capitulo 2

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Estaba hablando con el padre de Yanina Sánchez cuando escuché los pasos de aquellos tacones. Giré en dirección de aquel sonido para encontrarme con la imagen de mi pequeña transgresora caminando a paso decidido hasta nosotros.
Vestía con la bata blanca sobre aquel uniforme de quirófano y traía en mano una carpeta.
La miré con el ceño fruncido y cuando me miro primero con expresión serena pensé que podríamos aclarar lo sucedido, pero yo en este momento estaba ocupado. No podía dedicarle mi tiempo a aquella pequeña. Volví mi atención al hombre frente a mi hablándole y apartando mi atención de esa mujer.

- Como le decía señor...
- Buenas noches, señor Sánchez?

Pregunto mi pequeña transgresora. La miré con confusión mientras el padre de Yanina asintió para ella y la mujer de ojos negros tendió su mano hacia el.

- Soy la Doctora Samantha Álvarez, la cirujana de su hija.

Se presentó con seriedad.
No podía creerlo!! Carajo!!
Había estado dentro del quirófano con la pequeña que atropelle cerca de mi oficina. Y ni cuenta me había dado.
La doctora explico con precisión el resultado de la cirugía de Yanina a su padre y le dio las indicaciones a seguir...

- Muchas gracias Doctora , y a usted doctor  Riviera, de verdad les agradezco mucho lo que han echo por mi niña.
- Un placer señor, ahora si me disculpa, iré a pasar el informe al cambio de guardia.

Dijo antes de retirarse. Me dio una mirada furiosa, lo que me indicaba que me reconocía de haber chocado con ella y se alejó a paso rápido y firme de nosotros.  Mis ojos estaban fijos en aquella pequeña mujer, es que ahora estaba más que intrigado y no soportaba la idea de que la chiquilla tuviese una mala impresión de mi persona. En el quirófano habíamos hablado apenas, y aquella doctora de verdad había tenido un pésimo día. Perder un paciente ya era de por si malo, perder a tres en un solo día, y justamente tu primer día de trabajo debía de ser intolerable para cualquier médico.
Si encima de todo eso, le sumas el cansancio y además un tipo te tira café encima y bromea contigo...
Era muy entendible su enfado. Aunque no estaba muy de acuerdo con la reacción que tubo, podía entender el porqué.
Tenía que reconocer que la tomé en un momento muy desafortunado. Genial...
Ahora me sentía mal por empeorar su ya pecimo día.
Cinco minutos después no soporte saberme responsable de hacer de su día peor de lo que ya estaba yendo y tomé mi decisión.
Iba a resarcirme con ella y disculparme de forma correcta con la Doctora Samantha Álvarez.
Fui directo a la cafetería de la planta quirúrgica, preparé de forma rápida un par de cafés y me encamine a donde sabía encontraría a la doctora Álvarez. La sala de médicos.
Golpeé la puerta y aguarde en silencio hasta que una femenina voz me diera la autorización. Sabía que solo la doctora Álvarez estaba en dicha sala porque había visto a todos los médicos saliendo de la sala a exepcion de ella.
Su voz me alcanzó casi dos minutos después de golpear su puerta.

- Adelante...

Abrí con cuidado la puerta e ingresé con paso lento en aquella sala de médicos. No la vi de inmediato. Apoye con cuidado los cafés sobre una mesa en el centro y lleve mis manos a los bolsillos mientras esperaba que saliera del baño. Estaba seguro que estaba en la ducha que ahí había, podía escuchar el agua correr...
Tres segundos fue lo que tardo en cerrar el agua, cinco minutos en total para salir de aquel lugar. Cuando escuché la puerta abrirse  tomé de nuevo los cafés y los puse a calentar en el microondas que teníamos en esa sala médica. No giré a ella hasta que escuche sus pasos acercándose. Y cuando lo hice me quedé perplejo por como treinta o cuarenta segundos.
Vestía de forma sencilla, unos leguins ajustados, una camiseta ajustada en color blanco, pies descalzos, pelo suelto y húmedo, mientras se lo cepillaba de forma mecánica, debía reconocer que lo tenía bastante largo, con lo que parecían una ondas naturales.
Fue derecha a la que asumo es su taquilla y saco un bolso de cuero negro y algunos libros. Acomodó los libros en la mesa, se colocó un par de gafas de lectura y mientras continuaba cepillando su pelo parecía ir leyendo.
Sin prestarme ningún tipo de atención.
JODER! Tenía que reconocerlo, la pequeña era bonita...
Demasiado bonita.
Negué mentalmente y aclaré mi voz para captar su atención, la chica no mostró dar ningún signo de haberme notado.

- Doctora...

Dije intentando sonar tranquilo.
Apenas si me dio una fugaz mirada y volvió su atención al libro y su pelo...
Okey...

- Que necesita Doctor Riviera?

Pregunto en tono molesto y sin mirarme nuevamente.
Bueno , esto iba a ser más difícil de lo que creí. Tomé las tazas de café y me encamine a la mesa donde ella se encontraba sentada. Coloque una de las tazas frente a ella y me senté en la silla del otro lado de la mesa.

- Pensé que podría invitarle un café y...
- Y porque pensó una cosa así?

Me interrumpió.
Cargué de aire mis pulmones recordándome que la mujer frente a mi había tenido un pésimo día y que yo lo había empeorado.
" No sueltes tu lengua bromista"
Pensé para mis adentros.

- Quería presentarme de forma correcta con usted y de paso ofrecerle una disculpa por lo de esta tar...
- Presentarse, ya lo ha echo cuando entro en mi quirófano Doctor. Y no necesito de sus excusas ni disculpas.

Soltó de forma abrupta. JODER!!

- Creo que empezamos con mal pie y no quisiera que
- Lo que usted quiera no me interesa Doctor Riviera. Le repito no necesito de sus excusas ni disculpas. Mucho menos de un café que usted me invite, puedo pagarlo por mí misma.

Hasta ahí llego mi buena voluntad, que se creía? Tampoco fue para tanto.

- Cual es tu problema? Solo intentaba disculparme por lo sucedido, pero creo que eres muy inmadura. Las personas se pueden equivocar sabes?

No me miró. Solo se puso de pie de forma rápida, se calzó unos zapatos de tacón bajo, tomo su bolso colgándolo en su hombro izquierdo, los libros que había sacado y la taza de café que le quería invitar. Pensé que al menos el café lo tomaría. Y que hizo la pequeña rebelde? Camino hasta una papelera y lo tiro como si fuera cualquier cosa. Se encaminó envuelta en furia a la puerta y salió de ahí dando un portazo. Dejándome solo, sorprendido, y más confundido que nunca.

Tu y yo... todo o nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora