Capítulo XXVIII - Chess

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Chess había visto pasar a Sophie del brazo del magnate, situación decepcionante para él. «¿Cómo puede ser que esa mujer me cambiase por un par de bits?», se dijo con recelo y el ego lastimado.

En el podio, mientras los flashes de los drones lo dejaban al borde de la ceguera, llegó a ver por detrás de la multitud algo que le llamó la atención. Mejor dicho, a alguien. Se trataba de otra mujer, casi tan llamativa como Sophie, pero con rostro familiar.

Su visión no lo favorecía en la distancia, pero alcanzó a distinguir algunas facciones que le resultaban conocidas. Fueron las luces que se reflejaban en el rostro de la mujer las que le permitieron descubrir esa mirada nostálgica con la que lo escrutaba. Cuando ella notó que la habían descubierto se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Chess la contempló para luego, con un movimiento descortés, pero sin rudeza, pudiese alejarse de las dos mujeres que lo abrazaban en la tarima. Bajó lo más rápido que pudo y la siguió abandonando al público que había venido para ver la pulsera del campeón.

Como una rata de laboratorio zigzagueó entre la gente, cambiando de dirección cada vez que chocaba con un grupo de admiradores. Gracias a su altura podía distinguir esa cabellera resplandeciente como el mar negro iluminado en una noche estrellada y cómo, con cada brinco que realizaba ella, sus ondas parecían flotar elevándose continuamente por el aire. Ese pelo le era tan conocido como la luna de cada noche. Se le dificultaba reducir la distancia con la mujer por culpa de las personas que se le cruzaban en su trayecto una y otra vez. No tuvo más opción que acelerar el paso asemejándose a una locomotora. Y la gente que lo veía venir se corría de sus rieles imaginarios, pero la que estaba de espaldas fue atropellada y expulsada por el golpe del tren.

Chess alcanzó a escudriñar el rostro de la mujer antes de perderla de vista y se percató cómo ella le devolvía una mirada taciturna que lo llenó de vivos recuerdos. Estaba seguro de que conocía esos ojos marrones, esa mirada severa previa a la llegada de un reto o ese cabello ondulado que solía enredarse en sus manos cuando se acostaba a su lado.

—¡Maaadreeeeeee! —gritó con todas sus fuerzas luego de que la joven hubiera desaparecido.

Esa noche Chess recibió un traje gris a medida que Alex le había hecho preparar. ¿A qué se debía esa atención? No lo supo hasta que vio la nota que colgaba de la prenda. Estaba invitado (sabía que era más bien, obligado) a participar de una cena en el lujoso restaurante del piso cien. Era el lugar donde solo la élite se permitía ir. Sobre el inmenso balcón del centésimo piso se degustaban comidas que nadie podía conseguir ni dentro ni fuera de SIFA, como el plato más famoso, costoso y pedido por los bitllonarios: se trataba de un delicioso caviar. ¡Real, no sintetizado! Nadie sabía dónde escondían los esturiones que, hace años extintos, solían nadar en las aguas frías del hemisferio norte.

Desde allí se podía disfrutar de un glorioso escenario con solo acercarse a la orilla de la terraza. Un mundo tecnológico, avanzado y mejorado por la mano del hombre se vislumbraba a la distancia. Además, si se atrevían a mirar entre sus pies a través del suelo de cristal, disfrutaban de una excitante experiencia que dejaría con las piernas temblando a cualquier persona que tuviese pánico a las alturas.

Al ingresar en el balcón del centésimo piso, el maître acompañó a Chess a su silla. Cuando tomó asiento encontró a su derecha al ruso, acompañado de un joven de facciones muy delicadas que no paraba de parlotear con movimientos amanerados, y a su izquierda un hombre alto, al que por más que estaba sentado se le podía distinguir el porte. Se encontraba en sus cincuentas, cabello corto y rubio de tez blanca y unos ojos claros hipnóticos.

—¡Campeón! —gritó Alex por más que se encontraba a medio metro—. Te estábamos esperando. Te presento al encargado de mantener esta ciudad iluminada. —Torciendo hacia el alemán le dijo—: Hans, este es el hombre del que te hablé: Chess Ulberg.

DOS MUNDOS - Black Hole IWhere stories live. Discover now