LX

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Me descalzo al llegar a casa y arrojo la bolsa de entrenamiento por cualquier rincón de la sala dejándome caer en el primer agujero hundido que veo de alguno de los sofás de la casa. Controlando la burbujeante impotencia que emerge de mí como agua a punto de ebullición entierro los dedos en el cabello respirando hondo y siento la mano de Ji Sung sobarme por la espalda.

—¿Quieres beber algo? —Subo la mirada hacia él y asiento.

—Saca una botella de whisky de ahí —indico señalando la vitrina de botellas de mi padre.

¿Hasta qué extremo he llegado? Pasos, saltos y giros que en años de rigor había logrado dominar me desafían haciéndome sentir de nuevo un principiante. Es agobiante. Es por mucho frustrante quemarse las manos en hielo subiendo una montaña helado para que alguien te empuje cuando llegas a la cima. Me hace crecer canas sin esforzarme.

Ji Sung me pasa un caballito lleno de whisky y toma otro para él. No me lo tomo con hielo o a sorbos, me lo paso de un solo trago arrugando la nariz por esa sensación de ardor en la garganta. Necesito olvidarme de todo eso. Olvidarme de que alguna vez me arrolló un autobús y a raíz de eso estoy perdiendo lo que me ha tomado años para ser uno de los mejores de la élite. Estaba tocando con la punta de los dedos la invitación a ser parte de una gran y reconocida compañía.

¿En quién te has convertido Lee Min Ho? Ni bailar sin resbalarte por el suelo puedes.

El craqueado sonido de algo impactando contra el suelo me saca de mis pensamientos en un sobresalto, me volteo rápidamente y veo a Ji Sung ordenando en una fila un grupo de caballitos servidos de whisky.

—Salud.

Bebe de uno de ellos y al segundo siguiente ha estrellado el vaso contra el suelo.

—¿Qué estás haciendo? Para —pido exaltado. Me levanto del asiento y voy hacia él alejando la botella de sus manos lo mejor posible—. Ya bebiste demasiado —Abro las puertas de la vitrina y dejo la botella dentro. El movimiento del cuerpo de Han captura por completo mi atención, lo veo quitarse los calcetines y dirigir sus pasos a la superficie plagada de vidrios rotos—. No, no, no. ¿Qué haces? Te vas a lastimar.

Mis palabras parecieran rebotar en un escudo porque hace caso omiso de ellas. Me mira una vez y en pasos lentos y agraciados pisa sobre la lluvia de vidrios tan fácilmente como si estuviese entrando al escenario. Tengo los ojos desorbitados con preocupación, sin embargo, él no parece siquiera ser molestado. Arabesque. Baja la pierna con lentitud sin dejar caer su mirada de mí, se aleja en cortos giros, pirouette, aletea los brazos como ave en pleno vuelo y se alza elegantemente sobre las puntas. Jeté. En su aterrizaje no veo ni de cerca algún quejido de dolor por enterrarse fragmentos de vidrio en los pies. En un giro finaliza y tiende la mano hacia mí.

—Baila conmigo.

—Ji Sung —Veo a los vidrios—, no. No.

—¿A qué le temes?

—Sal de ahí te estás lastimando.

—¿Qué clase de bailarín eres si no te dignas a parar sobre tus propios pies, Lee Min Ho? —recata manteniendo un tono de voz suave y monótono en su reprimienda.

¿En qué clase de bailarín...?

Veo a su mano y luego lo veo a él, a sus preciosos ojos marrones absorbiendo los dorados rayos de sol en su iris. ¿En qué clase de bailarín quieres convertirme? Tomo su mano, no mentiré diciendo que no estoy vacilando en pisar el vidrio al igual que él, pero lo hago. Los piso. Mis rodillas se flexionan en reflejo al dolor que siento por los fragmentos incrustándose en mis plantas, pero Han me toma por ambas manos, me tira hacia él. Se sostiene de los hombros y alza una de sus piernas hasta por encima de su cabeza, veo su pie sangrando, me deja ir señalando que ahora es mi turno. Mis piernas reaccionan al dolor, me quejo más de una vez, pero no me dejo caer. Le acompaño en su danza adoptando el erótico pas de deux de la escena de la habitación en Mayerling. Escurre entre mis brazos, somos dos amantes reecontrándose con el deseo carnal de unirse otra vez, escabulle entre mis piernas y cuando está de pie de nuevo lo abrazo. Lo abrazo y él me abraza cediéndome de su energía.

Ya morí una vez al dejar de bailar, no pienso postrarme ante la muerte de nuevo.

ManonWhere stories live. Discover now