Capítulo XXXIII - El agente

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El agente González estaba en su despacho revisando las cámaras de seguridad de la ciudad. Fácilmente filtró y rastreó la pulsera de Amanda Collins. Todo lo que la joven había confesado era cierto. Las filmaciones confirmaban que el magnate había estado acompañándola, incluso en el momento de la detención dentro del Edificio de Juegos y Entretenimientos.

González conocía el destino de los que ingresaban ilegalmente, pero algo golpeó dentro de su corazón y sintió la necesidad de ayudarla. Sabía que el camino más fácil, en un mundo tan corrupto, era mostrarle los videos a su superior y, seguramente, buscarían algún arreglo financiero con el señor Neptuno. Por tratarse del magnate estaba claro que con una bondadosa donación para la Central de Rastreadores sería suficiente para aclarar los malos entendidos. No era algo con lo que el agente estuviese de acuerdo, pero estaba cansado de luchar contra un sistema corrupto, y aburrido de que siempre lo catalogaran de rebelde por ir contra la corriente.

Durante años, la mayoría de los inmigrantes que eran capturados por los rastreadores eran dejados al otro lado de la muralla y echados a la suerte por el primer grupo militar que se encontraban. Estaban los rastreadores sádicos que disfrutaban del espectáculo que brindaban los deportados al momento de ser soltados delante de los portones, aunque había otro grupo que trataba de ayudarlos y Miguel se sentía a gusto en este último.

La familia González había tenido que abandonar la Gran Venecia muchos años atrás. De pequeño, sus padres le contaban la historia de cómo ellos, siendo solo dos jovencitos enamorados, tuvieron que aventurarse para cruzar el océano Atlántico, abandonando el continente americano. Llegaron a SIFA luego de varios años de trabajos mal remunerados, pero honestos al fin, ya que había cientos de métodos menos lícitos para conseguir lo mismo en menos tiempo. Soportando penurias, sufrimientos y con mucho esfuerzo, lograron subsistir y quedarse en Ciudad Capital. Todos estos recuerdos le habían servido para empatizar con la asustada joven que mantenían encerrada en la sala de interrogación.

Estaba seguro de que debía ayudarla: traspasó toda la información a su pulsera. Eran aproximadamente 220 gigabytes en filmaciones que mostraban la relación de la joven con el señor Edward Neptuno paseando por los distintos lugares dentro de C.C. En tan solo unos segundos ya tenía las pruebas que necesitaba en su muñeca para ser presentadas a su superior.

Miguel entendió que en este caso especial había una gran posibilidad de evitar la deportación. Así se marcaba la diferencia al tratarse de una de las grandes celebridades de SIFA.

Volvió al cuarto continuo a la sala de interrogatorios para buscar al supervisor, pero las cosas habían cambiado. En el cuarto de observación también se encontraban dos hombres que, por sus finas vestimentas, parecían personas importantes.

—Buenos días —saludó González a los extraños. Luego se dirigió al supervisor—: Señor, aquí tengo las pruebas de que la señorita ha estado con el señor Neptuno. Creo que si contactamos a...

—¡No se contactará con nadie! —interrumpió uno de los hombres mientras se acomodaba la corbata.

—¿Disculpe...? —dijo González imponiéndose. Por más que alguien usara un traje que saliera tan caro como lo que él ganaba en un año, no dejaría que nadie le faltara el respeto.

Inmediatamente el supervisor intervino:

—Le presento al agente González. Uno de nuestros mejores integrantes en la ARS. —Luego dirigiéndose al agente dijo—: Miguel este es Hans Lovis, dueño del Edificio de Electricidad de SIFA.

Miguel lo saludó con un movimiento de cabeza lanzando una mirada cautelosa; en cambio Hans observó al agente de manera indiferente y después se dirigió al supervisor con voz severa:

DOS MUNDOS - Black Hole IWhere stories live. Discover now