Capítulo LI -Edward

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—No logro contactar a Arión —aseveró Ceres frunciendo el ceño mientras ingresaba a la oficina de su exmarido con paso ligero.

—No he hablado con él, pero estoy ansioso por hacerlo —respondió Edward furioso, al recordar el secuestro de Sophie. ¿Por qué su propia sangre lo traicionaría? Por más que hayan tenido una relación complicada, para él, su hijo había traspasado los límites.

—No contesta su neckcall.

—No tengo idea, Ceres, pero de seguro que está metido en algo raro.

—¿Cómo lo sabes?

—Solo lo sé. —No quiso detallar la traición de su hijo—. ¿Cuándo hablaste con él por última vez?

—Hace un par de días. Le pedí que me ayudara con el comité, pero ni siquiera ha aparecido por el Edificio de l'agriculture et l'élevage.

Edward sabía en qué había estado ocupado, pero si le decía a Ceres no creería una palabra sobre su adorado hijo. Aún estaba enojado con ella, pero tampoco tenía la intención de lastimarla. Desde que conoció a Sophie el rencor hacia su esposa había menguado al mínimo. A diferencia de ella que sí lo odiaba con toda su alma.

—¿Sigue trabajando para Hans? —indagó Edward.

—Supongo que continúa con sus experimentos.

—¿Cuáles?

—Lo último que oí es que estaba intentando extraer energía del agujero negro. —La mujer pensó por un instante—. Realmente, no lo sé.

En ese instante la gigantesca puerta de la oficina se abrió de par en par.

—¡Arión! —exclamó su madre con dicha—. ¿Dónde te habías metido? —Su tono cambió mostrando un indicio de enojo, pero como madre protectora nunca pudo enojarse con él.

—Hola, madre. Estuve en la favela.

—¿Qué? —chilló Ceres—. ¿Qué hacías allí?

—Buscando información.

—¡Pero nunca debes ir a ese lugar!

—¡Madre! Por favor. Necesito hablar con mi padre —dijo buscando a Edward con una mirada culpable.

Ceres frunció el entrecejo y con una pizca de vergüenza por sus celos maternos, salió de la oficina sin decir nada.

Arión esperó que Ceres cerrara la puerta para observar a Edward con una mirada vil.

—¿Cómo pudiste? Matarás a millones de personas.

El magnate abrió los ojos, confundido por lo que estaba oyendo.

—¿De qué diablos hablas, Arión? ¿Con que derecho llegas aquí acusándome de tal atrocidad? —bramó colérico—. Deberías estar de rodillas pidiéndome disculpas por lo que me hiciste. ¿Cómo pudiste traicionarme?

—¡Jamás me arrodillaría ante un asesino! —exclamó Arión—. ¿Cómo pudiste estar en complot con Alexander y envenenar el agua de los suburbios?

Edward arrugó el entrecejo y se quedó meditabundo. Dio media vuelta y se dirigió a su escritorio, tomando asiento.

—No he sido yo, pero sí es mi culpa —admitió y llevó la mano a su boca.

Arión se acercó al escritorio y apoyó sus manos adoptando una posición amenazante para que continuara con la explicación.

—Supongo que recuerdas a Amanda Collins, o mejor dicho a Sophie... —Arión asintió con la cabeza— Le entregué la mitad de mis títulos a Alexander para recuperarla.

—¿Qué? —exclamó el joven.

—Sí, como escuchaste. Ahora ese canalla tiene control sobre mi empresa. Y parece que lo primero que ha hecho es contaminar el agua para deshacerse de toda esa gente. ¡Maldito genocida!

Ambos se quedaron en silencio. Arión se dejó caer en la silla que estaba enfrente de su padre, abatido. En ese instante comprendió que no había sido culpa de su padre. Si no hubiese sido por su capricho de ingresar a la singularidad, no habrían secuestrado a esa mujer. Por lo tanto, Edward no hubiera entregado el control del Edificio de Aguas y Alexander no hubiese contaminado el agua. Ahora millones de personas morirían por su culpa.

Se levantó de la silla y rodeó el escritorio, lanzándose de rodillas frente a su padre con una mirada suplicante.

—Lo siento. Todo esto ha sido mi culpa —aseguró con gran dificultad.

Arión bajó la vista cargando con su inmensa falta. Se quedó en esa posición hasta sentir la mano compasiva de Edward posarse en su hombro. No se animó a hacer contacto visual con él, era consciente de su error. Su padre lo tomó de la barbilla y le levantó la cabeza.

—Perdón por no haber sido un padre ejemplar. También cargo la culpa de estos actos.

—Espero que puedas perdonarme. No fue mi intención. Nunca quise hacerte daño..., de verdad lo siento —repitió lleno de remordimiento.

—¿Tanto me odias? —indagó Edward con determinación.

—No te odio. Tal vez sí... Realmente no lo sé... Solo necesitaba que Hans me desbloqueara la puerta ISCO y poder terminar con todo esto.

—¿A qué te refieres?

—¿No te has dado cuenta de cómo vivimos? Somos unos cuantos que podemos darnos tantos lujos... —Señaló las pinturas que colgaban de la pared, libros antiguos de su biblioteca y adornos costosos que decoraban la oficina—, ¿y por cuánto tiempo más? Esto no durará para siempre. Desde que apareció el agujero negro el planeta se ha ido destruyendo y, ¿has mirado un poco más allá de C.C. cómo vive esta gente? Mejor dicho, sobrevive. ¿Y la gente de USEE? ¿Cuántos continentes han desaparecido por el calentamiento global acelerado que tenemos?

—¿Qué pretendes hacer para cambiar esto?

—Necesito acercarme a la ergosfera del agujero.

El joven llevó su dedo hacia su boca para morderse el exceso de piel que rodeaba su uña, pero se retractó al ver la mirada de su padre. Era una maldita costumbre que necesitaba recurrir al reorganizar las ideas en su cabeza. Luego de aclararse la garganta dijo:

—Cuando Hans comenzó a financiarme los experimentos empecé a averiguar cómo extraer energía de la ergosfera.

—¿Eso es posible?

—Según el físico Roger Penrose, sí.

—Mmm... —fue todo lo que se le ocurrió decir a Edward.

—Sé que podría hacerlo.

—¿Entonces?

—Nunca completé la investigación. ¿Te imaginas el poder que conseguiría Hans?

—Mmm... —Edward volvió a dudar. Luego asintió.

—No es solo eso. Lo importante es que encontré la forma de evitar que el agujero negro se cree...

—Ya está creado. No logro entenderte, Arión.

—Si pudiese ingresar, podría evitar que toda esa gente que está envenenada muera, evitaría los hundimientos de los continentes desaparecidos. Evitaría que la vida vegetal y animal desaparezca totalmente como está sucediendo al otro lado del muro.

—Pero, ¿cómo lograrías eso? Es imposible.

—No lo es. En teoría podría funcionar. —Arqueó los ojos de un lado a otro mientras calculaba en su mente—. No podría vivir con la culpa. Lo siento, Edward. Siento lo que te he hecho pasar, "padre".

Arión se puso de pie y salió corriendo del lugar como un leopardo determinado a conseguir su presa.

Edward, en cambio, se levantó con parsimonia, se colocó su chaqueta y dejó la habitación. 

DOS MUNDOS - Black Hole IWhere stories live. Discover now