Capítulo XXXV - Chess

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En su primer día como jefe de Seguridad fue conociendo a cada uno de sus empleados. Todos lo respetaban como a cualquier superior, que por cierto lo era, aunque él nunca aprendería a comportarse como tal.

Chess se acercó a un jovencito que le había llamado la atención. Tenía el pelo más rojo que había visto en su vida, unos lentes que le agrandaban los ojos y, la piel del rostro salpicada de granos. Pero no fue su pelo o su piel lo que hizo arrimarse, sino la velocidad con la que movía los brazos al manejar tres pantallas holográficas a la vez.

—¿Cómo te llamas, muchacho?

—S-s-señor, discúlpeme no lo vi llegar. Soy Gulliver, pe-pe-pero todos aquí me llaman Profesor Frink —respondió sin dejar de sacudir los brazos para todos lados.

—¿Eres profesor?

—Oh, no. Solo me molestan p-p-porque soy el más joven aquí, s-s-señor. Pero llámeme Frink si quiere.

—Puedes llamarme Chess, Frink. —Con una sonrisa le tendió la mano— ¿Qué está sucediendo allí? —preguntó señalando las pantallas.

—Ohh... S-S-Salvador el Grande está con otra de sus aburridas y-y-y extensas oratorias en la Plaza Monumental.

En las pantallas aparecía el líder del Partido Libertad captado desde varios ángulos. Por la posición de las cámaras parecía que grababan desde las retinas de los infiltrados. Pero otra cosa le llamó la atención a Chess.

—¿Por qué se ve de esa manera? —preguntó frunciendo el ceño al ver las personas moverse más rápido de lo normal.

—E-e-es por la dilatación temporal, pe-pero no se preocupe, ahora lo acomodo. —Y, con otro par de manotazos al aire, las personas comenzaron a caminar a una velocidad normal.

Chess siempre sospechó que espías de SIFA rondaban dentro de la USEE. No lo había podido confirmar hasta ahora y se sorprendió al ver que solo con tres espías podía ver y oír todo lo que sucedía.

—¿Por qué ese alboroto? —quiso saber Chess al oír los gritos de la gente.

—P-parece que Salvador dará una recompensa al que po-po-posea información del paradero de su hijo.

Chess largó una carcajada.

—A nadie fuera del Partido le importa su hijo. Solo quieren conseguir algo de comida. Avísame si sucede algo importante.

—S-sí, señor Chess.

—Solo Chess.

—C-c-claro, Chess. L-lo siento. —El muchacho nervioso se acomodó los lentes.

Antes de marcharse se volvió y le preguntó:

—¿En dónde puedo revisar las grabaciones de mi última pelea?

—E-en la computadora central, señ..., Chess —se corrigió antes de recibir otro reto.

—Gracias, Frink. —Y dio una palmada suave sobre el lánguido cuerpo del joven.

La computadora central no era como esperaba. Había imaginado una máquina tan gigantesca que ocuparía un cuarto entero para poder guardar todas las filmaciones. Pero lo que encontró fue un escritorio con un solo botón y una silla tan rara que por un instante dudó en usarla. Pero al sentarse sintió cómo la butaca lo succionaba y mientras terminaba de acomodarse descubrió que era tan cómoda que su cuerpo sentía ganas de dormir una siesta.

Al presionar el botón de la silla, se proyectaron cuatro pantallas, dos en la parte superior de su cabeza y dos por debajo con los comandos.

Imitó a Frink intentando desplazar los dedos sobre las pantallas inferiores, pero sus movimientos torpes no le facilitaban el trabajo. Debía coordinar cada dedo con su control y no era fácil. Sin darse por vencido siguió practicando hasta que logró seleccionar la fecha que buscaba: el día de su triunfo, la última pelea del DetFight.

DOS MUNDOS - Black Hole IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora