Capítulo XXIV - Hans

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Hans detuvo el vehículo en una zona aislada del estacionamiento del edificio. El frío del subsuelo golpeaba las cañerías de agua caliente y generaba un vapor en los alrededores que ascendía hasta las ventilaciones. Apagó el motor y el silencio reinó dentro del habitáculo. Prefería manejar sus propios vehículos y no dejar que una máquina dirigiera su vida y, además, detestaba ir en el asiento trasero durante los viajes. Tenía una colección de autos que habían fabricado para él, antiguos y a combustión. Disfrutaba sentir el melódico rugido de los motores quebrando el silencio de los autos eléctricos que circulaban por la ciudad.

Escondido en la oscuridad lo esperaba un hombre con la mirada gris y fija sobre el vehículo. Llevaba una chamarra oscura que le servía de camuflaje. Se subió la cremallera y le dobló el cuello ocultando la mitad de su rostro. Se acercó con cautela y ocupó el asiento del acompañante manteniéndose oculto bajo las sombras que proyectaban los pilares del lugar.

—¿Qué necesitas, Hans? —preguntó con voz seca.

—Quiero que sigas a Edward y me informes cada movimiento que haga.

—¿A Edward? —indagó curioso—. ¿Qué quieres de él?

—Necesito que averigües qué secretos esconde.

—¿Por qué crees que esconde algo?

—Todos escondemos algo —le aseguró Hans.

—¿Y para qué quieres esa información?

—Eso no es de tu incumbencia.

—¿Tú crees que lo que sucede con mi padre, no es de mi incumbencia? —preguntó con ironía mientras mordía la uña de su dedo meñique.

—Escucha. Si quieres entrar al laboratorio haz lo que te estoy pidiendo. Eres el único que puede acercarse lo suficiente a él sin que sospeche. ¿Entendido?

Arión lo meditó por un instante y preguntó:

—¿Cuándo me dejarás entrar al laboratorio?

—Hasta que no me muestres el marco teórico y los avances de tu investigación, no te dejaré ingresar. El tiempo me enseñó a no confiar ni en mi propia sombra, y no pienso arriesgarme. No tengo intención de regalar energía a lo que queda de mundo.

—Sabes que necesito llegar al centro para hacer pruebas. —Se aclaró la garganta, sabía que no le serviría de nada si no obtenía ese acceso.

—Consígueme algo que destruya a ese hombre. Solo así ganarás mi confianza y tal vez pueda dejarte ingresar al Laboratorio ISCO. ¿Eso es lo que quieres? ¿No? —lo increpó, aunque ya sabía la respuesta, luego quitó los seguros de las puertas y con un simple gesto de cabeza invitó al hombre a dejar el vehículo.

—Tendrás noticias pronto...

Se bajó del vehículo, pero antes de cerrar la puerta le adelantó la noticia.

—Lo vieron caminando con una desconocida por la calle. Iban de la mano y él andaba con una sonrisa de idiota enamorado. Esta información va gratis. Espero que sirva para ganarme tu confianza.

El rostro del magnate se vio reflejado en el espejo. Deseó mostrar seriedad, pero en vez de una mirada sensata, una sonrisa chispeante de malicia apareció iniciando el comienzo de una nueva revancha. Una dulce y codiciada venganza.

—Averíguame todo de esa mujer... —sonrió aún más.

El hombre cerró la puerta de un golpe y desapareció entre las sombras de la misma manera que había llegado.

El estruendoso motor arrancó y las gomas chirriaron con la primera acelerada. Al salir del subsuelo, por el espejo retrovisor vio cómo se alejaban las construcciones. Circulaba a una velocidad excesiva zigzagueando entre el tráfico pesado. Pero no le importaba. Disfrutaba de la velocidad, de la adrenalina liberándose en su cuerpo y del aire que entraba por la ventanilla golpeando su rostro hasta despeinarlo.

«Tardé muchos años, amigo. Pero volveré a tomar lo que era mío», se dijo.

Conectó su neckcall y el tono de espera comenzó a sonar.

—Hola, querida, ¿podemos vernos?... En nuestro lugar... —Luego de un momento volvió a hablar—: Nada aún, pero están trabajando en eso. —La llamada finalizó y prendió un cigarro. Siempre llevaba a mano sus Luckies. Era su vicio predilecto: cada bocanada lo calmaba como a un bebé hambriento succionar del pezón materno.

DOS MUNDOS - Black Hole IWhere stories live. Discover now