Capítulo XII - Sophie

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Sophie recorrió el camino hacia la esquina donde se encontraba con Henry cada día. La idea de viajar se había incrustado en su mente como una garrapata testaruda. Se convenció de que había tomado la decisión correcta, o al menos eso era lo que intentaba creer.

La única forma de salvar a su padre era conseguir un trabajo en el mundo interior. Un mundo perfecto donde todo funcionaba apropiadamente, según los imaginarios ideales de una joven incauta, que le fueron implantados luego de una charla con su "buen" amigo Henry. Él le aseguró que conseguiría un excelente trabajo para ella, aunque en realidad el coreano no tenía idea cuál era el destino de las personas que se embarcaban a C.C. Ya que nadie había vuelto.

"La vida allí es mucho mejor que la que dejan atrás, pero si te arrepientes, la misma embarcación te cruzará nuevamente.". Era lo que le había dicho Henry.

Esa misma noche salía una lancha que atravesaría la muralla. La joven tenía solo unas cuantas horas para despedirse de su padre. ¿Pero qué le diría? Tendría que inventar alguna excusa. Estaba segura de que Gabriel no aceptaría que su única hija arriesgase la vida por la de un viejo que ya no tenía nada que perder, al que solo le quedaban unos años de vida o, probablemente, meses si no se internaba pronto.

Al traspasar el umbral de su hogar, Sophie se encontró con Yvonne y le reveló la decisión que había tomado. Le mencionó que le adelantarían la primera paga, un detalle que también le resultó peculiar. Sin embargo, esa cantidad de bits sería suficiente para costear la operación y, además, para recompensar a su amiga por el cuidado de su padre mientras ella estuviera al otro lado de las murallas.

—¿Cómo entrarás? ¡Es imposible!, ¿no lo sabes? —le espetó su amiga con vehemencia.

—A través de la Mano Negra —murmuró Sophie, bajando la mirada.

—¡¿Qué?! —chilló Yvonne, con los ojos desorbitados, aterrorizada.

Pocas personas depositaban su confianza en la Mano Negra, pero era el único camino viable para acceder. Muchos desesperados intentaban cruzar por sus propios medios. Algunos optaban por las precarias embarcaciones, mientras que otros probaban suerte en el tren de carga, aunque las posibilidades de éxito eran ínfimas. Escalar la muralla era un sueño imposible; ni el alpinista más experimentado podría ascender tal cantidad de metros de acero. Existían rumores de individuos que habían logrado burlar a la Mano Negra y alcanzar el otro lado, pero estas historias se asemejaban más a leyendas que a hechos comprobables.

Había que pagarle a la Mano Negra o, como el caso de Sophie, con un trabajo donde ellos recibieran su parte. Si eran atrapados intentando cruzar sin su consentimiento era común que los obligaran a trabajar contrabandeando para ellos o los denunciaban a las FES. Y, en el peor de los casos, si lograran cruzar y los rastreadores de la OFU los detectaban dentro de SIFA sin la pulsera plateada, los deportaban a la USEE, con una alta probabilidad de que fuesen fusilados a manos del primer agente del Partido que los encontrara, práctica común para la gente que se mostraba en desacuerdo al régimen.

El pago a la Mano Negra era inevitable. En el caso de Sophie, se pactó un trabajo a cambio de su acceso. Si alguien osaba cruzar sin su consentimiento, las consecuencias eran nefastas. En el mejor de los casos, serían forzados a trabajar como contrabandistas para la organización. En el peor, serían denunciados a las FES. Y si la OFU detectaba a un infiltrado sin la pulsera plateada dentro de SIFA, la deportación a la USEE era segura. Allí, la muerte a manos del primer agente del Partido que los encontrara era una práctica común para aquellos que intentaban escapar del régimen de Salvador.

—Según Henry... —comenzó Sophie, intentando defender su plan.

Su compañera la interrumpió con sarcasmo:

DOS MUNDOS - Black Hole IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora