Capítulo 37

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Han transcurrido casi dos horas desde que los niños llegaron, aunque son muy pocos ya que la mayoría se encuentra haciendo actividades físicas o nadando, me he entretenido mucho con ellos.

Ryan, el sobrino de Jace es muy dulce, llevamos unos quince minutos jugando con tarjetas de animales mientras me cuenta sobre su tío y lo bien que se llevan.

Me sorprendo cuando Nate se inclina hacia nosotros en la pequeña mesa donde jugamos.

—Oye, amiguito, ¿te importaría si hablo a solas con tu colega un momento? –pregunta con voz amistosa.

Ryan lo mira, me mira a mi y vuelve mirarlo a él.

—¿Ustedes dos son novios? –pregunta y yo suelto una risa sarcástica.

—No digas esa palabra delante de Nate, lo vuelve un cobarde. –suelto de la nada y sin esperar respuestas, me levanto y camino hacia la ventana.

Observo a través del cristal a los demás niños y adolescentes jugando con Jacob y Sam a los quemados.

—Nos debemos una conversación. –dice esa voz detrás de mí.

Me quedo en silencio y sigo mirando por la ventana. Nate se apoya en el gran ventanal de brazos cruzados y me mira fijamente. El peso de su mirada comienza a incomodarme, tanto que me obliga a mirarlo.

—¿Ah, si? Yo creo que no, no nos debemos nada. –lo pincho con mis secas palabras.

Él suelta un suspiro y me mira sin decir nada. Vuelvo a mirar por la ventana y él hace el intento de tomarme del brazo, lo empujo y me hago hacia atrás.

—No. No te atrevas a tocarme. –mi voz se quiebra.

Miro al salón para cerciorar que los niños no me han oído. Vuelvo a mirarlo a él cuando los niños siguen de lo más normal.

—No tienes ni la menor idea de como me he sentido ayer cuando me di cuenta de que te habías marchado. –las lagrimas comienzan a formarse en mis ojos. Nate me mira fijamente sin decir nada. —Acabé con esto, Nate. No quiero tener que sentir mi corazón romperse cada vez que te largas, –continuo. —para que luego vuelvas, me endulces el oído y vuelvas a largarte. Lo que pasó ayer hizo que el vaso de agua se rebalse y mi paciencia contigo se agote. Si en algún momento te importé, deja de jugar conmigo y aléjate para siempre.

—¿Crees que no lo he intentado? –contesta antes de que yo termine de hablar. —¿Crees que es fácil para mi tomar las decisiones que tomo? No, no tienes ni idea, Rue. –se calla un segundo y vuelve a hablar. —Yo me he dado cuenta de que estás enamorada de mí.

Sus últimas palabras me toman por sorpresa.

—¿Y si es así qué tiene? –pregunto.

Nate niega con la cabeza y responde.

—Tú no puedes estar enamorada de mí. –sus palabras son como un balde de agua fría para mí.

—¿Por qué? –digo cansada. —¿Por qué no debería sentir lo que siento? –lo presiono. —¿Por qué esto debe ser así?

—Porque Rue, es así como debe ser. –me corta. —Da igual, en cuanto sepas quien soy dejaras ese enamoramiento por mi.

—¿Y quién eres? ¿Qué te ocurrió, Nate? –pregunto y las lágrimas comienzan a bajar lentamente por mis mejillas.

Nate niega con la cabeza, incapaz de responder.

Hago una mueca sarcástica y niego con la cabeza.

—Eres un cobarde.

Camino en dirección a la puerta y salgo hacia el pasillo, me seco las lágrimas y me prohibo volver a llorar.

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