Capítulo 59

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Recomendación : leer este capítulo oyendo Even If It Hurts de Sam Tinnesz

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Recomendación : leer este capítulo oyendo Even If It Hurts de Sam Tinnesz.
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Despierto a causa de un trueno, la habitación se encuentra sumergida en la oscuridad, la única iluminación que hay es la del reloj de mesa de Nate, una luz led en color roja titila cada cinco segundos, según lo que cuento.

Tengo frío, y Nate no está aquí conmigo. Me siento en la cama y me estiro para comprobar que son las tres de la madrugada.

¿Dónde está Nate?

Un relámpago ilumina la habitación y al mirar por la ventana me doy cuenta de que sigue diluviando allí afuera y además de eso, Nate se encuentra en el balcón mirando hacia la calle. Estiro y arranco las sábanas de la cama y me levanto para envolverlas a mi cuerpo. Bostezo mientras que camino hacia la ventana con lentitud y rezo porque la luz roja sea mi guía en esta oscuridad y no me vaya de bruces al suelo.

Nate se sobresalta cuando envuelvo mis brazos en su estómago. Deposito un beso en su espalda y luego pego mi mejilla en ella.

—¿No puedes dormir? –pregunto con la voz ronca.

Nate suspira.

—No. –responde. —Tuve una pesadilla.

Beso nuevamente su espalda para brindarle confort.

—Se me revuelve el estómago de solo recordar como te miró.

Mi respiración es lo único que puedo oír en este silencio ahora que él ha dejado de hablar.

—No permitiré que se acerque a ti, Ruda. Te lo prometo.

Cierro mis ojos y me odio a mi misma por escucharlo decir eso. Yo soy quien debería estar haciendo algo al respecto para que ese hombre no se acerque a Nate, yo debería estar protegiéndolo. Él fue quien sufrió años de abuso.

—No me hará nada. Pero temo por ti.

Oigo a Nate inhalar aire pero a la vez es como si estuviera riendo. Sus manos toman las mías para despegarlas de su cuerpo y luego termino parada frente a él, con la espalda contra la barandilla. El frío que emana traspasa la tela de la sabana envuelta a mi cuerpo.

—No te preocupes por mi, nena. No voy a golpear una bolsa al gimnasio solo porque sí.

Frunzo el ceño y él hace lo mismo, pero la diferencia es que él lo hace con gracia.

—Bueno en realidad si la golpeo por algo. Pero si él intenta acercarse se las verá con todos estos años de masa muscular. –me guiña el ojo y yo suspiro, sin nada de gracia. —¿Qué ocurre?

—No quiero que hagas algo de lo que luego te arrepentirás toda tu vida, Nate. Ve con la policía y exige una orden de alejamiento.

Él me mira seriamente como si por fin comprendiera mi temor y luego de unos segundos asiente con la cabeza.

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