Capítulo XLVIII - Titus

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Habían pasado varias semanas del escape de Titus, y durante esos días no pudo disfrutar de luz natural. Desde que el Partido entró en alerta máxima tuvo que encerrarse en la iglesia de Milán hasta que las cosas se tranquilizaran. Le habían comentado que en todas las paredes de la USEE podían ver su fotografía con la palabra "recompensa" y que en las esquinas más transitadas los jóvenes activistas de Pueblo Armado Socialista iban preguntando a cada uno que pasaba si habían visto a un hombre con su descripción. Por último, las FES vigilaban la calle día y noche por lo que era extremadamente peligroso salir y, lo peor de todo, no sabía hasta cuándo debería esperar en ese tedioso lugar.

Todos los días solía inventarse actividades para no aburrirse. Su preferida era acomodar los naipes uno sobre otro, intentando superarse al construir una torre cada vez más alta que la anterior. El lugar estaba vacío. Al despertar cada mañana, Titus se acompañaba por el eco de sus propias pisadas que retumbaban de un extremo al otro, y por las noches se abrazaba al gélido ambiente creado por la ausencia de sus compañeros, aunque también se debía a que se encontraba varios metros bajo tierra.

Unos de esos fatídicosdías, Titus estaba levantando la torre de naipes más alta que había logrado construir,hasta que comenzó a oír pasos en el suelo de la iglesia. Se sorprendió: nadie hacíatan poco ruido a menos que entraran a hurtadillas. De nuevo sintió otro estruendo,esta vez más fuerte. Se levantó de un salto y salió corriendo, la torre sucumbió con el movimiento de la mesa y los naipes volaron por los aires. Al llegar a su habitación, tomó la pistola, un par de cargadores de un cajón y, deslizándose velozmente hacía la entrada, abrió la puerta principal para salir al pasadizo que llevaba a la puerta secreta. Subió las escaleras que daban al altar con cuidado, intentando no hacer crujir los carcomidos escalones y era tanta la delicadeza con la que se movía que oía el balbuceo de los intrusos. No alcanzaba a entender qué es lo que decían, pero logró distinguir que todas eran voces femeninas. Los estruendos que se escuchaban eran escombros cayendo y chocando contra el suelo. Titus suponía que intentaban abrirse paso, quizás, buscando un pasadizo secreto. Cada vez que golpeaban el suelo una cortina de polvo se desprendía, tiñendo la cabeza de Titus de blanco. Él sabía que, si se quedaba allí, de seguro descubrirían la entrada en cualquier momento. El piso de la iglesia era lo suficientemente firme para recibir unos golpes, pero no tantos como le estaban propinando. Entonces tomó la decisión de salir y de combatir, o en el mejor de los casos, intentar escapar sin que lo vieran.

Abrió la tapa del altar desde el interior con mucho cuidado. Al intentar apoyarla a un costado se le resbaló, pero gracias a sus reflejos la volvió a atrapar antes de que rebotara en el piso sin alertar a los intrusos o, mejor dicho, intrusas. Salió agachado por detrás del altar y, echando una mirada fugaz, analizó el panorama y las probabilidades. Inmediatamente supo que estaba en desventaja: había cuatro mujeres armadas; sin embargo, él contaba con el elemento sorpresa. Ellas vestían el uniforme verde oliva de las FES, pero con mínimas diferencias que no alcanzó a distinguir. Se notaba que estaban bien entrenadas y armadas. Sospechó que serían de otro sector y posiblemente un rango más alto de los agentes que él conocía.

Se deslizo por el costado del altar hasta llegar a la orilla. Cruzó agazapado hasta cubrirse con unos bancos estibados y desenfundó el cuchillo mientras se acercaba a una de ellas. Era una mujer caderona y algo rechoncha que, sin embargo, se movía con agilidad pese a su peso. Por un momento dudó si con un solo golpe podría desmayarla. Se colocó detrás de ella con extremo cuidado y haciendo el menor ruido posible la golpeó con el mango de su cuchillo dejándola inconsciente. Sostuvo el cuerpo y lo acompañó en la caída disminuyendo el ruido del impacto contra el suelo. Titus se movía como una serpiente entre los escombros: conocía bien el lugar y sus escondites. Se ocultó detrás de una columna justo antes de que pasara y lo viera la otra militar. Cuando calculó que aparecería por el lado opuesto de la columna, se lanzó hacia ella. La muchacha, que no tenía más de una veintena de años, debió haberlo escuchado y con un giro audaz lanzó a Titus hacia el muro, desenfundó su revólver y disparó. Rápidamente, Titus rodó hacia un costado y la bala rebotó en el piso para terminar incrustada en la pared. Las otras dos se alertaron y se pusieron a cubierto. Titus ya había perdido la ventaja, pero aún conservaba un punto a favor: sabía por dónde moverse. Continuó rodando y apareció al otro lado, justo por detrás de la mujer que le había disparado. De inmediato sacó su arma y le disparó en el centro de la frente. La desafortunada cayó al suelo como una roca.

DOS MUNDOS - Black Hole IWhere stories live. Discover now