El invierno trajo cambios para todos...

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... algunos duros y otros buenos, la mayoría difíciles de digerir a la primera de cambio. Pero al tiempo no le importa si puedes lidiar con ellos o necesitas una pausa, si no te mueves te pasa por encima como un camión de carga marchando a toda velocidad en una carretera repleta de baches y grietas.

La vida parecía empeñada en devolverme, aunque sea temporalmente, a personas que se habían ido y que eran importantes para mí. Pero no quería que fuera así si el costo era una madre enferma y un alma triste manchada por la culpa y el abandono. Eso fue lo primero que vi en los ojos de Joe. Culpa y tristeza.

Logré sacarle una sonrisa al abalanzarme sobre él en un fuerte abrazo, pero supe cuáles eran los motivos de su visita en cuanto sentí su brazos rodearme el cuerpo con delicadeza.

—Nunca debí haberme ido —murmuró en mi oído.

—Nada habría cambiado mucho —le aseguré, intentando reconfortarlo—. ¿Cómo te enteraste?

—Ana me contó por teléfono.

—¿Llamaste a casa? Ella no me dijo nada —dije, enfadada.

—Le dije que no lo hiciera. En ese mismo instante planeé venir aquí y quería darte la sorpresa —me contó, dándome un ligero pellizco en la mejilla. Puse los ojos en blanco, sintiéndome fastidiada como cuando éramos pequeños.

En su estadía fuera había conseguido bajar los kilos de más que había adquirido en su sedentaria vida durante las vacaciones, también estaba afeitado y su cabello más corto, llevaba ropa limpia y un fuerte bronceado. Pero no había otros cambios más allá de los superficiales; emocionalmente lo noté perdido y por primera vez comprendí lo que había visto Anabelle en el verano: un chico confundido, que no encontraba el rumbo de su vida y eso lo asustaba.

Al contrario de como pensé que sería su regreso, trayendo un aire fresco al ambiente caldeado de la casa, su presencia ocasionó muchísima más tensión. Me apené por él; cuando se había marchado las cosas no estaban tan mal, éramos una familia feliz dentro de todo y yo todavía me encontraba en en una burbuja de ensueño.

Pero las noticias lo fueron abofeteando una por una. Mi embarazo, advertido previamente por Ana en su secreta conversación por teléfono, lo enfureció, arrematando todo su odio contra Jason. Creía que me había deshonrado y una vez más confirmé que seguía teniendo el mismo pensamiento falócrata de la oriundez de la región.

A diferencia de otra época, esta vez insistí para que se quedara en casa. Papá, por su parte, se alejó lo más que pudo y solo aparecía para la cena, alentado por la antipatía de Joe al enterarse lo que había acontecido en su relación con Ana. Antipatía que se extendía también a Jason por obvios motivos.

Tuvo que hacer un esfuerzo increíble por tratarlo bien delante de mí, sobretodo porque Jason pasaba gran parte del tiempo en casa; Ana lo invitaba a comer siempre y se quedaba a pasar la noche, algo en lo que él insistía mucho últimamente porque decía que pronto tendríamos que compartir el lecho de manera permanente como cualquier matrimonio. No me hacía gracia la idea de encasillarnos como un matrimonio, cuando ni siquiera estábamos casados y estarlo tampoco entraba en mis planes por el momento, pero disfrutaba dejarme consentir por sus caricias nocturnas y los tés calientes que me preparaba con bocadillos cuando me entraba hambre en la madrugada. Sin embargo, para no perturbar la estadía de Joe, decidí quedarme en casa de Jason de vez en cuando.

Así transcurrieron algunas semanas más y tuve que hacerme el segundo ultrasonido. Mi insoportable doctora se mostró más emocionada que Anabelle y yo, y eso que la primera estaba al borde de las lágrimas y el estrés con los preparativos de la llegada del bebé.

El chico equivocado© [COMPLETA]Where stories live. Discover now