Capítulo XVII - Chess

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Chess despidió a Titus con un abrazo que, si bien era firme, se sentía distante. Nunca se permitió mostrar flaqueza ante su hermano menor, menos en un momento crucial como el que se estaba por disputar. En sus ojos, se reflejaba una mezcla de determinación y preocupación. Emociones que luchaban por irrumpir en la superficie, pero que se mantenían férreamente cautivas en el fondo de su pecho

—Solo será una semana —afirmó, a pesar de que ambos sabían que para Titus serían un par de meses.

Al cruzar por el portón noroeste de la ExItalia, un vehículo lo esperaba pacientemente. Chess deslizó la pulsera plateada por el lector de la puerta, y esta se abrió automáticamente, revelando un interior confortable y elegante, un universo completamente opuesto al que experimentaba en sus viajes de regreso. Allí tenía todos los lujos, y se los había ganado, por eso lo disfrutaba sin remordimientos. Una botella de champagne reposaba en un recipiente con hielo, acompañada de una copa de cristal que brillaba con la tenue luz del interior del vehículo. Entre el asiento del conductor vacío y el del acompañante, un aparato similar a un televisor se encendió, materializando una imagen holográfica de un avatar con traje y gorra de chofer, que se inclinó respetuosamente ante Chess.

—¿Listo para comenzar su viaje? —preguntó la voz robótica desde los parlantes.

—Claro —respondió Chess con tono cortante—. Despiértame cuando lleguemos y, por favor, no me molestes.

Las charlas con voces sin alma no eran de su agrado. a voz autómata, carente de empatía y comprensión, se limitó a acatar la orden

Tras seis horas de ininterrumpido viaje, la voz sintética irrumpió en el silencio, con un tono entusiasta.

Hemos llegado a destino, señor Ulberg.

Chess, sin responder, tomó el bolso y, con un gesto brusco, se bajó del vehículo. El botones, un joven de uniforme rojo y sonrisa forzada, se apresuró a tomar el equipaje de nuevo huésped.

—No hace falta —dijo Chess con una mirada intimidante que borró la sonrisa en el semblante del muchacho.

—Claro —respondió el joven de rojo—. Sígame, por favor. Lo guiaré hasta su habitación.

El vikingo asintió con la cabeza y ambos se dirigieron hacia el ascensor de Le Voyage. Fue un momento de silencio incómodo hasta que, finalmente, las puertas se abrieron en el piso 168 Un interminable pasillo se extendía hacia ambos lados. La atención de Chess se vio atraída por una fila de personas que ingresaban a una habitación al final del corredor. Sus atuendos vulgares contrastaban abruptamente con la elegancia del hotel. Sin embargo, Chess no le dio mayor importancia; su mente estaba ocupada con otros asuntos.

El botones abrió la puerta de la habitación e invitó a Chess a pasar. Luego, con un gesto disimulado, extendió su brazo para recibir la propina, pero Chess, con total indiferencia, le dio las gracias y cerró la puerta de un golpe.

Una llamada entrante apareció en el televisor de la pared.

—"Atender" —pronunció Chess.

La cara del magnate apareció pixelada. Era increíble que, con tantos avances tecnológicos, continuaran teniendo problemas con las comunicaciones, aunque en menos de un segundo la imagen se volvió tan nítida como la misma realidad.

Tovarishch Ulberg, ¿tuviste un buen viaje? —preguntó Alexander con una voz que intentaba sonar amigable.

—Sí, señor —contestó Chess con in tono seco y rencoroso.

—¡Perfecto! Espero que estés preparado para la pelea —exclamó Alex con un forzado entusiasmo.

—Claro... —respondió el vikingo con un dejo de ironía, y desconfianza en cada palabra que escupía su interlocutor.

—Ten en cuenta que muchas personas importantes han apostado grandes cantidades de bits por ti —le advirtió el ruso, cambiando a un tono de voz más serio y amenazante.

—Me imagino. Gracias por el voto de confianza —dijo Chess agregando un poco más de sarcasmo.

—Recuerda que no puedes perder. Tu hermanito querrá volver a ver a su héroe. —Las palabras de Alexander golpearon a Chess como un puñetazo en los testículos, avivando la bronca que consumía por dentro.

—Lo sé, señor. —La voz de Chess parecía a un gruñido.

—Bueno, te dejaré que descanses. No me decepciones, camarada Ulberg —dijo Alexander con tanta arrogancia que enfureció un poco más al vikingo.

—Con respecto a la pulsera de mi... —Chess intentó hablar, pero la llamada se cortó abruptamente, dejando la frase inconclusa y la pantalla del televisor en negro. Un insulto furioso escapó de sus labios, resonando en el silencio de la habitación.

Un exabrupto golpe sacudió la habitación. Chess, en un arranque de furia, estrelló la lámpara del velador contra la pared del baño. Los fragmentos de cristal se esparcieron por el suelo, algunos cayeron sobre un minibar que parecía invitarlo a ahogar sus penas en alcohol. Al abrirlo, encontró una botella de ginebra que tentó su sed. Con un primer sorbo, bebió casi un cuarto de la botella. Al cabo de media hora, el líquido había desaparecido por completo, dejando un vacío en su interior que solo se intensificaba con las dudas que lo atormentaban sobre su futuro. Si no encontraba una manera de hacer ingresar a su hermano a la USEE, se vería obligado a regresar y perder la oportunidad de una nueva vida. Unas lágrimas perfumadas de ginebra surcaron sus mejillas, empapando la alfombra de la habitación en un silencioso testimonio de su desesperación.

DOS MUNDOS - Black Hole IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora