Capítulo 30

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—¿Así que eso es todo? –pregunta y se lleva un trozo de galleta a la boca.

Nos encontramos tomando el desayuno en la cocina, apenas me ha soltado me tomó de la mano y me guio hasta aquí, puso un poco de agua a hervir y me ha hecho una taza de té negro.

—Sabía que no duraría. –digo sin emoción alguna.

Estoy destruida. Jamás pensé que iba a enamorarme y mucho menos terminar con el corazón partido en un billón de pedazos. Estas últimas semanas habían parecido un sueño precioso, pero eso es lo que sucede con los sueños, en algún momento tienes que despertar y afrontar la realidad.

—Rue, de verdad no puedo creerlo. Nate parecía querer ir a postas contigo. –dice negando con la cabeza.

Asiento con la cabeza, lo entiendo, amigo.

—Por un momento yo también lo pensé. –dejo la taza de té vacía a mi lado y me cruzo de brazos mirando la encimera que está llena de cajas de budín inglés.

Mi mente abandona el lugar y me lleva a aquel día donde nos encontrábamos caminado por el medio del bosque tomados de la mano, cuando quiso besarme y no lo logró gracias a la oportuna llamada de mi madre. O aquel día cuando me recogió después del calvario que pasé en casa de Elena y luego me dijo que estaría encantado de curar mis heridas. Las lagrimas se acumulan en mis ojos nuevamente, lenta y silenciosamente caen.

—No puedo estar aquí. Iré a las oficinas y pediré un pase. Me tomaré el día. –decido firmemente y tomo la taza para llevarla al fregadero.

—Me parece bien, en tú lugar yo haría lo mismo. Ve y descansa, lo necesitas. –dice y hace un movimiento para estirar sus músculos después de estar apoyado contra la pared.

Me acerco a él y lo abrazo. Trato de pensar en otra cosa pero cuando cierro mis ojos, lo único que veo es a Nate con lagrimas en sus ojos.

Niego con la cabeza y suelto a Samuel.

—Gracias, Samu. Eres un muy buen amigo. –confieso y hago un mohín.

—No hay de qué. Estaré aquí siempre que me necesites.

Salgo del comedor y voy directo hacia las oficinas.

Me topo con Carla en el pasillo y su expresión de felicidad cambia cuando ve mi rostro triste.

—¿Qué sucede, amor? –me toma de la mejilla y yo intento sonreír, cosa que no me sale al cien porciento.

—No me siento muy bien, iba a pedir un pase. Obviamente si no los molesta.

—Claro que no, mi cielo, si no te sientes bien ni siquiera debiste venir. Yo misma firmaré el pase, y si mañana no te recuperas firmaré la planilla y te tomarás más días, ¿de acuerdo?

Una sonrisita se me escapa y asiento.

—Gracias, madri.

Carla firma el pase y me da un beso en la mejilla antes de que me vaya, por suerte Nate no está cuando me encuentro con los demás del grupo.

—¿Qué pasó, Rue? ¿Por qué tardaste tanto? –pregunta Sam al verme. —¿Estás bien? -agrega cuando me acerco a ella y ve mi demacrada cara.

—No me siento bien, pedí un pase y estoy por ir a cambiarme.

—¿Quieres que pida permiso y te lleve a tu casa? –pregunta Jacob y posa su mano en mi hombro.

Niego con la cabeza en respuesta.

—Quédense tranquilos, iré al gimnasio a hablar con mi madre. ¿Y Elliot? –pregunto cuando no lo veo.

En ese momento Jacob se da la vuelta y la incomodidad invade su cuerpo. Me doy la vuelta y veo que un chico se acerca hacia nosotros. Tiene cabello corto y oscuro, tez clara y debe medir al menos un metro setenta.

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