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La mañana siguiente mi despertar fue uno de los mejores que he tenido en mi vida.

Sentí un peso extra en la cama y, acto seguido, unos brazos me apresaron por debajo del edredón. Manos traviesas se colaron en mi camisón hasta posarse sobre mi abdomen y aplicar suaves caricias, y unos labios suaves y cálidos se aferraron con dulzura sobre la piel expuesta de mi cuello.

Con las manos fuera del edredón, podía sentir que hacía un frío extraño en la habitación, por lo que fruncí el ceño y me decidí a posarlas debajo del edredón, pero aún por encima de mi camisón palpé las manos ajenas y me aferré a ellas después de acurrucarme mejor entre las sábanas.

Los belfos rosados plantaban ósculos suaves alrededor de la piel de mi cuello haciéndome cosquillas y, sin poder evitarlo, una suave risa escapó de mis labios. 

Sentí a la persona detrás de mí sonreír contra mi piel.

—Sé que estás despierta —murmuró una voz en mi oído.

Me quejé y enterré mi rostro en la almohada.

—Vamos, Rosie Pooh —acarició mi abdomen con sus dedos de forma lenta, provocándome escalofríos. La piel de mi estómago se tensó deliciosamente—. ¿Me dejarías ver tus hermosos ojos, por favor? 

Bueno, si lo pedía así, no veía problema.

Perezosamente me estiré como pude, aún con sus manos a mi alrededor y di media vuelta para quedar cara a cara con mi despertador personal.

Ella me dirigió una hermosa sonrisa, antes de besar mi frente y tararear.

—Buen día, mi princesa. ¿Cómo está la chica más hermosa del mundo?

Sonreí y, sintiendo mis mejillas arder, pasé flojamente mis manos por su abdomen.

—No lo sé, ¿por qué no le preguntas?

—Eso estoy haciendo —me corrigió, besando la punta de mi nariz.

Me eché a reír, pero contesté finalmente.

—Estoy bien, ¿y tú?

—No podría estar mejor teniendo al amor de mi vida entre mis brazos.

Retiré ambas manos de su cuerpo para cubrir mi rostro con ellas y así evitar que el sonrojo se propague por el resto de mí.

—¿Siempre eres tan cursi? —le pregunté en un susurro.

—Está bien, amor. Si no te gusta puedo parar.

Retiré rápidamente las manos de mi rostro.

—No, no. Me gusta que lo seas, siempre y cuando sólo sea conmigo.

—Eres la única.

Sonreí.

—También me gusta que me digas amor —murmuré vagamente, recorriendo su rostro con mis ojos—. Y que me trates tan bien.

—Te llamaré de muchas más formas ahora, princesa.

—También me gusta que me digas princesa —dije.

De repente, ella empezó a alejarse. 

—Eso me recuerda.

Levanté una ceja.

—¿Qué cosa?

Lisa sonrió con cierto nerviosismo y dio un paso atrás para tomar una bandeja con comida. Sobre ella, un plato de waffles con forma de corazón estaban esparcidos y regados de jarabe de chocolate y moras. Junto a ellos había un jugo, que no sé muy bien de qué era, y justo frente a ellos un recipiente con una rosa en medio.

Promise┊ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora