LXVII

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Me despierto con los jodidos rayos de sol entrando por la jodida ventana dándome en la puñetera cara y es tan jodidamente molesto.

Tengo migraña.

Sin poder abrir los ojos por completo tanteo por el colchón buscando una almohada y me tapo la cabeza con ella, me duele la frente, me toco y siento un estúpido chichón surcando como un puto cuerno. Levanto un poco la almohada y me encuentro con Han dormido boca abajo, roncando y con el cuerpo desnudo apenas cubierto por las sábanas.

Mierda. ¿Qué pasó anoche?

—¿Por qué tengo un chichón? —le pregunto mientras cuido el agua que puse a hervir en la tetera subiendo el fuego de la estufa

—Te golpeaste con el techo del taxi cuando ibas a entrar —me responde semi despierto con voz ronca apenas pudiendo sostener su cabeza sobre sus manos. No ha dejado de quejarse y lamentarse por la resaca desde que despertó.

—No debimos hacerlo, Han.

—¿El qué?

—No debimos drogarnos.

—Te pregunté si querías probar y me dijiste que sí.

—Pues no debiste hacerme caso —objeto en tono severo—, no debimos haberlo hecho y mucho menos estando ebrios.

—Aguado.

—Han, pudo haberle pasado algo a alguno de los dos, pudo haberte pasado algo a ti. Si algo te hubiese sucedido no me lo perdonaría.

Deja caer los brazos en la mesa.

—Lo siento, ¿de acuerdo? S-sólo... Te veías muy deprimido por lo que le pasó a tu gato, sólo quería que te diviertas y te olvidaras de eso —explica bajando gradualmente el volumen de su voz, encogiéndose de hombros.

Oh, Hannie.

Voy hasta su lado y le beso lo cabeza acariciando sus cabellos todavía húmedos por la reciente ducha.

—Hey, está bien —Toma una de mis manos usándola de almohada y no puedo evitar verle con ternura, con esa sudadera que tomó de mi armario que le hace ver más pequeño de lo que es—. Pero no lo volveremos a hacer, ¿sí? Y no lo hagas tú solo, al menos no fuera de casa —Le arrullo masajeando su cabeza y asiente sin cambiar de posición—. Tenemos suerte de que mis padres no estén aquí —Suspiro—. Vamos, bebé, preparemos tu té y vámonos a la cama —Asiente una vez más.

Dejamos las tazas vacías en el lavabo luego de terminar cada uno su bebida y volvemos a la habitación, al entrar en lo primero que recae mi mirada es en el espejo de cuerpo completo. Sigue en perfectas condiciones.

ManonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora