modo que, terminó cediendo a quedarse sentada, bebiendo copas de vino con lentitud una tras otra, solo esperando el banquete, antes de que tomaran el jet privado para marcharse hasta su "Luna de Miel".

—Sé que esto no es lo que querías —su voz dijo a sus espaldas, con una profunda sinceridad y tristeza que le lastimó, pero se mantuvo firme. No daría su brazo a doblegar —sé que no querías que el festejo de nuestro matrimonio fuera así, pero por favor, disfrútalo conmigo —pidió, casi a modo de suplico. Odiaba que usara ese tono. La hacía sentir culpable, como si fuese un monstruo y al menos consideraba que no lo era.

De mala gana se levantó de su lugar. No sabía cuáles eran sus intenciones, más no preguntó nada y terminó cediendo cuando él le tomaba de la mano, conduciéndola hasta la sección de los postres. Tenía que admitir que tenía hambre y no conseguiría sobrevivir hasta el banquete.

—Prueba esto —dijo, tendiéndole con la mano una tartaleta con crema y frambuesas. Enarcó una ceja, dubitativa —oh, vamos —jugueteó. Suspiró pesado y termino estirando su rostro, hasta alcanzar entre sus dientes el primer mordisco. El azucarado sabor invadió sus papilas gustativas, así como ese toquecito delicioso de la fruta. Rio y aceptó un segundo bocado, maravillándolo en el proceso.

— ¿Estás que son? —Indagó, apuntando a unas bolitas que nadaban en una especie de salsa.

—Son peras en vino. Uno de los favoritos de mi padre y de la mayoría de los presentes —explicó, sirviendo una cuantas en un pequeño platito de porcelana —son ricos, pero prefiero más las fresas en chocolate o en crema —dijo con simpleza. A la chica también le gustaban aquellos postres, pero no comentó nada al respecto, solo asintió recibiendo una cucharada con un pedacito de pera — ¿te gustó? —Indagó, a lo que ella afirmó con una sonrisa.

—Pero me gustan más esos —señaló, apuntando hasta unos panques achocolatados con crema batida y diferentes galletas encima a modo de decoración; en unos, había coronitas y en otras, anillos, zapatillas o relojitos. Parecía tiernos y bastante agradables al gusto.

Mientras degustaban de los diferentes postres, se vieron interrumpidos cuando les llamaban a la pista de baile. Timorata sonrió y aunque quería negarse, sabía que no podía. El primer baile era como la presentación de la pareja al mundo y conocía que eso le daría muchos puntos a su matrimonio.

Dejó que su mano la condujera, hasta que terminaron bañados por la iridiscente lámpara que les apuntó, iluminándolos con esplendor y belleza.

Terminó riendo, rodeando el brazo de Will hasta que su mano izquierda llegó a su hombro. Por mientras, la derecha era sostenida por la suya y la otra la mantenía apegada a él por la espalda, pegadita, cercana, sin ningún modo de escapatoria alguna, aunque siendo sinceros, ella no quería escapar ni un poco.

Desastre RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora