XXI

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La escena no dejó de repetirse en mi cabeza en todo el día, me invadió como un asalto cuando me fui a acostar. No dejaba de proyectarse la forma en que el agua escurría desde tu cabello rubio hasta tu cuello, la coloración enrojecida de tu piel, la tensión de los músculos de tus antebrazos sosteniéndote en pie.

La manera en la que eras empujado, sonríe por mí. Deseé ser yo quien follaba contigo en las duchas, el solo pensamiento me despertó una erección. Yo te sostenía de las caderas, te acariciaba la espalda, respiraba en tu cabello.

Necesitaba tocarme.

Era yo quien te embestía, era mi nombre el que gritabas.

—Han.

Mientras te penetraba me dabas una gloriosa vista, torciste tu espalda pegándote a la mesa, las venas de tus manos resaltaron, te paraste en la punta de tus pies por mí. Harás que mi cabeza explote.

—H-han...

Tu cuerpo se sacudía con cada uno de mis movimientos, tus gemidos resonaron en las paredes. Es a mí a quien vuelves loco. Jadeo. Entonces me volteaste a ver. Tu ojos eran tan lindos, tan puros, tan dulces.

ManonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora