Capítulo XXVI - Titus

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Abrió los ojos y vio todo borroso. No recordaba nada de lo que había sucedido, ni cuánto tiempo estuvo desconectado de la realidad. La voz de su compañera se oía de lejos. Hasta que sus oídos se acomodaron a la realidad, no hizo ningún movimiento brusco. Su cabeza mareada iba adaptándose al sombrío entorno, iluminado únicamente por la débil luz de unas velas derretidas.

—Titus, Titus, ¡Titus! —exclamó Sasha feliz al ver cómo su amigo se recuperaba. Colmada de alegría se lanzó encima abrazándolo.

Un dolor recorrió el pecho de Titus. No esperaba que ese cariñoso apretón de su amiga le aplastara las costillas. De todas maneras, la molestia se borró en un santiamén al ver el rostro del Magister detrás de Sasha. Ya no usaba el uniforme del Partido, ahora vestía ropa común y corriente.

El Magister le había contado a Sasha que esos uniformes eran robados y los habían utilizados para infiltrarse en la casa de seguridad donde vivía el hombre que ahora estaba encapuchado detrás de las rejas. Además, les resultaban muy útiles para pasar desapercibidos al transitar por las calles polvorientas de la ciudad.

Titus, al volver a la realidad, recordó lo que había sucedido. Enfurecido corrió a la joven hacia un costado y saltó con la furia de un tigre feroz, sobre ese hombre que lo había querido matar.

—¡Maldito! ¿Cómo te atreves a clavarme un cuchillo?

Sasha lo tomó del brazo para retenerlo y el Frater Primus que se encontraba cerca lo sujetó de la cintura justo antes de que Titus pudiera golpear al Magister.

—¡Espera, Titus! ¡Mira la herida! —gritó Sasha mientras seguía sujetándolo con todas sus fuerzas.

Al oír la voz de su compañera, el agitado corazón del joven se tranquilizó, aunque posiblemente palpitaba a más de ciento cuarenta pulsaciones por minuto. Con el brazo libre revisó su cuerpo y encontró sobre su pecho, a centímetros de la clavícula, una cicatriz casi imperceptible, ahí dónde se había clavado el cuchillo.

—¿Cómo es posible? —preguntó incrédulo, mirando a todos y esperando una explicación. Estaba seguro de que él había sentido el frío del acero perforar su piel.

Fue en ese momento cuando el Magister contaría algo que los dejaría atónitos.

—Cuando se creó el agujero negro se fueron encontrando ciertas personas con una extraña mutación. —Hizo un gesto con la cabeza hacia Titus—. La sangre de algunos afortunados había llegado a cierto punto donde sus células dañadas se regeneraban más rápido de lo normal, pero esta fortuna no duró mucho. Cuando los grandes bitllonarios al otro lado de la muralla se enteraron, comenzaron a localizarlos y a cazarlos para conseguir su sangre, modificarla y utilizarla en ellos. A estas personas afectadas por la singularidad los llamaron "Los Filósofos".

—¿Refiriéndose a la piedra filosofal? —acotó Sasha.

—Claro —continuó el Magister—. En aquella época se decía que con esta sustancia legendaria podían transformar los metales en oro. En este caso, era la sangre lo que se convirtió en algo más valioso que el oro: se trataba del verdadero "elixir de la vida". Nosotros, la Resistencia —se corrigió—, encontramos cierta información que podría indicar que las extracciones diarias tienen un motivo más profundo que solo mantener sana a la población. Estamos seguros de que hay negocios mucho más turbios entre el líder del Partido Libertad y los magnates de SIFA.

Los jóvenes se quedaron callados ante las palabras que oían.

—Además... ¿Por qué crees que debemos ir todos los días a las plantas de extracción? —preguntó el Magister, y sin dar tiempo a que le respondieran, dijo—: Deben estar buscando a la gente con este tipo de sangre.

DOS MUNDOS - Black Hole IWhere stories live. Discover now