Capítulo V - Sophie

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Cuando Sophie llegó al apartamento, Yvonne salió corriendo desesperada hacia ella. La puerta que daba a la terraza estaba destrozada y los pocos muebles estaban volteados y dispersos por el suelo. Parecía como si un tornado hubiera pasado por allí.

—Entraron y... No supe... Yo estaba... —dijo Yvonne, con la respiración agitada impidiéndole articular las palabras. Sus ojos, impregnados de terror, anticipaban lo que estaba por decir. Su rostro latino y delicado estaba envuelto en lágrimas, mostrando completa sinceridad en su llanto.

Los abuelos de Yvonne habían emigrado desde Panamá muchos años atrás, llegando con la primera oleada proveniente de la exAmérica. Ella era lo que se denominaba social-nativa por haber nacido dentro del régimen socialista de Salvador, pero nunca abandonó las costumbres heredadas de sus ancestros. Actualmente, su estabilidad económica se basaba en un puesto temporal que ocupaba en el Partido. En ocasiones, la llamaban para trabajar como cocinera en las plantas de distribución de agua en Turín, un lugar de la exItalia. Era una mujer inteligente y muy educada, con una pequeña biblioteca donde guardaba libros que releía periódicamente. Aunque su léxico era abundante, en ese momento no recordaba ni una sola palabra.

—Calma —dijo Sophie con voz suave y tranquilizadora, teniendo un leve presentimiento de lo que había sucedido—. ¿Cómo está mi padre? —preguntó.

Después de tomar un par de respiraciones profundas, Yvonne le explicó. Las Fuerzas del PAS, también conocidas como las Fuerzas del Pueblo Armado Socialista o las Fuerzas anti-PAZ, como solían bromear, habían entrado al edificio con la orden de confiscar cualquier negocio ilegal. Desafortunadamente, encontraron lo que escondían en el segundo dormitorio del apartamento. Sophie y su padre dormían en el cuarto principal para poder utilizar la otra habitación en la producción de verdolaga y en la granja de larvas que vendían en el mercado negro. Estas últimas, las larvas, las freían y las incorporaban en guisos de pollo o de carne de scrofas, los únicos animales que se adaptaban al clima árido y a las sequías mundiales. Otra de las comidas que podían obtenerse era a base de algas, saltamontes, grillos y huevos de hormigas, entre otras delicatessen gastronómicas.

—Tu padre está un poco dolorido. Cuando vio que empezaron a llevarse las plantas quiso detenerlos, pero uno de los militares lo empujó y perdió el equilibrio, golpeándose contra el suelo. Ahora siente un dolor en la cadera —explicó Yvonne.

—¡Malditos! —exclamó Sophie, irritada. Luego preguntó, aunque ya conocía la respuesta—. ¿Cómo pueden ser tan crueles? Encima de que no tenemos nada, nos quitan lo poco que podemos conseguir.

Sophie inhaló profundamente, intentando calmar sus nervios. Lo primero que hizo fue llevar a su padre al hospital. Abordaron un carrotaxi, una especie de bicicleta enganchada a un carro que permitía transportar hasta dos personas. Estaba protegido por una cubierta de polietileno que actuaba como techo, ofreciendo resguardo contra la lluvia ácida. En medio de la lucha por sobrevivir en un entorno hostil, este ingenioso medio de transporte había proliferado, inundando las calles de la USEE con cientos de bicicletas. Añadido a esto, se enfrentaban al desafío de esquivar grietas, canaletas y baches del tamaño de cráteres esparcidos por las calles.

Todos los hospitales eran públicos y pertenecían al Estado. La atención era gratuita, pero lenta, con la excepción de los pacientes que pertenecían al Partido, quienes pasaban con total descaro antes que el ciudadano común, simplemente por llevar el logo de las cadenas de la libertad prendido en el pecho.

Después de varias horas de espera, el viejo fue atendido y le tomaron un par de radiografías. Finalmente, una hora más tarde, apareció el doctor sosteniendo una placa en la mano. Parecía muy joven y recién salido del bachillerato.

—¿Los familiares del Señor Payne? —dijo en voz alta para que todos oyeran.

Sophie se levantó de un salto de la silla y se acercó lo más rápido que pudo.

—Sí, doctor. ¿Cómo está mi padre? —preguntó.

—Afortunadamente el golpe no fue tan grave, señorita Payne. Tiene una pequeña fisura en la cadera. Le dimos unos calmantes para aliviar el dolor.

—Perfecto, doctor, muchas grac... —Sophie frunció el ceño y detuvo la frase al analizar los gestos del doctor. La corbata que llevaba parecía una soga de ahorque, y el joven se aflojaba el cuello de la camisa, como si tratara de liberar la presión antes de decir algo. Sophie comprendió que no era lo que pretendía escuchar.

—Descubrimos que tiene un tumor. Mire esta zona —indicó el doctor, colocando la radiografía a contra luz—. Lo que tiene se denomina condrosarcoma.

—¿Tiene cura, doctor?

—Sí. El problema es que está en grado tres y avanza muy rápido. Tendrá que anotarse en la lista de espera y conseguir un turno para las operaciones. A menos que... Ya sabe... —dijo el doctor con pesar al ver que ella no llevaba el logo del Partido en su vestimenta.

Sophie comprendió la indirecta. Sabía que no tenían privilegios. «Primero los empleados del Partido y luego el proletariado». Pero en estos casos había una segunda opción. Normalmente se pagaba una "ayuda voluntaria" al hospital. Así le llamaban al soborno que recibía el jefe del nosocomio y los cabecillas del lugar. El problema era que en esos momentos la joven no tenía un mísero bit ahorrado en su pulsera.

—Sí, doctor. Lo sé. ¡Hijos de...! —Se dio la vuelta enfadada y sin terminar la frase, regresó a la sala de espera.

La noche avanzaba sin que llegaran noticias de su padre. El pobre anciano, sin duda, permanecía inconsciente debido a los efectos de los calmantes. Agotada, se recostó sobre tres sillas dispuestas en la recepción del hospital. Su mente vagaba mientras sus ojos se deslizaban de un lado a otro, examinando las manchas de humedad que empañaban las paredes del antiguo edificio. De repente, un alboroto sacudió el tranquilo ambiente cuando la gente empezó a correr hacia el interior, apiñándose. ¡La lluvia ácida había comenzado a caer!

DOS MUNDOS - Black Hole IWhere stories live. Discover now