XIV

1.8K 308 52
                                    

Estaba verdaderamente ansioso, a decir verdad, los nervios me carcomían como no lo habían hecho desde mi primer gran presentación con un papel protagónico que obtuve a los trece. No estaba seguro de alcanzar la misma altura que adopté antes de sufrir mi accidente, pero me convencía de que así era.

Se nos llevó a todo el grupo al salón negro, que era dos veces más grande a nuestro salón y nos sentaron en las gradas. Choi anotaba desde su asiento el desempeño de cada uno en su portapapeles. Era el turno de los hombres y la competencia estaba reñida, la mayoría peleábamos por tener el papel de Lescaut o Des Grieux, lo cual aumentaba la presión en la sala.

Uno de mis compañeros terminó con lo suyo y fue bien recibido con aplausos.

—Lee —Con un movimiento de cabeza fue mandada mi señal.

Me puse de pie sin que se notara la amplia inhalación que tomé para oxigenarme la sangre.

Estoy tan nervioso, me quiero reír de sólo sentir mis manos temblando pero no me lo permito. Tomo posición en contra esquina de dónde me encontraba sentado.

—Don Quijote, final del primer acto —pido a la pianista. A juzgar por la mirada sobresaltada de mis compañeros, podría decir que firmé mi sentencia de muerte.

La música empieza a sonar y recuerdo el conteo en mi cabeza, mi entrada es rápida, no lo pienso dos veces en tomar lugar en el centro. Estoy encarnando al célebre personaje de Carlos Acosta, galante, altanero, de radiante sonrisa. De principio me siento confiado, hago la pista mía como si me encontrara sobre el escenario, como si esos chicos no fuesen mis compañeros que me miraban esperando resbalar o torcerme un pie.

Una ventaja es que no necesito usar las puntas, pero la gran desventaja son los saltos grandes. Logro ejecutar uno tras otro como si estuviese en el hielo, sin embargo, notó que la energía está abandonando mi cuerpo. No puedo sostener más mi sonrisa y me concentro en realizar el próximo salto. Grand Cabriole. Doy uno tras otro, tras otro, tras otro, mi corazón está por colapsar, pero tengo que llegar hasta el final.

Giro tras giro observo al resto como manchas, borrones, mi vista está nublada, pero tras toda esa neblina logro divisar un destello en particular. Sin previo aviso resbalo cayendo frente a los pies del dueño de esa excéntrica cabellera, mi corazón se ha detenido.

Luce tan diferente. Su cabello ahora es rubio, su rostro más delgado, su silueta adoptó una figura más delicada. Me quiero decir que no es el mismo, pero esos ojos tan penetrantes no le podían pertenecer a nadie más.

Me levanto de inmediato completamente humillado. Uno de los chicos más jóvenes salta de su asiento corriendo a atrapar en sus brazos al recién llegado, pronto muchos otros chicos más se conglomeran rodeándolo. Yo decido retirarme de ahí esperando que sus ojos me pierdan entre la multitud que me traspasa.

—¡Hannie!

Deseo esconderme.

ManonWhere stories live. Discover now