1.

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Pasé el trapo sobre la superficie de la última mesa del día —o debería decir de mi turno—. No quedaban muchos clientes en el lugar, a excepción de esas ancianitas que siempre se reunían a la misma hora para hablar y algún estudiante descansando o haciendo trabajos.

Organizaba las mesas y las sillas que algunos clientes no se tomaban la molestia de organizar, y justo cuando iba a mover una silla, un peso extra me detuvo.

—Te juro que estoy completamente cansada de todo esto —murmuró la chica sentada en la silla que yo iba a mover. Con un aire de diva y un rostro que mostraba lo inconforme que estaba con lo que sea que le haya pasado, cruzó las piernas y agitó la mano cerca de su rostro.

Ella es Kim Jisoo, mi mejor amiga actual. Nos habíamos conocido en secundaria y desde entonces no nos separábamos de la otra. Sabía todo de mí, y yo sabía todo de ella.

Éramos muy distintas, realmente. Mientras yo era introvertida y torpe, Jisoo era una persona extravagante, risueña y muy extrovertida. Le gustaba llamar la atención a donde quiera que iba, no le importaba lo que las personas dijeran sobre ella; ella sabía que tenía un cuerpo hermoso y se jactaba de ello. A donde quiera que iba siempre la miraban como si fuese algún extraterrestre o una famosa super estrella. Era un poco incómodo porque, a diferencia suya, a mí no me gustaba llamar la atención. Prefería pasar desapercibida.

Pero a pesar de todo, nos acoplamos muy bien.

Rodé los ojos y continúe limpiando la mesa, ya estaba acostumbrada a esos berrinches después de todo.

—Siempre dices eso pero jamás haces nada al respecto.

—Soy un ser humano, Rosé. Tengo necesidades —musitó, como si fuera lo más obvio del mundo—. No es mi culpa que nadie sepa satisfacerme.

—Pues podrías dejar de ser tan ninfómana y concentrarte en los estudios.

—¿Estudios? No, gracias. Ya tengo suficiente con la semana de parciales que se aproxima —llevó su cabeza hacia atrás en la silla, suspirando con exasperación—. Creo que voy a tener polvos extra para quitarme todo el estrés acumulado.

Yo abrí mi boca, y casi se me caen los lentes ante aquella revelación. Digo, era completamente normal para mí escucharla hablar así, pero a pesar de que no quería escuchar sus aventuras sexuales, ella siempre terminaba contándome todo. Y con detalles explícitos. Eso hacia que no pudiera ver a las personas de la misma forma nunca. Además, estábamos en un lugar público.

—Pero si te estabas quejando hace poco porque nadie puede satisfacerte —susurré para que nadie nos escuchará. Pero al parecer a mí amiga no le importaba, así que siguió hablando en el mismo tono.

—Nadie lo hace. Aún no he encontrado alguien que sea digno de mí —llevó el reverso de su mano hacia su frente, con dramatismo encendido.

—No sé porqué te quejas si seguirás haciéndolo de todas formas.

—¿Nunca has escuchado que para encontrar tu príncipe azul debes besar muchos sapos?

—Primero, no es un príncipe porque tú eres lesbiana —señalé, apoyándome en la mesa—. Y segundo, no besas a los sapos, tú tienes más que eso.

—Es lo mismo.

—No es lo mismo —rodeé la mesa y empuñé el pañuelo con el que limpiaba, observando el reloj de pulsera que colgaba de mi muñeca. Tan solo cinco minutos y sería libre—. Yo ya estoy cansada de escucharte decir lo mismo y hacer lo mismo.

—¿Por qué me prestas atención entonces? —Mi amiga hizo un gesto que daba a entender que era obvio. Yo rodé los ojos ante su descaro.

—Porque si no lo hago, tú vas a joderme hasta que lo haga.

Promise┊ChaelisaWhere stories live. Discover now