Extra I

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Después de cinco horas de ensayo, por fin puedo ver la luz del sol. Saco las llaves de mi morral y voy rápidamente hacia el estacionamiento detrás del edificio. Me monto en la camioneta de Nate y enciendo el motor.

En todos estos meses Nate se ha tomado muy en serio ser mi profesor de manejo. He aprendido y yo cruzaba de una ciudad a otra con el auto de alguno de mis padres cuando Nate no podía hacerlo. En fin, Nate fue un buen profesor y no cobraba mucho, todo era de las puertas de nuestras habitaciones hacia adentro. Ahora todos los martes puedo ir y venir de la universidad hacia el departamento con su camioneta ya que Nate tiene entrenamiento en otro predio, el cual queda cerca de nuestro departamento, así que decide irse a pie para entrar en calor.

Mi celular suena en mi morral mientras que espero a que el motor se caliente. Sonrío cuando lo saco y veo que se trata de un mensaje de mi chico.

Tecleo una respuesta donde digo que pasaré a recorgelo y salgo del aparcamiento en reversa

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Tecleo una respuesta donde digo que pasaré a recorgelo y salgo del aparcamiento en reversa.

Estaciono y me bajo para caminar hacia el gran galpón. Me cruzo de brazos y me apoyo contra las gradas cuando veo a Nate y a Tim en la sona de tiro. Tim es un chico de catorce años que pasa sus tardes en este centro, el cual también es comunitario para niños que tienen problemas en sus casas. Nate se ha hecho muy amigo de Tim ya que ambos tienen historias similares.

—Prueba con tirar a la esquina del tablero. –dice Nate y Tim prueba, encestando luego de ese consejo. —Bien hecho, tio. Sigue así y algún día serás tan bueno como yo. –le regala una sonrisa arrogante y yo pongo los ojos en blanco.

—Jamás como tú. –contesta Tim.

—Tienes razón. –Nate le guiña un ojo.

Luego de chocar puños, Tim se marcha y Nate queda de espaldas a mí. Silbo y él se gira al oírme, sonrío y comienzo a acercarme a él cuando me regala aquella sonrisa que tanto amo.

—Hola, tú. –me saluda, yo me aferro mis brazos en su cuello y él me gira al encerrar mi cintura con los suyos.

—Hola. –digo cuando vuelve a dejarme sobre el suelo y no espero cuando pego mis labios a los suyos.

—Te extrañé esta mañana en el desayuno. –dice y vuelve a besarme.

—Admítelo, extrañaste que yo sea tu desayuno. –respondo con picardía.

Vivir con Nate también me ha hecho bromear como lo hace él. Estamos a la altura, al parecer.

Él sonríe malicioso, asiente con la cabeza y luego deja un beso suave en la comisura de mis labios.

—¿Comida italiana? –pregunta y mi estómago se despierta al oírlo.

—Suena bien.

La canción de Big Spender de Kiana Ledé comienza a sonar en la radio y me muevo en el asiento por el ritmo pegajoso. Río cuando veo a Nate y él hace lo mismo. Es lindo estar con alguien tan sinvergüenza como tú.

The First Where stories live. Discover now