Capitulo 68

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- (Sam) Bueno, supongo que no llegasteis hasta aquí solo para hablar de los niños y la familia...

Dije mirando fijamente a Alex, el de inmediato se puso serio y se enfoco en lo que le había traído hasta aquí.

- ( Alex ) Le tenemos localizado Sam...

Esas palabras hicieron que todo mi cuerpo quedó por completo rígido. Sentí como la tensión se marcaba en todo mi cuerpo, como mis dientes se aprestaban hasta tal punto que si apretar a un poco más podría romperme alguno de la fuerza que estaba ejerciendo.

- Dónde?

Pregunté con tono frío. Por fin había un maldito dato de donde cazarle, porque por Dios que antes de entregarle a la las autoridades le cobraría parte de lo que le había echo a mi pequeña.

- ( Nat) Samuel, esta en España...
Le tendi una trampa y mordió el anzuelo.
- Eso que diantres significa Nat, como que una trampa!?

Exigí saber. El sonrió con suficiencia y sabía que esa mirada significaba que se creía el mejor. JODER!! No tenía idea de lo que había hecho Nathaniel pero seguro que era bueno, muy bueno. Ese maldito pagaría de una vez por todas todo el daño que había causado a mi mujer y mi bebé.

- Estoy escuchando...

Dije y espere que Nat me dijera lo que tenían preparado y valla que no me decepcionó. El plan parecía tener pensado absolutamente todo, no parecía que hubiese ningún punto ciego por donde el desgraciado de Carlo pudiese llegar a mi mujer.

- ( Alex) No va a poder librarse otra vez, aho...

Pero las palabras se quedaron atoradas en su boca cuando la puerta del estudio se abrió y dio paso a mi pequeña transgresora que sostenía con mucho cuidado en sus nerviosas manos una charola con lo que parecía café y varias cosas más. No tarde ni un segundo en lo que Alex y Nat se ponían de pie en llegar al lado de mi mujer para quitar de sus manos la charola y besarla con una amplia sonrisa en mi rostro. DIOS!! La adoraba...

- Te ayudo pequeña...

Dije besando de inmediato sus dulces y rojos labios. Mi pequeña sonrió con algo de timidez y yo me acerque con lo que ella cargaba hasta el escritorio. Mi pequeña había traído café, mofins y lo que parecían unos bocadillos que por el aroma serían los que había sacado del horno antes de que...
Bueno, ustedes me entienden...
Samantha camino a mi lado deteniéndose frente a Alex y Nat para saludar.

- ( Samantha) Nathaniel, Alexander... Supuse que querrían desayunar algo.

Dijo mi pequeña tendiendo educada mente la mano a cada uno de ellos para saludarles. Yo deje la charola sobre el escritorio e instintivamente me acerque a ella apoyando con cuidado mi mano en su cintura, pude notar el leve temblor de todo su cuerpo, la tensión que sentía y como se obligaba a sí misma a lidiar con otros hombres que no fuera yo. Eso era lo que más le costaba, poder aceptar que no todo hombre que se acercaba a ella quería causarle algún daño.
Si bien Samantha sabía que Alex había actuado para apartarla de él maldito aquel en París, desde aquella noche no se veían cara a cara y estaba claro que a mí pequeña le incomodaba un poco saber que Alex la había visto en aquel deplorable estado...
A no ser por Cristhian ella no había visto frente a frente a ninguno de mis amigos hasta que estuvo mejor y le pidió ayuda a Nat para la cirugía de Layla.

- ( Alex) Te ves muy bien Samantha. Como estas?

Dijo sereno Alex al responder el saludo de mi mujer.

- ( Nat) Como te encuentras Samantha?

Le saludo Nat.

- ( Samantha) Mucho mejor, gracias.

Respondió mi pequeña y de inmediato se refugio en mi, pego aún más su cuerpo al mío y dejó que la envolviera en mis brazos todo lo que podía y dejaba que yo besar a serenos cuello. Eso parecía relajar la y cuando suspiro supe que se sentía un poco más tranquila. Cuando Alex y Nat volvieron a ocupar sus asientos, guíe a mi pequeña a sentarse donde yo lo estaba haciendo minutos atrás.
Tomé una a una las tazas y las repartí, pero note que solo había tres tazas en la charola y cuatro vasos de jugo de frutas recién exprimido.

- Ya has desayunado pequeña?

Pregunté mirándola directo a sus brillantes ojos negros. Samantha me miro algún par de segundos y asintió para mi.

- ( Samantha) Acabo de hacerlo, pero no quería demorar más en traerles el café o se enfriarian los bocadillos...

Explicó mi pequeña sonriendo con timidez. Asentí para ella y bese sus labios de forma fugas.

- Gracias belleza mía...

Susurre sobre sus labios. Y le entregue su vaso de jugo y las píldoras que ella misma había colocado en un platillo también en la charola.
Mecánicamente ya había controlado cada pildora y sabía que las dosis eran las correctas. Parecía que ingeria el arcoiris cada día. Una pildora y media púrpura era la que le daba bitamima, A, Zinc y Sodio, las dos Naranjas le aportaban desde la vitamina B a la H, otras dos Azules le aportaban Potacio y nivelaban la glicemia en su sangre, las tres blancas eran un ansiolítico, un antidepresivo y un regulador del humor, esas tres las había indicado Cristhian, para poder mantener a mi pequeña serena y que sus nervios no causarán algún daño irreparable.
Además tomaba otras cuatro que ayudaban a nivelar la vitamina D, el Hierro, Magnecio, el Omega3 y algún que otro sustento preteico.
Mi mujer las ingirió de dos en dos con pequeños sorbos de su jugo frutal mientras Alex Nat y yo saboreamos el desayuno que ella nos había traído, yo me senté en uno de los brazos del sillón donde mi pequeña estaba sentada mientras los cuatro manteníamos una charla trivial.
Pero yo no podía apartar la mirada de mi mujer. Estaba de verdad presiosa, con esa blusa blanca y esa larga y fina falda de seda natural, unas sandalias de bajo tacon y el pelo recojido en una alta y descuidada coleta, sus hombros apenas descubiertos permitiendo la visión de su piel más dorada y brillante y su estilizado cuello.

- ( Nat) Y para cuando le pones la soga al cuello Sam?

Preguntó Nathaniel, note como Samantha perdía el color en su cara y el vaso de cristal resbaló estrepitosamente de sus manos haciendo que el estruendo lograra que tanto yo como Nathaniel y Alex fijarán la atención que estaba fija en mi ahora en mi pequeña. JODER!!
Apreté los puños instintivamente, porque sabía que esa frase era la responsable de la reacción de Samantha y la angustia en su mirada

Tu y yo... todo o nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora