Capítulo X - Hans Lovis

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—Tienes una visita, Hans —le anunció la esposa.

Hans Lovis era el cuarto magnate y el dueño de toda la electricidad de SIFA.

Su mujer se hizo a un lado y apareció Ceres por la puerta. Avanzó con cautela mientras se dirigía hacia Hans, mirando los cuadros que inundaban las paredes y los adornos que acompañaban todo el lateral de la oficina. Un águila de dos metros de largo, tallada en bronce, con la mirada hacia un costado y con sus alas extendidas, se posaba sobre un rayo dorado empotrado en la pared del fondo. El respaldo del sillón giratorio donde se recostaba Hans apuntaba hacia Ceres. El humo del cigarro ascendía por detrás y se escuchaba un relajado monólogo con su neckcall. Detrás de la silla se distinguían sus pies que descansaban sobre un mueble. No cabía duda de que se sentía todo un dios en esa postura.

Mientras continuaba con la llamada, giró el sillón mostrando su rostro ario y unos llamativos ojos celestes. Si hubiese estado en la época de Hitler sería un formidable recluta para la SS. Sin interrumpir la llamada, le hizo una seña a Ceres con su mano para que tomara asiento y esperara.

Al finalizar la comunicación, ambos dedicaron el tiempo para hablar de cosas intrascendentes: la relación con la OFU, los negocios que hacían con el líder de mundo exterior. Normalmente, aunque Salvador el Grande siempre hablaba pestes del mundo interior, había cientos de empresas que pertenecían a SIFA ubicadas fuera de las murallas utilizando mano de obra extremadamente barata. Obviamente, el líder se dejaba la mayor cantidad de ganancias posible y al resto del proletariado recibía poco o casi nada de bits, pero a los millonarios de C.C. no les interesaba lo que pasara afuera. No tenían jurisdicción sobre la USEE.

—Bueno, Ceres. Dime la verdad: ¿a qué has venido? —preguntó Hans.

Un silencio incómodo inundó la sala. Hans sabía que su compañera de la infancia venía en busca de un favor. Sus visitas habían dejado de ser frecuentes desde que contrajo matrimonio con su némesis: Edward Neptuno. Siempre hubo una historia detrás de ellos. De jóvenes Hans no solía ser el multibitllonario de ahora. Su familia era de Berlín y tenían su propia compañía encargada en la investigación de la electrofisiología de las plantas, la que suministraban avances tecnológicos para la empresa de Agricultura y Ganadería creando un acelerado desarrollo en el crecimiento de los vegetales. Sus estudios fueron pagados por la familia de ella. El padre de Lovis había salvado a la pequeña Ceres que jugaba cuando un accidente sucedió treinta y nueve años atrás en el edificio verde. Una sobrecarga eléctrica había hecho estallar una célula cargada de nitrato amónico a causa de los fertilizantes que acumulaban allí, dejando su vida en aquel acto heroico.

—¿Por qué piensas que necesito algo? —inquirió Ceres.

Nein, ne, ne, querida —pronunció con un fuerte acento—. Te conozco hace años.

D'accord, Hans... —tragó saliva y continuó—: Quiero destruir al hombre que arruinó mi vida. Necesito que me ayudes a vengarme de Edward.

El silencio reinó en la sala. Hans apagó el cigarro que recién había prendido. Meditó por un momento, con una mirada ceñida que apuntaba hacia Ceres dijo:

—Cuanta conmigo... Será un placer.

DOS MUNDOS - Black Hole IWhere stories live. Discover now