capitulo 16

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            La cita tercera parte

- No pensé que aún faltará esto.

Dijo Samantha mientras la ayudaba a sentarse en la silla.
Observo el lugar sonriendo...
El sitio era perfecto, un pequeño restaurante, un sitio íntimo, dónde podríamos disfrutar de una agradable cena tranquila y charlar de nosotros.

- No es una cita si no te llevo a cenar.

Dije ya sentado yo también.
El mozo que nos guío a la mesa se había retirado a traer el vino que solicité. Era hora de la celebración por su nuevo puesto en la clínica. Y ver...
Cuando el mesero regreso con el vino, sirvió nuestras copas y tomo rápidamente nuestra orden. Dejándonos solos nuevamente.
Tome la copa y hablé en tono sereno...

- Quiero hacer un brindis Samantha.

Ella sonrió y tomo también su copa.

- Porque quieres brindar Samuel?
- Por tu éxito en la clínica. Quiero brindar por que eres una mujer exitosa, una cirujana de las mejores que he conocido y porque la junta directiva lo ha descubierto. Pero además... Quiero brindar por esta noche, por tus sonrisas...
Quiero brindar por que soy un hombre afortunado de poder compartir este momento contigo.

Dije chocando nuestras copas. Bebimos un trago los dos y note como ella suspiraba, relajada...
Incluso podría jurar que soñadora. De pronto vi sus ojos llenos de dolor, un dolor lacerante. Que parecía consumir sus anhelos.

- A que estamos jugando Samuel?

Pregunto con tristeza.

- Yo no juego Samantha.

Dije fijando mis ojos en los suyos. Solté la copa y extendí mi mano para ella. Dudo, se que lo hizo pero finalmente me tendió la suya. No la solté mientras hablaba...
Quería que lo dijera, porque estaba seguro de lo que yo respondería.

- Tengo mucho lastre en mi Samuel, no quiero complicar la vida de nadie...
No soy esa mujer ideal, bonita, delicada y sin problemas que todo hombre quiere...
Cargo con cosas demasiado grandes, cosas que me perseguirán por el resto de mis días.
- Hablas sobre tu ex marido...
Samantha eso no es importante.
- Samuel, el no me dejara en paz. Lo conozco, y no quiero complicar a alguien más por el.
- Puedo preguntar qué pasó?

Su mano se alejó de la mía, y su rostro se tornó sombrío.

- No fue un matrimonio convencional...
Carlo pertenece a una comunidad muy diferente a la que rige en este mundo. Mi padre nos presento y al mes estábamos casandonos.
- Te enamoraste...

Deduje.

- Nunca. Fue arreglado entre familias, Joaquín había entrado en este estilo de vida distinto... Y yo era su única hija. Hasta los trece años fui criada como cualquier otra niña de su edad. Pero cuando el ingreso en esa especie de iglesia todo cambio.
Ya no tenía voz ni voto...
No podía hablar sin permiso de mi dueño.

Dijo dueño?
Mi cabeza intentaba seguir el hilo de lo que ella revelaba. Pero esa palabra me descolocó.

- Querrás decir tu padre...

Intenté corregir. Y ella negó.

- Lo he dicho bien Samuel. Dueño. Joaquín dejo de ser mi padre en cuanto entro a formar parte de ese circulo. Las mujeres ahí, no son consideradas como personas. Son la propiedad de el hombre. Primero su padre, luego el marido que se elige para ella.
- Tu padre te dio a Carlo.
- Entre otros tantos hombres que decidieron. Si. El asunto es que cuando te casas, tu marido no es tu marido, es tu dueño. Si el te dice que comas, lo haces, si dice que limpies mil veces la mesa, lo haces. No puedes negarte a nada, no tienes derecho a opinar, pedir o pensar por ti misma. Eres la propiedad y como tal tu dueño puede hacer contigo lo que le placa. Yo fui la primera de las esposas.

No podía comprender todo aquello, sonaba muy surrealista.
Pero tampoco podía interrumpir lo que decía, porque aunque hablaba de algo que a mi entender era demasiado tétrico, quería saberlo. Porque quería conocer todo de la mujer que hoy tenía frente a mi.

- La primera?
- El hombre puede tener tantas mujeres como pueda mantener con su dinero. Y todas y cada una le deben de servir y obedecer en todo lo que diga.
- Cuantas tuvo Carlo?
- Cuatro, hasta que yo me fui. No se después si obtuvo alguna más.
- cuanto tiempo estuviste casada con el?
- Cuatro años. De los 16 a los 20.
- Eso es...
- Atroz? Surrealista?
Todo lo que una puede hacer es bajar la mirada y decir si señor. O no señor...
Eso sí se te daba el permiso para hablar. No puedes ducharte o ir al baño por tus necesidades básicas si él no te da la orden. No puedes dormir si no te da la orden...
- Samantha, no tienes que seguir hablando de eso si no quieres...

Dije volviendo a tomar su mano en la mía. Me dio una mirada llena de dolor y melancolía...

- Tienes que entenderlo Samuel, porque no dejaré que pasemos de esta noche. Porque no llevaré a nadie a lidiar con las secuelas que todo aquello me dejó.

Dijo limpiando su rostro humedecido por las lágrimas.

- Tu escapaste Samantha, te fuiste de todo eso.
- En parte si, y en parte no lo he echo pese a que hace seis años que obtuve mi divorcio...
- Si lo aceptaste cuatro años, porque irte después de tanto tiempo?
- Porque nunca lo acepte. Viví cuatro años de mi vida reducida a nada. Pase desde los insultos a los encierros en el sótano por semanas con apenas dos paquetes de galletas y un par de botellas de agua.
Cuando comprendieron que no aprendería a ser la esclava devota que querían que fuera decidieron que mi vida tenía la fecha marcada para terminar.
Si no te comportas como tú amo te dice que lo hagas el decide si vives o no. Carlo decidió que yo no tenía que vivir.
- Te iba a matar...
- Para servir de escarmiento a las demás esposas.
- Como escapaste?
- tuve ayuda. El que fue mi capitán en el ejército español era padre de una chica, Nahiara, tenía cinco años cuando su madre se metió en esta...
Comunidad. El intento por todos los medios recuperarla, pero para cuando él llegó a ella ya tenía el cerebro reducido a nada. No pudo sacarla de ahí. Y ya incluso estaba casada. El asunto es que el presenció como Carlos me arrastraba por la plaza frente a la iglesia desnuda, diciendo que  merecía ser apedreada como Magdalena...
Iba a hacer que todos los hombres de la comunidad incluidos el y Joaquín me apedrearan hasta la muerte.

Sentía náuseas de solo escuchar aquello. Era repulsivo, mi estómago estaba echo una piedra y me costaba incluso parpadear.

- No pudo dejar que eso pasará y se interpuso, me cubrió con su abrigo y me saco de allí llevándome tan lejos como le fue posible.
- España...
- El ejército español me brindo la protección que necesitaba, me ayudó a recuperar parte de mi vida, logré el divorcio aunque ellos intentaron por todos los medios que lo anularan. Cómo si nunca hubiese estado casada.
- Pero para hacerlo se necesitan requisitos muy claros.
- Como por ejemplo que el matrimonio no hubiera sido consumado, si. Con esa carta el ejército quiso que lo anularan.

No consumado? Estaba diciendo lo que yo pensaba? No me atrevía a preguntarlo. Pero no fue necesario que lo hiciera.

- Nunca tuve relaciones con el. Con nadie en realidad...
Pero de todas maneras no se consiguió la anulación y solo pude obtener el divorcio.

El silencio que nos envolvió luego de esa confesión era aplastante. Podría decir tanto y sin embargo sabía que nada serviría. Esos hombres la redujeron a un simple objeto, alguien que no puede decidir sobre absolutamente nada.
Peor incluso que un esclavo...
Nunca se me hubiera pasado por la cabeza algo tan descabellado.
Samantha se puso de pie y mis ojos seguían fijos en los suyos...

- Lo mejor es que me valla. Gracias Samuel por esta noche...
De verdad lo he disfrutado. Pero es momento de dejarlo aquí.

Beso de forma casta mis labios, un simple roce, una caricia.
Ya estaba saliendo del restaurante cuando pude por fin reaccionar. Pagué la cuenta de forma rápida y apresure mi paso para alcanzarla. Me pare en la acera mirando de un lado a otro, sin verla, como si se la hubiera tragado la tierra.
          
                

Tu y yo... todo o nadaWhere stories live. Discover now