Capítulo 12

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—Vas muy callada desde hace un rato

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—Vas muy callada desde hace un rato. ¿Pasó algo? —Preguntó curioso Will, alzando la vista un poco del móvil entre sus manos. Un extraño sonidito salió de su garganta, a modo de negación, mientras se dedicaba a perderse en los paisajes escoceses que se abrían paso en su campo visual —estás disgustada —afirmó, guardándose el aparato en el saco —confía en mí, ¿Qué pasó?

Rio con amargura, ignorándole olímpicamente. El hombre frunció el ceño, aun vislumbrando como su figura estaba acomodada contra la puerta y el asiento, pegadita allí, apartándose de él. Incluso, cuando quería sacarla a bailar o cuando quiso quedarse junto a ella al ver el partido de croquet, notó su lejanía.

—Vamos, Olivia. Algo ocurre —aseguró con firmeza, acercándose un poco más, pero se detuvo al verla pegándose más contra la puerta, denotando distancia —dime que es —pidió dulce, con un empalagoso tono de voz que le hizo gruñir.

— ¿Qué mierda quiere que le diga, su alteza? —Masculló rabiosa, asombrando un poco al susodicho.

— ¿Tengo algo de culpa en que estés así? —Inquirió, sacándole risas sardónicas a la enfurecida mujer. Tenía ganas de lanzarse sobre él, golpearlo con fuerza una y otra vez y marcharse de vuelta al departamento compartido con Audrey. ¿De qué servía estar allí fingiendo si al final todos iban a pensar que ella era una pendeja y que la otra chica era la suertuda?

—a otro perro con ese hueso, majestad —soltó, enfurecida, pensando en mil formas de hacer trozos a aquella rubia —; quiero ir a casa —susurró.

Quizá lo peor de aquello no fue su engaño, fue engañarse a sí misma, pensar que tendría alguna oportunidad, que él podría quererla más allá de todo ese plan que tramaba para tener la corona. Se dejó ilusionar y pensar que todo eso que su cabeza trazaba alguna vez se convertiría en realidad.

—Allá vamos —murmuró, confundido y asustado.

—A mí verdadera casa —refunfuñó, entristecida, acomodándose contra la ventanilla.

Suspiró y asintió, temeroso. ¿A qué se refería con ello? ¿Quería marcharse? Y si quería hacerlo, ¿Por qué? Todo siempre marchó bien entre ellos y aquel día había empezado de maravilla, ¿Qué podría haberlo echado a perder?

La villa de la familia real apareció ante sus ojos. El mayordomo abrió la puerta para ella, recibiéndola con un suave murmullo de bienvenida, al que la mujer respondió con un asentimiento antes de sacarse los tacones y caminar hasta la entrada.

Georgina miró curiosa a Olivia y como parecía querer huir. Le dio un ligero codazo a Edward, quien de inmediato giró a mirarla, preguntándose que estaría ocurriendo. Pensó por un momento, callado y quieto, a la espera de sus padres que venían en el último vehículo, para que la familia ingresara toda junta.

—Gina —llamó preocupado Will, acercándose a la adormilada pelirroja.

— ¿Qué quieres? —bramó de mal humor. Sentía la cabeza a reventar, que en cualquier momento explotaría y creyó que se trataba debido al coñac, al cual no estaba acostumbrada y se había sobrepasado aquella tarde.

Desastre RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora