Capítulo XVI - Sophie

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La noche se consumió en un viaje interminable, sin vislumbrar aún la imponente muralla. Sophie, presa del cansancio y el insomnio, luchaba contra las pesadillas que la atormentaban. El recuerdo de aquella visión perturbadora la mantenía en un estado de desazón.

Al fin, el vehículo se detuvo en un pequeño poblado. La aridez del paisaje comenzaba a ceder paso a una tímida vegetación. Unos pocos árboles aislados y matorrales secos bordeaban un lago de aguas tranquilas.

—¡Hemos llegado! ¡Bajen todos! —bramó el conductor.

—¿Dónde estamos? —preguntó Sophie con voz dubitativa.

—En Como —respondió el joven a su lado.

—¿Cómo? —repitió ella, confundida.

—Sí, Como. La región de Lombardía. Mis hermanos vivían aquí —explicó el joven, señalando hacia el lago con un gesto de melancolía.

—Oh... Disculpa —murmuró Sophie, aún adormecida por la falta de sueño.

A la sombra de un sauce milenario, bañado por la luz plateada de la luna llena, se divisaba la silueta de una embarcación junto a la orilla del lago.

—¡Apresúrense! ¡Todos a la lancha! —ordenó uno de los guardias con voz firme.

En silencio, los seis pasajeros observaron cómo los militares cargaban un par de cajas pesadas. Luego, entregaron a Sophie los salvavidas, indicándole con un gesto que los distribuyera entre los presentes.

El lago los acogió en su seno, tragándose la costa en un abrazo de oscuridad. Las tenues luces de las casas se desvanecieron como luciérnagas en la noche, dejando solo el sonido regular del motor de la lancha. Durante más de dos horas navegaron por el inmenso espejo de agua, mientras la temperatura descendía gradualmente, obligándolos a buscar refugio en el calor humano.

La lancha redujo su velocidad y, con un giro brusco, se adentró en una estrecha bifurcación del lago. La oscuridad se intensificó, y la posibilidad de una colisión con otra embarcación invisible en la penumbra les hizo contener la respiración. De repente, un grito de júbilo rompió el silencio: ¡la muralla!

Sophie, estirando el cuello por encima de una de las mujeres, logró vislumbrar la imponente estructura que se erguía majestuosa ante ellos. El resplandor de las luces que se proyectaban sobre su superficie la convertían en una visión celestial. ¡Era hermosa! La emoción recorrió sus cuerpos como una ola, y por primera vez en mucho tiempo, una tenue esperanza se encendió en sus corazones.

Se aproximaron a gran velocidad hasta que la embarcación, sin advertencia alguna, se detuvo abruptamente, balanceándose suavemente sobre las olas de una noche apacible. Los militares, erguidos y alertas, fijaron sus miradas en un punto invisible en la negrura, como si aguardaran con tensa expectativa la aparición de algo o alguien. Sophie, contagiada por la misma inquietud, dirigió una mirada furtiva hacia el joven que se encontraba a su lado. Sus ojos se encontraron en un silencioso intercambio, una pregunta tácita que flotaba en el aire: ¿qué estaban esperando?

De pronto, a lo lejos y desde una posición elevada, tres destellos de un reflector iluminaron la zona, luego repitió el patrón, siempre siendo el segundo destello más breve. Sin duda, se trataba de un código.

En ese instante, la lancha aceleró tan bruscamente que lanzó a todos contra los duros respaldos. De no ser por los salvavidas, más de uno habría quedado con un moratón en la espalda. Al atravesar la zona que había enviado esos destellos, descubrieron que se trataba de un puesto de control. Desde allí, podían supervisar las embarcaciones que cruzaban esas aguas. Dos militares armados los observaron pasar. No quedaba duda de que los centinelas habían sido sobornados en más de una ocasión.

DOS MUNDOS - Black Hole IWhere stories live. Discover now