XV

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El melifluo sonar que entonan las teclas acompañan el ritmo sereno y misterioso de su danza. Sus pies no vacilan con cada paso que da sobre la superficie, sus músculos se contraccionan en cada delicado giro mientras que sus brazos se elevan en alto como un ave emprendiendo vuelo. Tu expresivo rostro me demuestra lo adentrado que estás en el papel, sintiendo la música.

Alejado en la esquina más distante de la pista, no puedo hacer más que espiarle. Fuerzo a mis pulmones a recuperar su respiración normal aun después de recuperarme de mi intenso frenesí, aunque por más que lo intente, mi corazón sabe que algo nos está robando el aliento.

No esperaba verte, Han Ji Sung.

Es como si nunca te hubieses ido porque mi piel lo siente. Mi anatomía entera lo hace.

Tengo tantos recuerdos de ti. Sí. Te recuerdo de la escuela primaria, nos quedamos hasta tarde esperando a que nuestros padres nos recogieran, no lucías preocupado en absoluto, en cambio, decidiste jugar y corretear a los otros niños que esperaban con nosotros. Tan alegre y risueño con esa risa tan melódica, no fue hasta que llegó tu mamá llamando tu nombre que te tuviste que ir, ese día aprendí tu nombre: Han Ji Sung.

Solías ser un niño muy curioso y extrovertido de regordetas mejillas. Desde que supe de tu existencia lo único que hacía era enfocar los ojos en ti cada que aparecías en mi campo de visión, me eras muy interesante. Supe que eras todo un genio cada que te reconocí en las listas de alumnos destacados.

Pero no sólo eras brillante de la mente, sino de todo el cuerpo. Me enteré que entrenábamos en la misma academia cuando tenía once y compartimos la clase para niños por un año, aprendiste muy rápido y te sonrojabas cada que te soltaban un elogio por tu buen empeño. Eras adorable.

Tuve que dejarte atrás cuando me cambiaron a la clase para adolescentes, pero no dejé de visitarte. Solía escabullir mi mirada hacia tu grupo cada que escapaba del salón, veía lo mucho que creciste y lo mucho que avanzaste. Tu técnica era impecable, tus movimientos pulidos, tus manos y pies de posicionaban en las posturas correctas por mero instinto y tus expresiones faciales eran entrañables. Eras la cara y mente del ballet mismo.

Me preguntaba: ¿qué tenías que no podía apartar la mirada de ti?

Con los años te vi golpeando la pubertad tan esplendorosamente. Tu cuerpo cambió tanto, se volvió ágil, fuerte y estilizado; tu cabello ligero y esponjoso; tus gestos más maduros. Tan bellísimo.

Fuiste el dueño de mis pensamientos en el día y de mis sueños por las noches. ¿Qué tenías que hacías a mi corazón latir tan rápidamente?

En mí transición de niñez a la adolescencia sufrí muchos cambios, me acompañaste en ellos, fuiste parte de ellos. De pronto fui sumido de grandes deseos y necesidades, soñaba con tener tu piel bajo mis manos, de que tu voz se filtrara en mis tímpanos, estaba curioso del sabor de tus labios.

Fuiste muy especial para mí sin que te dieses cuenta. Fui tu cómplice silencioso cuando te quedabas hasta tarde en los ensayos, te vi llorar de frustración, en ocasiones te observaba haciendo nada preguntándome qué tanto pasaba por tu cabeza.

Deseé tantas veces destacar para que te fijaras en mí. Nunca intercambiamos palabras, pero supe que te amaba. Te amaba, Ji Sung. Era tu amante silencioso.

Me mantuve despierto tantas noches con los pensamientos revueltos hasta que llegué a esa conclusión. Deliraba por ti, mi amor por ti era tan intenso que me encendía en llamas.

Mi secreto permanecido oculto por años hasta que un día me decidí en confesarte mis sentimientos, corté una rosa del jardín de mi mamá y le quité las espinas con una pinza, con esa flor divulgaría todo lo que sentía por ti. Esperé a que mis clases terminaran y me dirigí a tu salón, sabía que ensayarías hasta tarde. Estaba tan nervioso ese día que pude desmayarme, me armé de valor y fui hasta tu aula, te esperé por horas y nunca apareciste. Te esperé por días y no había rastro de ti. Pronto supe que te habías mudado a Malasia, pero mi amor no se fue contigo.

ManonWhere stories live. Discover now