Capítulo 38

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Apenas salieron del túnel que los conduciría hasta el interior principal del aeropuerto, no le sorprendió ver a las cámaras esperando a por ellos y las luces brillantes y enceguecedoras relampagueando de aquí para allá.

Con la mano enredada a la de él, dejó que la condujera por el estrecho espacio, hasta que se hicieron presentes los guardias que los ayudaron a caminar por el medio del gentío y las preguntas que invadían sus tímpanos, todas relacionadas a su ausencia, a su repentina aparición y si aún habría boda.

No se hallaba preparada para todo aquello; agradeció que Will fuese quien respondiera a todas las dudas que había en puerta, donde afirmó que la unión se llevaría a cabo en poco tiempo y que solo tenían un asunto a tratar —uno muy difícil, por eso su larga ausencia— por lo que se tuvo que posponer la fecha.

Sonrió minúsculamente, siguiendo los veloces pasos de Crown hasta el vehículo que los llevaría a Windsor. Apenas ingresó, metió la cabeza entre las rodillas, tratando de regularizar su respiración. Estaba nerviosa y asustada; aseguraba a que sufriría de algún ataque de ansiedad si no era cuidadosa.

— ¿Quieres un poco de agua? —Ofreció atento, tendiéndole una botellita fresca con la bebida. Asintió y con dedos trémulos lo sostuvo, bebiendo de un trago todo en su interior. Él sonrió y aunque quería tocarla, acariciarle la espalda para confortarla, creyó que crearía peor sensación que antes, así que prefirió no hacerlo, pero se quedó allí, junto a ella, preocupado y esperando que mejorara — ¿mejor?

—Un poco —susurró, limpiando con el dorso de su mano el pequeño rastro de agua que quedó encima de su labio —creí que no se enterarían de que llegaríamos —alcanzó a decir, aun nerviosa, jugueteando con la botella entre los dedos.

—Has estado por un largo tiempo desaparecida y todos te extrañan, y aunque fue una semana, siempre han de verme, así que... nos debieron de haber buscado o aguardado por nosotros —farfulló con calma, con total serenidad que le colmó la paciencia. Detestaba que pudiese estar tan tranquilo, que fuera la imagen de la plenitud en persona, a pesar de que sabía que se debía a los largos años de experiencia que poseía a su favor —si lo necesitas, hay un poco de tequila en la...

—Lo necesito, ya, por favor —aceleró a decir, jadeando, aun temblorosa, con la cabeza pitándole descontrolada. La sostuvo entre sus manos antes de sufrir un ataque y apenas vio como él sostuvo la botella, se la arrebató de un tirón, empinándose la bebida en la boca.

William frunció el ceño, un tanto confundido y al mismo tiempo preocupado por su estado. ¿Qué podía hacer él? Aún estaba asustado de no hacer las cosas bien por segunda ocasión y tenía a sus propios demonios a su espalda siguiéndolo a paso firme. Si no podía consigo mismo, ¿Cómo conseguiría ayudarla?

—Hey —dijo, estirando la mano para quitarle la bebida. Ella de inmediato reaccionó de mala manera, al borde de casi lanzarse a él para evitar que la guardase, pero fue tarde, y antes de que actuara de nuevo, sus manos acunaron su rostro y aunque quería que no hubiese ninguna clase de contacto, le reconfortó la calidez de sus dedos, la suavidad de sus palmas y la forma firme y segura que tenía para enfrentarla.

Pero al mirar sus ojos, lo primero en lo que pensó fue que aquellos bonitos orbes azules, brillantes y cristalinos, profundos y misteriosos, encantadores y enigmáticos, habían visto a Dalila Saint-Dié desnuda, en más de una ocasión y que, para empeorar la situación, incluso cuando se atrevía a tocarla.

Todo en él ante Olly había cambiado. Le dolía el simple hecho de imaginar que aquella rubia igual que ella había conocido los rincones de William, que todo en él también fue conocido por ella, cuando estaba con Olivia.

Desastre RealWhere stories live. Discover now