Capítulo XXVII - Edward

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Se despertó y creyó que todo había sido un sueño. No podía conciliar la veracidad de lo sucedido hasta que sintió el olor de los cabellos de la fémina recostada frente a él. Descendió la mano por esa delicada espalda hasta llegar a las perfectas elevaciones que formaban sus nalgas. Los vellos del cuerpo de Edward se erizaron. Disfrutaba cada centímetro de la cálida y suave piel de Sophie que aún dormía profundamente.

Se levantó sin hacer ruido de la inmensa cama que ocupaba gran parte del cuarto. Al cruzar el umbral de la puerta lo esperaba Antonio, un joven cubano que trabajaba para él desde hacía más de cinco años. Era un buen hombre, muy educado y gracioso. Le gustaba bromear, pero siempre con el respeto que merecía su empleador. A Edward le cayó bien desde que lo vio trabajar en la cocina del edificio: cada vez que pasaba cerca lo escuchaba cantar con la alegría que caracterizaba a los latinos. Solía hablar con él cada vez que lo encontraba, y disfrutaba pasar horas discutiendo de música. Edward aprendió ritmos que no había escuchado en su vida y le fascinaban. Luego de unos años se hicieron buenos amigos y lo trasladó con su servidumbre personal. Confiaba en él y siempre estaba a su lado para servirlo.

—Buen día, señor. Disculpe, no pensé que despertaría tan temprano. En cinco minutos le tendré preparado el desayuno.

—No te preocupes, Antonio. Puedes tomarte la mañana. Hoy haré el desayuno yo mismo —dijo el magnate. Antonio abrió los ojos sin comprender lo que oía. Nunca había escuchado esas palabras de la boca de su jefe.

—¿Se siente bien, señor? —preguntó. El muchacho miró por encima del hombro de Edward antes de que la puerta del dormitorio se cerrara y comprendió todo—. ¡Oh! Ahora entiendo. Espero que haya tenido una noche agradable —respondió con un guiño y una sonrisa pícara.

—¡Vete, Antonio! —confirmó Edward devolviéndole la sonrisa y se dirigió a la cocina. Antonio asintió y se retiró silbando una alegre tonada.

Sophie, al despertar encontró un templado vacío a su lado. Sonrió satisfecha. Hacía mucho que no dormía tan profundamente, casi desde que su padre comenzó a perder la memoria. Se colocó una camisa larga que dejaba la parte inferior de sus nalgas a la vista y por debajo unas piernas bien marcadas que tentarían a cualquiera.

—Buenos días, preciosa. Probarás un desayuno a la Edward —dijo él mientras colocaba la comida sobre la mesa. Una deliciosa fuente de frutas cortadas y ordenadas en trozos, un plato de huevos revueltos y varios tipos de yogures y cafés para elegir.

Sophie pensó que así solían vivir las reinas en los castillos de la Edad Media. Nunca la habían despertado con el desayuno preparado y menos con uno tan suculento como el que tenía frente a sus ojos. Contadas veces su padre, si no es que estaba fuera trabajando se lo preparaba de niña, pero en vez de una fuente de frutas, podía llegar a encontrar una manzana, en vez de huevos un pedazo de pan, y si tenía suerte conseguía un vaso de leche en vez de un insulso té.

—Buenos días —contestó la joven tomando asiento con dificultad en una banqueta alta del desayunador, preparada para saborear tan ricos platos.

Sophie devoraba casi sin hablar. Entre bocado y bocado paraba para repetirle a Edward lo delicioso que estaba todo, pero luego disimuladamente con cada silencio, volvía a llenarse la boca de comida. Mientras terminaba el desayuno, una llamada en el neckcall obligó a Edward a retirarse de la sala. Sophie llevó los trastos al fregadero y comenzó a lavarlos. Cuando Edward ingresó y la vio limpiando, fue inevitable compararla con Ceres que jamás se acercó a la cocina más allá de la mesa donde comían. Educadamente le pidió que dejara de hacerlo, que en un momento los empleados se encargarían, pero Sophie, con una sonrisa se negó y le aseguró que no dejaría los platos sucios. Él sonrió y la tomó de la cintura. Con besos suaves recorrió el cuello de la joven de este a oeste. Al pasar por su oído le musitó que no necesitaba asear, pero que la dejaba continuar solo porque le parecía muy sexy verla semidesnuda cubierta con una prenda masculina.

DOS MUNDOS - Black Hole ITahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon