Capítulo 33

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Viernes. Ni siquiera sé cómo he podido sobrevivir sin la compañía de Nate, se ha pasado todos estos días evitándome, sólo me habla cuando debe darme los buenos días obligatoriamente ya que siempre hay alguien del grupo conmigo cuando él aparece. En cuanto a mi, esto es una tortura. Desde que todo acabó, vivo llorando; lloro cuando por las noches, lloro cuando me despierto, lloro en la ducha, joder ya estoy harta de llorar. Y volviendo a procesar todo en mi cabeza, llegué a la conclusión de que me he roto el corazón sola, porque sabía cómo eran las cosas, pero no insistí en hacerlas cambiar.

Todos ya se han ido a excepción de yo, obviamente. El último en marcharse ha sido Elliot y me ha deseado suerte a la hora de cerrar, en respuesta, le ofrecí el dedo majadero y él estalló en una carcajada.

Suspiro y termino de peinarme cuando Samuel entra por la puerta, sorprendiéndome.

—¿Qué estás haciendo aquí? –pregunto curiosa.

Él sonríe.

—Elliot me dijo que eras la última y quería hacerte compañía. Yo cerraré, no te preocupes.

Me acerco a él y froto su sedoso cabello negro.

—Gracias, Samu.

Vuelvo a mi casillero y saco mi bolso.

—Mañana quiero verte bien borracha en la pista. –dice después de un minuto.

Lo miro sorprendida.

—¿Irás? –pregunto de la misma manera.

—Claro, aunque no estemos en la misma área, soy amigo de todos y Sam me ha invitado. –me guiña un ojo con gracia.

—Eso es genial, ¿sabes qué disco es? Sam no me ha dicho nada.

—Claro, es una que esta en el centro, haremos dos grupos para ir en dos autos.

Sonrío y me cuelgo el bolso en el hombro.

—Me parece bien, te veo mañana. –le doy un beso en la mejilla y salgo del vestuario y del club para esperar el autobús.

Cuando llego a casa, papá se encuentra haciendo la cena y mamá leyendo una revista de cosméticos a su lado. Dejo mi bolso en una silla y los saludo.

—Siento lo de ayer. –digo realmente apenada.

—Tranquila. –responde papá mientras agrega un pequeño pote de crema a una mezcla de verduras.

—Todos tenemos esos días. –agrega mamá.

—Supongo. –digo sin saber qué responder en realidad. —Iré a mi habitación. Mañana debo ir al gimnasio, ¿verdad? –le pregunto a mamá en el descansillo de la escalera.

—Así es. –responde y yo asiento con la cabeza.

Terminamos de cenar filetes de cerdo con salsa blanca, levanto los platos sucios y los dejo en el fregadero para comenzar a lavarlos. Mamá abre una de las puertas de las encimeras que hay encima de mi cabeza y saca tres compoteras de porcelana, escucho como abre la puerta del refrigerador y después vuelve a mi lado con un pote de helado de frambuesa.

Sonrío.

—¿Quieres? –pregunta mamá quitando la tapa del pote.

—Eso no se pregunta. –respondo y comienzo a enjuagar los platos llenos de espuma.

••••

Nate me besa. Yo lo beso. Nos besamos. Estamos en mi habitación. Nate me toma de la cintura y hace un pequeño apriete con sus manos. Su lengua toca la mía yla acaricia. No hay sonido alguno más que el de nuestras agitadas respiraciones. Le quito la camiseta azul pero cuando veo su torso no hay tatuajes. ¿Por qué no hay tatuajes? Levanto la vista y me horrorizó ante aquella presencia. Darren. Darren me mira y sonríe maliciosamente...

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