Capitulo 72

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Miguel

Saber que tenia gente entre mis amigos en los que podía confiar sin ninguna duda, de alguna manera me daba cierta paz. Porque ahora, 24 horas después de que el maldito de Julio se había metido a mi hogar, había encerrado en un armario a mis pequeñas y había agredido a mi mujer...
Sabía exactamente como fue que llegó a lograrlo, tenía todas las malditas pruebas de que tenia un cómplice y dentro de mi propia casa. Hacía dos años que trabajaba con nosotros, pero estaba claro que yo mismo había metido al enemigo en mi propia casa.
Ahora me debatía entre enfrentarla o enviarla directo a la cárcel sin siquiera decir una palabra.
Si por mi fuera ya los dos estarían tras las rejas.
Subi las escaleras una vez Nathaniel se despidió dejándome todo lo que podía llegar a necesitar, todas la pruebas, todo lo que demostraría la traición. Entre en nuestra alcoba y encontré a mi mujer profundamente dormida en medio de la enorme cama, su cabello rubio y largo caía suelto sobre las almohadas, las cobijas y sábanas de lino cubrían su perfecto cuerpo. Me recargue en el marco de la puerta y la observe a detalle, llevando las manos a los bolsillo de mi pantalón, soltando un cansado suspiro... Ya había checado que Bianka y Nathacha estuvieran bien, Thomas estaba intranquilo, pero era de esperar que se sintiera de esa forma, Julio había vuelto a causarle daño a su mamá y aunque para Thomas yo era su verdadero padre, porque así actúe desde que le conocí, el saber que compartía gentes con ese tipejo cobarde y de poca monta no era algo que le agradara.
Note como mi mujer suspiraba entre sueños y se re colocaba en la cama.
Mi hermosa esposa....
Padre, mi mujer me haría nuevamente padre...
Sentía como mi pecho se hincha a de orgullo, nuestro quinto hijo/a ya descansaba en el cálido vientre de mi preciosa mujer, esta vez no habíamos esperado demasiado a que Nathacha cresiera un poco. Lin quería volver a embarazarse lo más pronto posible, ya que sería el último no quería tener más de 30 cuando le encargaramos, para mi era algo tonto, porque ella seguiría hermosa y joven con esa edad. Pero...
Ella decía que no quería ser una vieja criando a los niños.
DiOS!! La adoraba de una forma que si no estuviera a mi lado estaba seguro que no podría seguir viviendo. Ella era mi mundo, ella y mis hijos eran lo más sagrado, lo más perfecto y hermoso de mi vida.
Cuando sus ojos verdes empezaron a moverse supe que estaba ya despertando por fin. Hacía doce horas que estaba durmiendo y lograrlo me había llevado demasiado tiempo, pero todo valía la pena por ella...
Por fortuna Luana dijo que el bebé estaba bien, nuestro quinto bebé estaba bien y mi mujer solo tendría que guardar algún par de semanas reposo para que todo retornara a la normalidad con su embarazo. Tres semanas, nuestro pequeño tenía tres semanas de gestación y pese a que saberlo me llenaba de orgullo y dicha no podía sentirme tan feliz como con mis otros hijos... No porque no le quisiera. Todo lo contrario, ya le amaba, pero ahora tenía que encontrar la manera se que el desgraciado de Julio desapareciera de una vez por todas se nuestras vidas, el tenia que estar refundido en la cárcel, no podía dejarlo en libertad luego de todo lo ocurrido. Lo haría pagar de una vez por todas el daño que le causó por años a mi mujer, a mi hijo Thomas a Ámbar y ahora incluso a mis hijas Nathacha y Bianka... Y a él... A mi nuevo bebé.
Me acerque en cuanto los ojos verdes de mi hermosa Lina se abrieron por fin y bese sus labios de forma suave, ella me vio algo confundida, pero de inmediato una sonrisa suave y dulce apareció en su rostro.

- Como te siente hermosa?

Pregunte ayudándole a sentarse con cuidado en la cama, el morado en su ojo y el labio partido hacían que mi corazón doliera, pero lo importante era que Julio no había podido dañarla mucho más y que nuestro hijo no corría peligro dentro de su vientre.

- Nesesito comer alguna cosa, estoy muy mareada...

Admitió mi mujer llevando su mano a la frente. Asentí para ella y de inmediato marque la extensión a la cosina para que clara preparase el almuerzo a mi mujer. Una vez echo el pedido me senté en el borde de la cama y tome la mano de Lina para besarla...
Ese gesto de mi parte a ella le encantaba, la hacía cerrar los ojos y suspirar con placer, casi tanto como cuando le hacía el amor.

Tu y yo... todo o nadaWhere stories live. Discover now