Capítulo 18

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—¿No podemos faltar? –pregunto mientras me pongo unas sandalias negras.

—Es el cumpleaños de tu tía, tenemos que ir.

—Es tu hermana, tú tienes más obligación de ir que yo. –reprocho.

—Rue, sólo sube al auto de una vez. –dice mi madre.

Odio esto. Tener que ir a una casa aburrida y fingir que todos me caen bien. Tener que aguantar sus preguntas incómodas de cómo me encuentro después de tener que ir seis meses al psicológico por culpa de personas a las que llamé amigos. Tener que sonreírles después de decirles que me encuentro bien. Odio esto.

Me subo al auto de mi madre con la peor cara y me abrocho el cinturón de seguridad. En media hora llegaremos al infierno, a mí infierno.

Hoy es el cumpleaños número cincuenta de mi tía. Ni siquiera sé porqué tengo que venir. Durante los últimos meses me han obligado a asistir a sus reuniones familiares. A sus reuniones de falsos familiares. Esto es un asco. Durante los últimos años, la familia de mi madre se ha ido al fondo del mar dado el hecho de que cierta mujer ha hablado mierda de todos como si ella fuera una maldita monja, cuando es la harpía más asquerosa de todas. Y aquí estamos, en su cumpleaños, fingiendo que la queremos... fingiendo que la quiero.

—Hola, feliz cumpleaños. –saluda mi madre a su hermana mayor mientras la abraza.

—Muchísimas gracias, y gracias por haber venido. Hola Rue, ¿cómo has estado? –pregunta cuando me ve detrás de mi madre.

Aquí vamos...

Bien, pero no gracias a ti, quiero responderle. Pero en vez de eso, fuerzo mi mejor sonrisa y le respondo.

—Bien, he estado bien. Feliz cumpleaños. –digo así cambio el tema.

—Gracias. –contesta.

Entro a la casa y me encuentro con la mayoría de mis familiares. Falsos todos. Hasta que al final encuentro el arcoíris.

Si..., mi tío favorito se encuentra sentado en el sillón de cuero marrón al fondo de la sala, junto a un estante de vinos del esposo de mi tía. Sonrío verdaderamente por primera vez desde que llegué y me dirijo a saludarlo.

Apenas me ve sonríe y se levanta para abrazarme.

—Hola, muñeca. –dice cuando por fin logra abrazarme.

—Hola. –saludo con una sonrisa aunque él no pueda verla.

—Vaya día asqueroso, ¿verdad? –dice bromeando. Si, te entiendo.

—Y ni siquiera va por la mitad. –digo mirando la hora en mi reloj.

—¿Tu padre? –pregunta para cambiar de tema, cosa que le agradezco.

—No ha querido venir. En vez de eso, se llevó a mi hermana a un curso de manejo que obviamente él mismo le dará.

—¿Y tú por qué no fuiste?

—¿Acaso tenía opción de elegir? –pregunto como si la respuesta fuera obvia. —Papá ha querido llevarme pero mamá dio su no rotundo, así que aquí estoy. –digo y sonrío sarcásticamente.

—Suena genial. –dice y ambos reímos.

Estoy a punto de hablar cuando por detrás de mí aparece mi madre para saludar a mi tío.

—¿Cómo estás, Phil? –pregunta mi madre abrazando a su hermano.

Ellos dos son los únicos diferentes de esta arruinada familia. Ellos dos han cargado con el peso de todos los errores de la familia en sus espaldas y jamás ha salido un reproche de sus bocas. Y nadie puede decir nada malo de ellos ya que nunca lo han hecho. Y si es así, no le dan importancia alguna.

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