Capítulo 17

1.3K 113 10
                                    

Margaret y Sophia no estaban en su alcoba

Ops! Esta imagem não segue as nossas directrizes de conteúdo. Para continuares a publicar, por favor, remova-a ou carrega uma imagem diferente.

Margaret y Sophia no estaban en su alcoba. Agradeció a cualquier fuerza existente que fuera así; necesitaba pensar, aclarar su mente y tomar un respiro; quizá se trataba de algún espejismo, quizá una imagen irreal que su imaginación había elaborado, quizá y fuera verdad.

Respiró, necesitada de sacarse el vestido, aunque debía volver pronto a la cena. Se removió que aquí para allá, inquieta, al borde de un colapso. ¿Hubiera sido mejor hablar con él, conocer los hechos desde su boca? ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué se comportaba como una adolescente? Insegura e indecisa, sin saber muy bien qué era lo correcto.

Toquecitos suaves la despertaron del letargo en el que se había sumergido. Frunció el ceño, imaginando a que se trataba de William, pero las cejas bien delineadas se alzaron sorprendidas al notar a Edward allí, con una cálida sonrisa, achinando los ojitos azules.

— ¿Puedo pasar? —Indagó relajado, con un matiz en la voz cariñoso que solo la confundió, más no comentó nada y asintió, apartándose para que ingresara —; no es correcto de una princesa marcharse así de una gala —masculló afable, caminando a cortos pasos al interior de la alcoba.

—Lo siento, no pretendía irme así, y-yo, solo... quería estar sola —murmuró, aunque sabía que era muy amable de su parte que se encontrara allí —en unos minutos pretendía volver, más tranquila —susurró, sentándose en el gran sofá de la habitación.

—Me sorprende el hecho de no verte derramar una sola lágrima —confesó, incomodándola. ¿Quería verla lloriquear?

— ¿A qué te refieres?

—Georgina habría llorado enloquecida y cualquier otra chica lo haría también quizá, pero tú no, ¿Por qué? —Indagó, intrigado, sin parecer malintencionado. La castaña suspiró y sonrió con tristeza, sin ser capaz de mirar al hermano de Will.

—Hace años, tuve una segunda mejor amiga; su nombre era Louisa y... nunca fue buena con las relaciones —contó tristona, jugando con el vestido esmeralda —la vi llorar en muchas ocasiones y más de una vez me pidió consejo a pesar de que en ese entonces yo no había tenido ningún solo noviazgo —farfulló avergonzada —un día, vio a uno de sus novios follando con otra chica, resultando que también salía con ella. Lloró como nunca, rota, despedazada y hecha trizas. La había humillado.

>>Un día me quedé con ella y estaba diferente, parecía ida, como... pérdida —comparó, recordando a esa chica que desapareció de su vida hace años —me juré con ella en mis brazos que no pasaría por algo así, llorar por un hombre en esos términos... no lo podría soportar. Ella era mejor que yo y aun así no lo consiguió... ¿entonces yo? Estaba asustada y no quería vivir eso... así que fue lo mejor.

>>Al poco tiempo tuve mi primer novio, mientras ella aún no lo superaba. Se molestó conmigo y después, de pronto se había marchado a quién sabe dónde. No supe más de ella y con ese chico, yo estaba muriendo... me estaba consumiendo con él y... sin querer, un día, cuando planeaba llorar, me lo recordé. No lloré, no sentí nada. Y prevalecí con ese juramento. No planeo romperlo ahora —aclaró, con una sonrisa ganadora. Edward asintió, con una tímida sonrisita, sin saber que decir con exactitud y que no se lo fuese a tomar a mal. Solo quería ayudar en ambas partes, porque supo lo que había ocurrido.

Desastre RealOnde as histórias ganham vida. Descobre agora