Capítulo 37

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Con el paso de los días, compartir junto a William el pequeño departamento en que residían, así como el empleo y los largos viajes silenciosos de la ciudad hasta el pueblo, era mucho más agradable de lo que pensaba

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Con el paso de los días, compartir junto a William el pequeño departamento en que residían, así como el empleo y los largos viajes silenciosos de la ciudad hasta el pueblo, era mucho más agradable de lo que pensaba. Le emocionaba que se relacionaran en silencio, con pocas palabras y sin presiones, de forma que le daba ese toquecito de ilusión que antes sentía.

Sin embargo, cuanto más feliz lograba sentirse, las imágenes volvían, la enloquecían, le quemaban y terminaba ignorándolo, tratándolo de mal humor y tan grosera que las esperanzas que William sentía desaparecían con ello.

Todo hubiese sido más fácil si ambos se hubiesen conocido en situaciones diferentes, en momentos diferentes, si tan solo ambos fuesen de las mismas raíces, consiguiendo una vida tranquila en un lugar con la misma paz y obteniendo lo necesario, porque no necesitaban más, solo su compañía.

Suspiró frustrada, sirviéndose una taza de café antes de acomodarse en el sofá, viendo la película que pasaban en el canal abierto a esas altas horas de la noche.

Will estaba internado en el baño, inquieto y asustado. El día siguiente era decisivo. Perdería su oportunidad si ella así lo quería y debería regresar a Londres, para cederle la corona a su tío Richard.

Extrañaría ese estilo de vida rustico y relajado, ese en donde podía trabajar con normalidad, cocinar, disponer de tiempo libre e incluso disfrutar de agua fría y fresca.

Al salir, encontró a Olivia, acurrucada contra el rincón del sofá disfrutando de la humeante taza de café. Sonrió y silencioso, secó su cabello con la toalla húmeda entre las manos, para después salir a tenderla.

Se quedó allí afuera, disfrutando de la calma de la noche, el sonido del viento y los grillos, así como del cielo estrellado y claro. Todo era calmado, tan simple y bonito, que en verdad le ponía en duda las elecciones de su vida.

Pero él había sido criado para dirigir y ver por el pueblo, fuera como fuera y quisiera o no, era su deber.

Olivia miró la puerta abierta. Imaginó que se encontraba en el exterior, ya que su figura masculina solía relucir con esplendor en la estrechez de su departamento. Mordió su labio con fuerza, con ideas en la mente, todas para ir hacia allá, pero al mismo tiempo, maldiciéndose si daba pie a algo más.

Esa semana había sido bonita y agradable, sin embargo, si decidía volver con él, le tendría que decir adiós a ese estilo de vida que a ella le gustaba.

Caminó hasta allí, maldiciéndose repetidas veces. Se acomodó junto a él en el barandal, calladita, tratando de ser lo más invisible posible, aunque sabía que eso nunca podría ser; al parecer, incluso podría irse hasta el fin del mundo y él la encontraría...

Y aquello le gustó.

— ¿No tienes frío? —Indagó, curiosa y dulce, tratando de evitar fijarse en la anatomía desnuda de William. Un sonidito a modo de negación salió de su garganta. No necesitaba que hicieran una especie de conversación, solo con que ella se quedara allí, acompañándolo, era más que perfecto.

Desastre RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora