Los planes estaban resueltos...

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Cuando Jason se fuera a la universidad, me iría con él. Su idea era que una vez asentados, yo también comenzara a estudiar. Nuestra futura vida él la tenía más o menos pensada de antemano: con la beca él podría asentarse en el campus, pero dado el nuevo cambio de planes debíamos pensar en otra cosa.

Carla tenía una amiga que le podía rentar un departamento pequeño, pero útil y algunos contactos de empleo. Yo podía buscar otro empleo y entonces serían dos ingresos. A él la idea de que trabajara no le parecía, decía que con él bastaría, además de los ahorros con que ambos contábamos. Pero esa era una cuestión que no pesaba discutir. 

Al parecer Jason lo había estado pensando mucho y parecía tener todos los puntos bien resguardados. Llegar a ese acuerdo me supuso un alivio enorme y esas semanas extrañamente comencé a sentirme un poco mejor de salud. Debía ser la energía optimista de la que me había envuelto al solucionar mis inquietudes. 

Pero duró poco, porque luego me di cuenta de que Ana estaba planeando marcharse en cuanto naciera el bebé y las dudas, las intrigas y los nervios reaparecieron de golpe. Desesperada, la confronté una noche del viernes, antes de que Joe partiera. Ella me contó que se iría por un tiempo a lo de una amiga hasta conseguir un lugar propio donde vivir.

—No puedo seguir aquí, no es sano —dijo, abriéndome su corazón. Y lo entendía, por supuesto que lo entendía. Lo que no podía digerir era la idea de no vivir más con ella—. No quiero que te pongas mal. Podrás venir a verme cuando quieras —me aseguró. 

Pero si bien su amiga vivía en el pueblo, residía al otro lado del centro, casi cerca de la Villa donde estaba la casa de Eveline; u sector de casas campestres que lindaba con el bosque, prácticamente en la otra punta de Cuesta Verde. Había un largo trecho en autobús y eso limitaría la frecuencia de nuestras visitas. Pero yo no era nadie para reclamarle porque mi futuro había tomado un rumbo distinto. Y supe que era ese el momento para contárselo. 

Ana se sorprendió. Supongo que no creyó que Jason y yo pensáramos tanto en nuestro porvenir. Al fin de cuentas a los ojos de los adultos seguíamos siendo dos niños que no entendían nada de la vida, y tal vez así fuera, pero las clases acabarían para todos y la vida nos empujaba a lanzarnos de lleno a la realidad. Así era y así fue siempre, debíamos aceptarlo y comenzar a planear. Al principio la noté un poco contrariada, pero lo entendió.

Ana se aclaró la garganta y comenzó a mirar para todos lados de la habitación menos a mí para controlar sus lágrimas.

—¿Entonces ya está decidido? Bueno, supongo que así debe ser. Es lo correcto al fin y al cabo, Jason y tu no pueden estar separados, así no funcionan las familias y ustedes ya conforman una. Sí... tendrán una linda familia.

La miré con emoción, agradecida de que me diera su apoyo.

—Tendré que hacer unos llamados entonces —prosiguió, sacándose las lágrimas—. Mi hermana Loren tiene una cuñada que trabaja en un hospital y puede conseguirte empleo. Me lo ofreció a mí, pero ya estoy grande para mudarme tan lejos.

Feliz por obtener su apoyo, le di un fuerte abrazo. 

—Gracias.

—Solo te voy a pedir que me llames todos los días. —Me tomó por los hombros para mirarme a los ojos—. Enserio, Maggie. Te llamaré todos los días, por lo menos los primeros meses hasta asegurarme que no les falta nada. Si un día no me llegas a atender y pasan más de veinticuatro horas que no me devuelves el llamado, viajo hasta allí y les doy una buena tumba ambos.

—Te lo prometo —respondí entre sollozos, volviendo a abrazarla.

Esa noche pude dormir mucho más tranquila. Al día siguiente ayudé a Ana con su huerta, regando las plantas y cortando algunas malezas, y cuando anocheció me preparé para ir con Joe a la feria. 

El chico equivocado© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora