Capítulo XXIII - Sophie

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Edward la tomó del brazo acompañándola en cada escalón como un perfecto caballero. Al pasar por el lobby central, Sophie se vio invadida por una extraña sensación. Vio a dos voluptuosas mujeres que abrazaban y acariciaban el cuerpo magullado del campeón. Luces de colores iluminaban el podio donde Chess recibía la pulsera de la victoria. Era una pulsera simbólica, mucho más grande que las normales para que los drones pudieran tomar las fotos que se mostrarían en las noticias de los próximos días.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Sophie. «¿Celos? ¿Por qué siento esto? Si lo conocí hace unos días», pensó.

—Vamos, Edward. ¿Puedes mostrarme la ciudad?

Sophie volteó la cabeza con seriedad y su cabello se agitó simulando el flamear de una bandera. Después le dio la espalda a la tarima donde se encontraba Chess y se colgó del brazo de Edward.

—Claro...

Cuando salieron del edificio Edward se detuvo y le preguntó:

—¿Sophie? —pronunció el nombre de la mujer con un pequeño retardo, y la miró de reojo a la espera de una explicación.

Ella no respondió, pero con su mano libre levantó la manga del saco de Edward y la pulsera dorada reflejó las luces provenientes de hologramas que proyectaban en la acera.

—Sí, me llamo Sophie, señor magnate —Enfatizó esas palabras—. ¿Conque un simple empleado? ¿No? —Le soltó el brazo y caminó sola.

Edward, con la boca entreabierta no pudo responder, se quedó sin poder articular palabra. No se esperaba que lo descubrieran, al menos no tan rápido. Corrió para alcanzarla ya que, con paso ligero, ella le había sacado varios metros. Edward la sobrepasó y se colocó delante obligándola a detenerse. La tomó del brazo con fuerza y le dijo:

—¡No te vayas! ¡Por favor, no lo hagas!

—Ni me toques —le ordenó mostrando los dientes. Sophie se levantó el vestido y le mostró el cuchillo, acto suficiente para que la soltara.

—Ambos comenzamos con mentiras, pero si me dejas explicarte, entenderás por qué lo hice. Por favor...

Sophie dudó un instante, pero las palabras agitadas que salían con dificultad de la boca del hombre parecían sinceras. Bajó su vestido y ocultó el puñal.

—Vamos, caminemos. Soy toda oídos. Sé que no eres una mala persona. Puedo verlo en tu mirada —aseguró Sophie con una voz más relajada, pero sin ceder el control de la situación.

Edward se colocó a su lado y le siguió el paso. Ahora caminaban más lento, permitiéndole un respiro a sus agitados corazones.

—Nunca pude conocer a una mujer dentro de Ciudad Capital. Las mujeres aquí solo se interesan por mis bits. Esto me impide tener alguna relación valedera. Todas me conocen y sus intenciones no son verdaderas. Vienen a mí con el único objetivo de vivir como reinas. No les importa ser una reina sin su rey. Me pareció raro que no me reconocieras. Fue otro indicio advirtiéndome que no eras de aquí. Es más, sé que ni siquiera perteneces a SIFA. —Sophie lo miró sorprendida y algo asustada—. Pero no me interesa de dónde vengas. Desde que te vi percibí algo que no había sentido en mucho tiempo, una sensación dulce, un poderoso magnetismo, una energía que nos entrelaza de alguna forma, y estoy seguro de que tú sentiste lo mismo en el momento que nos cruzamos. En fin, al verte volvió ese sentimiento que no albergaba hacía tanto tiempo... —Edward dejó de hablar y frenó el paso, dejando la mirada perdida en el suelo.

—¿Cuál? —preguntó ella con la voz más dulce que pudo encontrar. El disgusto de hacía un momento se había transformado en una sonrisa empática.

DOS MUNDOS - Black Hole IWhere stories live. Discover now