Capítulo XLIII - Titus

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—¡Mamá! —exclamó Titus cuando vio ese rostro tan familiar, pero tan envejecido que le costó reconocerlo.

Resultaba imposible sacar a alguien de la prisión de Tazmamart. Aunque había tres maneras de salir: la primera, pagando una cantidad exorbitante de bits; la segunda, por una orden de Salvador el Grande, y la tercera y más común, envuelto en una bolsa de plástico.

—Hola, hijo mío —respondió ella con la voz más dulce que Titus podría oír jamás, mientras el guardia quitaba las esposas de Chloe—. ¿Qué te han hecho? —preguntó mientras se acercaba. Sacó un pedazo de tela de su bolsillo y limpió el rostro ensangrentado de su hijo.

La alegría de Titus al ver a su madre era tal que no le importaría aguantar otra centena de golpes con tal de permanecer más tiempo con ella.

Estaba hermosa. Los años habían cambiado el rostro de Chloe, pero había conservado su esencia. Sus ojos parecían tristes, pero quedaba claro que la vida en aquel infierno cambiaría a cualquiera. De todas formas, el amor maternal continuaba presente en su mirada enternecedora.

—No te preocupes por mí, mamá. ¡Tengo un as bajo la manga! —Y con gran esfuerzo dibujó una media sonrisa en sus labios rotos.

—Espero que tengas más de un as bajo la manga, cariño. Conozco a esta gente y no creo que ninguno de los dos salgamos vivos de aquí. —Hubo crudeza en sus palabras, pero los dos sabían que era cierto. Luego de un silencio difícil añadió—: He oído que ahora perteneces a la FFL.

—Sí.

—Y que sabes dónde tienen al hijo de Salvador el Grande.

Titus sabía que podían estar oyéndolos, así que tuvo que mentir.

—Sí, lo sé.

Su madre se acercó, le tomó el rostro con ternura y con una tranquilidad que realmente sorprendió a Titus, le susurró al oído:

—No les digas nada. Me mataran en cuanto sepan la ubicación de Marcus. Y luego te matarán a ti. Si he vivido y soportado tanto en esa cárcel es porque tenía la esperanza de volver a verte algún día. Nunca deseé que fuese de esta manera, pero haberte visto y saber que has intentando cambiar este mundo me deja tranquila. —Se acercó un poco más al oído de Titus—. No pierdas la fe, hijo mío. La Resistencia no te dejará morir aquí. ¡Te amo, hijo querido! —Chloe le dio un largo y cálido abrazo acompañado de un beso en la frente que Titus jamás olvidaría. Luego se alejó.

—¿Mamá? —dijo Titus confundido.

—¡No digas ni una palabra, hijo! —gritó la madre para que todos escucharan—. Jamás reveles donde está la Resistencia...

La puerta se abrió de un golpe y entraron dos uniformados. Uno era el comandante Lunyov y por detrás ingresó Salvador, tan enfurecido que tomó a la mujer de los pelos y la empujó con rudeza contra la pared. Desenfundó su pistola y la puso en la frente de Chloe.

—¡Vamos muchacho! ¡Dime donde está mi hijo! —amenazó a Titus quien comenzó a sacudirse en la silla intentando soltarse, pero lo único que logró fue lastimarse más.

Chloe miraba a su hijo con amor y tranquilidad. Aunque supiera que su vida podía acabar en un instante con el simple sonido del martillar del arma, ella continuaba negando con un suave movimiento de cabeza a su hijo para que no dijera ni una palabra.

—Tienes tres segundos para decirme o te juro que le vuelo la cabeza.

Lunyov estaba detrás de Titus y lo tenía agarrado del pelo obligándolo a mirar.

—Tres...

—No lo hagas, por favor. No sé dónde está tu hijo —confesó Titus, pero salvador no le creyó.

DOS MUNDOS - Black Hole IWhere stories live. Discover now