Capítulo 74

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—Rue...

Aquel susurro hace que la sangre se me congele. Por un momento, siento que puedo ver a través de sus ojos, y descubro que aquel brillo que antes me encantaba ver, ahora ya no está. No hay rastros de él siquiera, es como si nunca hubiera existido.

Veo dolor, dolor en aquella mirada. Y asombro, claro está. Asombro al verme aquí, mientras sigue sosteniéndome.

Y luego, todo rastro de emoción alguna se esfuma de aquellos ojos color avellana. Su mandíbula se tensa, al igual que todo su cuerpo. Él me suelta y cuando lo hace, siento que estoy sobre una nube, la cual no sentía desde hace mucho tiempo.

—¿Qué estás haciendo aquí? –pregunta y noto la dureza en su tono de voz, lo cual me intimida.

No sé qué responder, las palabras están trabadas en mi pecho. De alguna manera tengo suerte en seguir respirando.

—Te he hecho una pregunta.

Asiento con la cabeza. Se que me ha hecho una pregunta, pero no sé cómo puedo responderla.

Me aclaro la garganta y respiro con nerviosismo.

—Vine con Sam y los demás.

Él hace un corto movimiento indescifrable con su cabeza.

—Esa no es la respuesta que espero. –espeta. —Sólo lo preguntaré una vez más. ¿Qué estás haciendo aquí?

Comienzo a sentir como todo el lugar se achica y como yo comienzo a hacerme pequeña junto a él.

—Lo siento. –digo. —Te-tengo que irme, los demás me están esperando afuera.

Quiero girar, pero Nate me detiene.

—Los demás se han ido. –farfulla.

Siento la sangre abandonar mi rostro. ¿Qué carajos...? ¿Por qué habrían de irse sin mí?

—Es imposible. –mi voz tiembla cuando logro articular las palabras.

Él asiente con la cabeza.

—Fueron hacia mi departamento. ¿No te comentaron nada acerca de la fiesta?

Jodido infierno.

Niego con la cabeza con lentitud. Esto no puede estar ocurriéndome.

Nate exhala aire por su nariz y luego camina hacia la puerta.

—Pues, no tienes otra alternativa que venir conmigo. Vamos. –dice secamente.

Sin decir nada, lo sigo. Él me guía por los pasillos del estadio, sabiéndolos de memoria. Ninguno de los dos dice nada y cuando salimos del estadio hacia el estacionamiento, logro ver su camioneta estacionada en la plaza C. Nate camina directamente hacia su lado y se monta para encender el motor. Entro en silencio y abrocho mi cinturón de seguridad, mientras que siento el corazón apunto de estallar.

Nate sale del estacionamiento y rápidamente se adentra en una avenida. La música es el único sonido en la camioneta. Miro por la ventanilla para no mirarlo y echarme a llorar como la maldita idiota que soy.

Estar en su camioneta mientras nos dirigimos a su nuevo departamento no era lo que tenía en mente.

—Me sorprende verte aquí. –dice finalmente, cesando el incómodo silencio.

Maldición, aunque quería que me hable, tengo en cuenta que no debería hacerlo. Pero oír su voz me hace sentir en tierra.

Volteo hacia él y él mantiene fija su mirada en el camino.

The First Where stories live. Discover now